Chile tuvo la pólvora mojada y no pasó del empate ante Corea
Más allá de la igualdad, los dirigidos por Reinaldo Rueda aprobaron el examen.
Era un partido para ir probando a los jugadores de la nueva generación y por ello el análisis no debe ser tan riguroso. Lo cierto es que en el suma y resta, la selección chilena de Reinaldo Rueda aprobó su examen ante Corea del Sur tras empatar sin goles frente a un elenco que venía de disputar el último Mundial y ante el cual mereció mucha mejor suerte.
Con una presión alta y principalmente con un juego de paciencia y distribución, la "Roja" se paró bien desde el primer minuto en el Estadio Suwon. La presencia en el mediocampo de jugadores consolidados como Gary Medel, Charles Aránguiz y Arturo Vidal, le dio un importante grado de jerarquía a un equipo, que en su mayoría, está recién viviendo sus primeras armas con la camiseta nacional.
Los "Tigres Asiáticos", comandados por su gran figura, Heungmin Son, se encargaron de inquietar a la retaguardia nacional mediante paredes y velocidad, aunque siempre se encontraron con la sólida resistencia del ex Unión La Calera Gabriel Arias, quien una vez más, confirma que debe ser el meta titular de la selección mientras no esté Claudio Bravo.
Farra de goles
Principalmente en el segundo lapso, y una vez que los pupilos de Reinaldo Rueda ya habían tomado completo dominio del "Ejército Rojo", solo la ineficacia al momento de definir evitó que los pocos pero ruidosos hinchas chilenos presentes en el estadio se fueran con un triunfo en sus bolsillos.
La más frustrante de todas las llegadas ocurrió en el cuarto minuto de adición, cuando Diego Valdés, que había hecho un más que correcto partido, se anticipó a un error de la zaga surcoreana para quedar mano a mano con el portero Kim, a quien se pasó con un enganche, y quedó completamente solo frente a la portería.
Con Martín Rodríguez pidiéndole el balón por la izquierda, el mediocampista decidió concluir por sí mismo la buena jugada, disparando de borde interno y enviando en balón a las nubes, para luego quedarse cabizbajo mirando el césped, argumentando que la pelota dio un bote malo justo antes de impactarla y que por ello se perdió a chance más clara del partido.