Lo que sucede actualmente en el Archipiélago de Chiloé -discusión sin acuerdos visibles y algo tardía- por el tema puente sobre el canal de Chacao, no es más que la consecuencia directa del nefasto modelo de gestión y dirección de políticas públicas chileno, es decir, proyectos elaborados y dirigidos desde un nivel central sin una mísera consideración del sentir de la gente impactada (positiva o negativamente).

Para evitar estas excesivas divisiones y discrepancias, y si realmente creemos y aplicamos la democracia en la que decimos estar, se deben cumplir a lo menos los siguientes pasos: primero, realizar estudios serios (no intencionados e ideologizados) de impacto social, económico y cultural; segundo, informar y traspasar de la manera más simple posible los resultados a la ciudadanía (los pro y los contra); tercero, considerar visiones de la sociedad local organizada (empresas, organizaciones sociales, ONG, gremios productivos, personeros políticos, entre otros), y cuarto, definir y decidir con participación activa de la ciudadanía y los expertos (MOP, empresas constructoras, etc.) las directrices centrales de los proyectos a ejecutar.

La pregunta entonces es: ¿cuánto de esto -muy resumido- realmente se ha aplicado a propósito del proyecto Puente Chacao? Lo limitado y precario de los argumentos que se escuchan y leen -a favor y en contra del proyecto- son el resultado de la desinformación, el origen centralista de la idea y la escasa consideración de los habitantes.

Pero mejor, saque usted sus propias conclusiones y, principalmente, ¡infórmese!

Referéndum en Bolivia

Aun cuando, curiosamente, no se ha terminado el cómputo de votos en Bolivia, ya se hace muy difícil que la tendencia de los resultados se modifique. Se podría asegurar que el triunfo del "no" es una realidad.

Desde esa perspectiva, los factores para analizar esta derrota son muchos, sin embargo, hay un factor que se está haciendo recurrente en América y es la corrupción. Todos aquellos gobiernos que llegaron al poder a partir de un discurso progresista o nueva izquierdista y que derivaron en populismos autoritarios están en dificultades por la corrupción. Los ejemplos están a la vista y, más allá de la valorización ideológica que se le pueda dar al líder populista, la sociedad civil actual rechaza el enriquecimiento ilícito, el tráfico de influencias y la corrupción sin vergüenza que mueve a muchos en los sistemas públicos.

La sociedad civil no juzga la desigualdad en términos de cuenta corriente, como muchos majaderamente pregonan, juzga y resiente el enriquecimiento ilícito y la desigualdad de oportunidades por la indolencia de los líderes. Cristina, Maduro, Evo y otros, son el mejor ejemplo.

Cristian Marcelo Cárdenas Aguilar, magíster en Economía y Gestión Regional y diplomado en Gestión del Turismo

y Desarrollo Local

Jorge Sanz Jofré, académico de la Fac. de Gobierno, Universidad del Desarrollo