Con la participación de más de mil personas, provenientes de distintos puntos del Archipiélago y el país, se llevó a cabo ayer una nueva versión de la tradicional Fiesta del Nazareno en la isla Caguach, festividad que se celebra cada 30 de agosto desde hace más de 200 años.

La jornada, que comenzó con el arribo de una veintena de embarcaciones procedente principalmente de las localidades de Achao y Dalcahue, tuvo a las 10 de la mañana un oficio religioso que dio la bienvenida a los fieles, quienes, pese a la amenaza de mal tiempo, no dejaron pasar la oportunidad de rendir su devoción y agradecimiento a Cristo.

Con bastante menos asistencia que su versión en verano, la actividad contó con centenares de visitantes, quienes cumplieron y reafirmaron sus compromisos religiosos, cerrando una programa amplio que partió el pasado miércoles 21 con la Novena al Nazareno.

La festividad continuó con la misa principal oficiada por el obispo de Ancud, Juan María Agurto, quien señaló que "en esta ocasión, al igual que todos los años, la gente viene a expresar su unión con Jesús y manifestar cómo el Señor los acompaña en sus vidas".

Del mismo modo, el segundo patrón de la fiesta patronal, Jerónimo Millalonco, evidenció su satisfacción en cómo se desarrolló la festividad religiosa.

"Estuvo muy bien, primero porque se mejoró el tiempo y llegó bastante gente, lo que no esperábamos; por supuesto, mucho menos que en el verano", recalcó.

El vecino oriundo de la isla Tac, Quemchi, sostuvo que "estamos muy contentos, porque todos estos eventos son tradicionales y vienen de muchos años".

Al término de la última homilía, se desarrolló la procesión en la explanada en las afueras del santuario donde se vivió una serie de manifestaciones de espiritualidad.

Como es habitual, el resguardo de las personas durante la navegación y desembarco en la isla quinchaína estuvo a cargo del personal de la Armada, que prestó apoyo con efectivos, material aéreo y transporte marítimo.

Además, la presencia de Carabineros, SAMU y PDI se sumó a la misión de velar por el normal curso de la actividad religiosa, sin que se hayan registrado incidentes.