Cuando el amor vence a los años y la adversidad
Isleños acaban de cumplir sus bodas de diamante, 60 años de matrimonio, satisfechos de haber salido airosos tras una y otra vicisitud.
Un 22 de agosto de 1953 decidieron que pasarían toda la vida juntos y hasta ahora lo han cumplido. Se trata del matrimonio ancuditano compuesto por Germán Trujillo Alvarado de 89 años y Berta Núñez Barría de 79, quienes acaban de cumplir 60 años de casados.
Con cuatro hijos, diez nietos y 15 bisnietos, la pareja vive en el populoso sector de Fátima de la ciudad del Pudeto.
Esta historia de amor comenzó en el sector rural de Yuste, en la península de Lacuy, también en la comuna de Ancud, donde los isleños fueron vecinos, aunque él nació en la localidad de Corona, de una familia compuesta por 12 hermanos, seis mujeres y el mismo número de hombres.
A Germán Trujillo de muy niño lo trasladaron a Puerto Montt. Luego su familia decidió volver a Chiloé, instalándose en Yuste. Allí el vecino conoció a su mujer. "Cuando llegué a Yuste me enamoré (ríe), nos conocemos toda la vida", dice el chilote, quien a los 12 años decidió salir de su hogar y comenzar a trabajar. De ellos, 60 años los hizo en el mar, recorriendo el golfo de Ancud junto a sus vecinos y amigos.
"Nunca tuve un patrón; eso sí que no. Me gustó mucho la navegación en las goletas. No me acuerdo en cuántas trabajé. Salíamos de Ancud a buscar las mercaderías a Puerto Montt. También trabajé buscando cholgas, choros; con la misma goleta lo íbamos a buscar. Igual trabajé en la pesca con red", narra el casi nonagenario.
atentos
atentos
Se le ve muy bien de salud y contento por este nuevo aniversario. Con alegría continúa relatando sus peripecias de marino chilote, ante la atenta mirada de su mujer.
Manifiesta que tuvo que luchar en su juventud contra el clima, grandes temporales y sortear muchos peligros para llevar el sustento al hogar. A pesar de ello, cataloga que fue feliz.
"Para mí la vida del pasado no fue muy difícil, porque no le tuve nunca miedo al mar y eso que anduve debajo casi. Tuve la muerte segura con todo lo que pasé en el mar. Un día salimos de Ancud y nos fuimos derecho a Carelmapu. Después debíamos seguir a Puerto Montt. Pero antes de llegar a Carelmapu hay una piedra al medio (del mar). Y nos tocó la desgracia de ir a quedar con la goleta encima de la piedra. Había mucha corriente. Tenía nueve millas de fuerza el canal de Chacao que sale a Corona. Por suerte, la goleta se ladeó por un costado, se soltó y volvió a salir", recuerda el isleño.
Sumó que en esos tiempos hacía fletes en las naves. Debía ir a buscar mercadería a la capital regional, pues se trataba de pedidos efectuados por los vecinos insulares. Era toda una odisea llegar al puerto chilote con los productos: "Si había buen viento para las velas, llegábamos pronto a la ciudad, pero de lo contrario se demoraban entre cuatro a cinco días en llegar hasta Ancud".
Mientras don Germán descansa de su relato que podría extenderse por horas, doña Berta cuenta sobre el día que contrajo matrimonio.
"Nos vinimos en bote desde Yuste y nos pilló una tremenda lluvia cerca de unas boyas que hay en el mar. El bote quedó lleno de granizo. Veníamos con nuestros padrinos y ellos venían remando. Llegamos a Ancud, nos casamos y en la tarde para volver se vino un temporal. No podíamos irnos de Ancud para llegar a la fiesta. Tuvo que venir una lancha para llevarnos hasta Ahui y de allí tuvimos que caminar hasta Yuste. Había un tremendo barreal", relata la chilota.
La vecina evoca que se casó a los 19 años y su esposo tenía 29. Menciona que la "receta" para vivir tantos años junto a su marido la sabe de memoria: valores y principios que ha transmitido a los suyos. De hecho, su hija mayor lleva 40 años de casada y otro de sus descendientes, 27.
"Nosotros nunca nos peleamos y enojábamos tanto. Nunca nos dimos un arañón. Decir que me dio un palmazo o un empujón, jamás nunca. Vivimos tranquilos y unidos. Trabajábamos de igual a igual los dos. Amanecíamos de noche pescando con nuestro bote a remo y trabajamos con red. Al otro día venía a vender temprano los pescados, y él (su esposo) se quedaba en la casa haciendo las cosas que podía. Las chicas eran chiquititas y se quedaban con su abuelita que está fallecida. Yo trabajé igual que un hombre, nunca me quedé sentada en la casa", confiesa Núñez.
Rememora doña Berta que iba a mariscar almejas con unos ganchos que eran acomodados especialmente para esta labor y que las vendía para obtener dinero para la compra de los alimentos. La vida de estos chilotes fue sacrificada, al igual que muchos de sus vecinos que vivieron en este hermoso sector rural del norte de la Isla Grande.
Terremoto
Terremoto
A pesar de la tristeza que les significó perder su casa, una lancha y todos sus materiales en el terremoto y tsunami del "60, esta situación afianzó aún más los lazos de amor y la constancia para salir adelante y comenzar a rehacer su vida de cero.
"Compramos una lancha para trabajar en Yuste, pero vino el maremoto y se la llevó junto con un bote. Se nos quemó la casa, perdimos todo, quedamos en la calle. A pesar de ello, nunca nos separamos. Por perder todo no nos íbamos a separar, nunca, hasta la muerte será. Como dice el cura: "En las buenas y en las malas"", manifiesta muy segura doña Berta.
Por su parte, don Germán reconstruye ese 22 de mayo. Horas antes viajó en su bote al sector de Nal, localidad cercana a Yuste, para entregar sus ostras. Allí percibió la catástrofe. Una vez que pasó el maremoto, decidió cruzar hasta Ancud con el mar todavía malo y desde la ciudad se encaminó para llegar hasta Yuste. Cerca de las 5 de la mañana logró llegar a su casa, percatándose que lo había perdido todo. Sin embargo, esta situación no lo desanimó, comenzando junto a su esposa a surgir nuevamente.
consejo
consejo
-¿Qué le diría a los matrimonios jóvenes que hoy en día se separan con tanta facilidad?
-Yo digo que es gente mala. Las mujeres también, porque no aguantan nada, agarran sus pilchas y se mandan a cambiar. Hay que tener respeto por el matrimonio. Los hombres deben respetar, porque altiro agarran a otra mujer y la mujer a otro hombre; eso es muy feo y malo. Nunca me ha gustado eso, porque nosotros somos de los antiguos y respetamos al matrimonio. Es muy lindo cumplir un año más de matrimonio. Yo le digo a mi viejo: "Ojalá cumplamos unos 10 años más aunque no podamos movernos (ríe). Me gustaría decirles a los matrimonios que vivan como lo hicimos nosotros, que se aguanten, sean felices, que no se engañen y se respeten".