La historia más íntima de don Elías Figueroa
El más grande ídolo del fútbol chileno renovará sus votos tras 50 años de matrimonio. Él y su mujer Marcela cuentan los detalles alegres, tristes y desconocidos de su vida juntos.
El miércoles, a las 18 horas, en la parroquia San Nicolás de Bari, de Villa Alemana, Elías Figueroa y Marcela Küpfer volverán a entrar rumbo al altar. Lo harán con trajes de novios y seguramente con una iglesia repleta. Sonarán los coros y se dispararán los flashes. Será el momento en que don Elías y su eterno amor renovarán sus votos, tras 50 años de matrimonio.
La boda original se celebró el mismo día, cinco décadas atrás, tras seis meses de un fulminante pololeo. En esa ocasión, también un día miércoles y en el mismo templo, Elías y Marcela llegaron al altar pero solamente acompañados por sus padres y hermanos. Ambos tenían apenas 15 años.
Hoy, medio siglo después, Marcela Küpfer y Elías Figueroa abren por primera vez su vida en pareja a un medio de comunicación, cuentan detalles de sus alegrías pero también de sus penas, y relatan aquellos días duros en los que siempre el amor se impuso.
En Miraflores
La pareja nos recibe en su departamento de Concón. Marcela planea la torta de novios que usarán este miércoles, la que hará con su nieta Natalia.
La historia de amor de esta célebre pareja comenzó cuando Elías volvía desde Valparaíso, en una micro. "Ella se subió en la plaza Miraflores y la vi pasar. Mi mirada no se quitó nunca de ella, hasta que se bajó en Villa Alemana, donde yo había llegado hace poco de Quilpué", recuerda del futbolista. "Ahí me gustó y comencé a averiguar hasta que supe quién era. Como siempre he sido perseverante, me habré demorado dos meses en saber que era la hija de la dueña de la farmacia y del metalúrgico de la ciudad", relata Elías.
Luego de eso, comenzó un plan de conquista que se escondió en el silencio y el anonimato. "Durante meses estuve levantándome todos los días para verla a las 7.15 de la mañana pasar rumbo al colegio. La esperaba en Latorre con Londres", recuerda Elías. Marcela estudiaba en el Colegio Nuestra Señora del Huerto, de Quillota.
Y así pasó el tiempo. Marcela recuerda que poco y nada sabía de él en esos días. Elías tenía todo averiguado gracias al aporte de sus amigos del grupo que se hacían llamar "Los Halcones Negros" y que tenían clara la atracción del "morenito de mechón tipo Elvis Presley" por la jovencita de pelo rubio y ojos claros.
Una fiesta en el Círculo Italiano de Villa Alemana cambió el rumbo de la historia. "Yo no era de ir a malones, pero esa vez me dio por ir y estuve toda la semana pidiéndole a mis padres que me dieran permiso, hasta que lo hicieron. Me acuerdo que fui con la familia de mi amiga y me mandaron bien encargada: debía estar a las doce en la casa y no podía bailar con nadie", recuerda Marcela.
Esa noche, Elías estaba en una fiesta de reinas con su grupo de amigos, hasta que "Los Halcones Negros" le avisaron que la muchacha que había irrumpido en su corazón estaba en otra fiesta. "Nos fuimos; como era medio capitán, dije vamos y llegamos. Ahí comencé a buscarla, hasta que di con ella. Los amigos me molestaban y a mí me daba vergüenza sacarla a bailar, porque si me decía que no, todos se iban a burlar", recuerda Elías.
"Y así, medio escondidos, cruzamos miradas, hice una señal con los dedos y ella asintió. Ahí bailamos", agrega el crack.
"la persona de mi vida"
La canción era "Vida mía", de los Carr Twins. "Cuando lo veo caminar, digo "esta es la persona que quiero, el amor de mi vida... Lo vi caminando tan gato, me tomó bien apretada, no me preguntó nada y nos pusimos a bailar", recuerda Marcela, quien tras el silencio inicial en el que bailaron, se separó un par de centímetros de Elías y, mirándolo a los ojos, le dijo: "Yo no sé quién eres tú, pero nos vamos a casar".
Figueroa, convencido de que ella era la mujer de su vida, respondió: "Sí, y nos vamos a casar este año".
Ese 26 de enero de 1962, don Elías le arrebató un beso tras la fiesta, cuando caminaban a su hogar en Villa Alemana. Tras eso, comenzó el pololeo, el que superó el verano y luego enfrentó los días de colegio.
"Él me esperaba a las 5.30 de la tarde cuando llegaba en tren y nos íbamos juntos a nuestras casas", cuenta Marcela.
"soy futbolista"
Una semana de agosto, el romance juvenil tuvo un giro total. "Elías me dijo "¿por qué no nos compramos una ilusión?" Y yo le dije "¿por qué vamos a gastar plata en las ilusiones, por qué no nos compramos las argollas?" y él me dijo "¿te quieres casar conmigo?" y yo le dije sí", recuerda Marcela.
