En El Salvador no saben cómo llenarán el estadio
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Cobresal, un equipo angustiado y con la mente más puesta en el descenso que en una copa, jugará en dos meses la segunda Copa Libertadores de su vida. 20 años después de su estreno, en la del '86, cuando no clasificó a segunda ronda, pero se retiró invicto.
Y lo hará, tal como ese año, en el estadio El Cobre de El Salvador. Ese es el deseo de la directiva. Su presidente Sebastián Moreno aseguró que priorizará lo deportivo por sobre un beneficio económico y que, de no mediar una negativa de la Conmebol, el club no se moverá de El Salvador.
Y la idea, explica el deté Dalcio Giovagnoli, es someter a los jugadores del Corinthians y Cerro Porteño, por ahora sus únicos rivales confirmados, a los 2.300 metros de altura. Se trata, explica, de una cuestión más sicológica que fisiológica. Pero aún así, lo dice, puede resultar clave para decidir la suerte minera en la Libertadores.
"A rivales como los brasileros siempre lo que es altura pasa a ser algo traumático. No queríamos bajar al llano como Antofagasta o La Serena", afirma.
Habla ahora Ibar Rivera, canchero legendario de El Cobre y residente permanente de El Salvador desde hace 38 años. La cancha, jura, está perfecta. El paso es verde y no se condice con el desierto. Las graderías están sanas y los pasillos y baños son lugares higiénicos. El estadio, resume, está en condiciones de recibir la copa. Deberán, eso sí, someterlo a una leve cirugía estructural.
La remodelación
Aunque la cancha y las graderías, en las que caben 16.500 espectadores, cumplen con los requisitos de la Conmebol, hoy El Cobre tiene dos problemas: las casetas de transmisión y zonas habilitadas para periodistas, y los camarines.
Las casetas deberán ampliarse y mejorar para la transmisión internacional, mientras que los camarines tendrán que remodelarse casi por completo. "Los dirigentes van a tener que sacar su billetito", advierte Rivera. Y agrega: "Lo que pasa es que son chicos, entonces van a exigir lugares más grandes, jacuzzi, salas de masajes". Describe, por ejemplo, que el camarín de visita tiene solo seis duchas, dos escusados y apenas tres urinarios. Elementos, a su juicio, insuficientes.
"¿Y el público?, Rivera", preguntamos. "¿Qué dice?, devuelve el canchero. Le insinuamos que la ciudad es pequeña, que Cobresal no goza de hinchada numerosa. "El problema es la poca cantidad de habitantes que tenemos. En un partido importante vamos a llevar seis mil o siete mil personas como mucho. No hay de dónde sacar más", responde. Luego añade: "Vamos a tener que traer hasta los perros y los gatos para llenar el estadio, jajajá".
Giovagnoli, eso sí, suma otro inconveniente. Y ese, cree, puede ser la principal traba que ponga la Conmebol: la conectividad. "Llegar a El Salvador es difícil y eso creo que podría ser un problema", analiza.
Si El Salvador no es autorizado, el plan B de Cobresal es el Zorros del Desierto de Calama. Y la razón, justifica Dalcio, es una sola: la altura. Ahí, filosofa Rivera, a los brasileños y paraguayos "llegan a tiritar". J