Según las estadísticas, 40 mujeres fueron víctimas de femicidio a manos de maridos o parejas el 2014. El 2015 llegaron a 45 y en lo que va de 2016 ya son 12. Parte de los agresores se quitó la vida tras el crimen y los sobrevivientes terminaron presos. Pero lo que siempre resulta invisibilizado es la existencia de los hijos de víctimas y victimarios, que no siempre son acogidos por un familiar y terminan en el sistema de protección de la infancia.
A los 40 crímenes de 2014 sobrevivieron 52 hijos; 42 los hijos afectados por las 45 muertes de 2015 y ya son 14 las niñas y niñas que terminaron como víctimas directas de los femicidios de 2016. Del total, 67% son niños y 33% niñas y una edad promedio de 10 años.
Pero aunque no se habla mucho de este tema, existe preocupación al respecto. Se busca definir el tipo de intervención que se debe hacer, considerando que la violencia es parte de la historia familiar, afectándolos a todos, no solo a quien la padece. El hecho fatal da cuenta de muchas violencias previas, donde los niños son testigos. Por eso se propone considerarlos víctimas secundarias.
Ante las consecuencias derivadas de la "orfandad por femicidio", se debe considerar que el femicidio es una vulneración de los derechos de los niños, ya que los despoja de madres y padres y porque además de enfrentar la muerte materna, también deben enfrentar la muerte simbólica o material del padre.
Esto es reflejo de la desigualdad que existe en Chile, de como en la familia se reproducen patrones de desigualdad de género, donde la mujer sigue siendo "el sexo débil" y por tanto a quien se puede agredir. Los futuros adultos repiten las conductas, lo que hace necesario intervenir las familias para romper el círculo de violencia. Proteger a la mujer y sus descendientes podría ayudar a disminuir esa desigualdad.
Esto debe ser abordado, con urgencia, en las políticas a favor de las mujeres agredidas. Se deben atender las consecuencias de los femicidios, especialmente cuando estas tratan de niñas y niños que siguen siendo las víctimas invisibles de este drama, que aunque ocurre al interior de las casas, nos debe importar a todos.
Columna
Jenny Alvarez Vera,, diputada por Chiloé y Palena