Ese mismo día, jueves 22 de agosto, el joven Elías conversó con los padres de Marcela. "El papá de Marcela era suizo, un tipo duro que cuando me vio entrar se sentó y nos escuchó. Marcela se escondía tras de mí y yo le dije que me quería casar con su hija", cuenta Elías.
El padre de Marcela, Norberto Küpfer, le pregunto con qué iban a vivir. Elías le respondió con naturalidad: "Soy futbolista", a lo que el suegro replicó: "Mis hijos también juegan fútbol y no ganan plata".
"Yo ahí me fui para atrás y me salió el Figueroa que llevo adentro, le dije "yo soy profesional y gano plata con eso"", recuerda Elías. Al día siguiente, se casaron por el civil, con la autorización de ambos padres, y el miércoles 28, por la iglesia.
"Nuestros padres pensaban que volveríamos a la otra semana a nuestras casas", agrega Marcela.
Tras vivir con el padre de Elías, decidieron arrendar y vivir con el escueto sueldo que recibía Elías en Wanderers. El 75% se lo gastaban en arriendo: vivieron con lo justo y, orgullosos ambos, no aceptaban aportes de sus padres, se las arreglaban como podían.
"Recuerdo que no teníamos cortina, entonces de noche teníamos que apagar la luz para que no se viera para dentro", recuerda Marcela.
"Como no teníamos dinero, almorzábamos día por medio y cuando no había, tomábamos tecito con pan pelado. Si de vez en cuando yo iba a un restorán para entrar a un baño, me robaba el rollo de confort para llevármelo a la casa", cuenta ella.
Elías también hacía sacrificios. "Yo me iba caminando desde la Estación Puerto a Playa Ancha mientras mis compañeros llegaban en autos. En el tren, muchas veces esquivé al cobrador porque no me daba el dinero para renovar los pases mensuales", explica.
Los hijos
A los cuatro meses de matrimonio, la joven de ojos claros quedaría embarazada de su primera hija, a quien llamaría Marcela. Al año después, nacería Ricardo, el hijo que Elías conoció recién al mes y medio de vida, cuando volvió del Mundial de Inglaterra.
Con 18 años, ambos estaban en Montevideo, Uruguay, y Marcela ya había sufrido por las extensas concentraciones. "Se me hacían eternas, yo sufría dolor de cabeza y no comía, quería estar con el amor de mi vida", recuerda.
Para entonces, con Elías fichado en Peñarol, el dinero sobraba. "Nos dimos la vida del rico como por un año. Compramos autos, casas, nos tirábamos los billetes al cielo, era otra vida", señala Marcela.
Pero no todo era felicidad. Con dinero, éxito laboral y los hijos creciendo, Marcela enfrentaba otro embarazo. Un día ella llegó a Montevideo; en la tarde, Elías viajaría con Peñarol. "En la noche comencé a sentirme mal, Ricardo tenía nueve meses, yo tenía ocho meses de embarazo, y me sentí mal. Llegó el médico, me examinó y me dio unas pastillas. Esa noche, perdí a mis trillizas. Mi madre abrió la puerta en la mañana y me encontró con tres crías muertas, fue un episodio espantoso", recuerda Marcela.
Elías irrumpe en la conversación: "Yo me sentía culpable por dejarla sola. Yo podría haber esperado y haberla llevado después, pero estaba en un buen hotel y Peñarol le ponía una persona para ver una casa, llevarla a todos lados. Éramos tan cabros y uno comete errores...". reflexiona.
Tras algunos meses, Marcela volvió a quedar embarazada, pero aún traumatizada por la experiencia anterior, decidió no seguir adelante. "Cuando supe que estaba embarazada me asusté y me hice un aborto en Uruguay, fue sin anestesia, fue un carnicero... Tenía un mes de embarazo pero no quería repetir el trauma que viví cuando perdí a mis trillizas. A los dos meses le conté a Elías", confiesa Marcela. Él la llevó al médico, la examinaron y, tras un tratamiento, un médico le aseguró que no tendría más hijos.
Tras ese triste episodio, la vida de los Figueroa-Küpfer siguió el rumbo que la prensa ha conocido. Ella, siempre manteniendo un bajo perfil, y él, dejando sus amigos en el límite de la cancha. "Nunca nos ha gustado la exposición, los escándalos ni nada de eso. Tal vez por eso somos muy apegados en familia, porque cuando yo no trabajaba, sólo me dedicaba a ellos, y los problemas y alegrías, las vivíamos juntos", dice Elías.
Ahí, recuerda aquella vez en que todo Brasil conoció su humanidad posterior, cuando un diario publicó una foto suya desnudo. "Se suspendió el torneo por esa foto y la verdad que mis hijos siempre se han tomado súper liviano esos episodios", recuerda.
Su mujer solamente anota una entrevista en un medio brasileño, una aparición en un programa de televisión en Chile y este reportaje.
Hace 20 años, ambos plantearon casarse de nuevo, esta vez con trajes de novio y fiesta, lo que no tuvieron hace cinco décadas.
Ese sueño se cumplirá en tres días más.
"Las concentraciones se me hacían eternas, yo sufría, no comía, quería estar con el amor de mi vida". Marcela Küpfer, esposa de Elías Figueroa.