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La chilena que se fue a vivir con los elefantes

Viajó como voluntaria a un orfanato de animales y disfrutó de una experiencia inolvidable en Sri Lanka.
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Dicen que los elefantes tienen una memoria prodigiosa y recuerdan, con mucho detalle, todos los episodios de su larga vida. Si esto es así, seguramente hay una elefanta, en un lugar del enigmático país de Sri Lanka, que recuerda con amor y cariño a la viñamarina Marta Vigouroux López (20 años), quien estuvo varias semanas acompañándola y cuidándola.

Es que desde niña, esta estudiante de Administración de Hoteles y Restoranes del Inacap soñaba con tener una experiencia de este tipo, "y cuando llegó el momento, no lo pensé mucho y me lancé a esta aventura que la califico como el momento más extraordinario de mi vida".

VOLUNTARIADO PAGADO

Marta Vigouroux ha tenido una vida bastante intensa. Nació en Punta Arenas, pero desde muy pequeña se fue a vivir a la Isla de Pascua, junto a su familia, donde permaneció hasta cuarto medio.

Se vino a estudiar a Valparaíso y actualmente reside en Viña del Mar. El año 2011 decidió congelar su carrera y lanzarse a esta aventura que la llevó a conocer las misteriosas tierras de Sri Lanka, un país que es una isla, ubicada en el sur de la India y que es famosa por sus plantaciones de té.

"Primero me fui a vivir a Canadá, ya que para ingresar al voluntariado, debía juntar dinero. Mucha gente piensa que a los voluntarios de este tipo se le paga el alojamiento, la comida y ese tipo de cosas, pero uno se debe financiar todo y es bastante caro", explica.

En Canadá trabajó en un restorán y pudo ahorrar lo necesario para irse a Nueva York, desde donde tomaría el avión con rumbo a Sri Lanka.

"Lamentablemente tuve un accidente haciendo bodyboard y tuve que volver a Chile y me enyesaron. Tuve que atrasar todo el viaje, pero finalmente me embarqué a la ciudad de Colombo, que es la capital de Sri Lanka", cuenta.

SOLO INGLÉS

Su primera gran aventura comenzó a la llegada del aeropuerto. "La persona del centro de voluntariado que me estaba esperando se le olvidó mi nombre y no lo anotó en un papel. Yo sentí una voz que gritó: "Marta", pero pensé que estaba alucinando. Me tuve que conseguir un chip de celular y me ayudaron a llamar. Finalmente conseguí ubicar al contacto", rememora.

En Sri Lanka se habla un dialecto llamado "sinhala" y un inglés bastante peculiar y complicado.

"Nadie hablaba castellano y tuve solo que comunicarme en inglés. Desde el aeropuerto me llevaron a un hostal, donde solo pude dormir dos horas. Estaba cansadísima y para más remate no me tomé las pastillas contra la malaria, que me habían recetado. Al final me dijeron que la malaria solo estaba en una zona del país, pero igual tuve que dormir con un mosquitero que colgaba desde la cama", menciona.

SU PROPIA ELEFANTA

Llegó hasta el Orfanato de Elefantes Millenium, donde llegaban animales heridos que la población traía para que fueran cuidados y protegidos. Ahí se encontró con voluntarios de Europa, Estados Unidos y Australia. No había ningún latinoamericano, "y creo que soy la única chilena que ha estado en ese lugar", expone.

"Inmediatamente me dieron a cargo mi elefanta propia, que se llamaba Remenika (que al parecer significaba Océano Índico). Me levantaba a las 7.30 de la mañana para ayudar a levantarla desde su cama de hojas de palmeras. De ahí le tenía que sacar su caca. Era tremenda (como una gran bosta de vaca) y dura y menos mal que nunca me tocó que tuviera diarrea", asegura la estudiante, entre fuertes risas.

Después tenía que prepararle su alimento y unas bolas vitamínicas que tenían pastillas para mantener con buena salud al animal.

El elefante se ocupaba después para pasear turistas y en las tardes la viñamarina se iba a realizar clases de inglés a escuelas rurales del sector.

"Así estuve por 15 días con la elefante y aunque no es mucho el tiempo, se crea un lazo especial. La elefanta Remenika siempre estuvo con un hombre (el mahut), que era su acompañante fijo y que le daba las órdenes para levantarse y moverse. Uno era como su asistente y lo ayudaba en sus tareas", afirma.

Otra tarea que le tocó a Marta fue la de limpiar las patas de la elefanta: "Ahí nos asesoraba un veterinario, quien también nos daba charla sobre los elefantes, su cuidado y su forma de vida".

Los elefantes de Sri Lanka, que tienen colmillos muy pequeños (por eso no han sido extinguidos), viven 100 años. Los de cautiverio, en cambio, llegan a los 80 años, ya que no están con sus familias.

Pasadas las dos semanas en el Orfanato de Elefantes Millenium, la joven se fue a las playas de Sri Lanka, a practicar bodyboard y volvió a New York y después a Chile.

"Estar en ese lugar, con esa elefanta y sentir ese contacto directo con la vida de ellos es la experiencia más maravillosa, hermosa e intensa de mi vida", revela la estudiante.

Frente a las diversas costumbres que tuvo que enfrentar en Sri Lanka, la joven recuerda lo ultra picante de sus comidas, especialmente de los huevos que servían en las mañanas, que venían aliñados con muchas especies.

También las condiciones higiénicas y los baños fueron toda una novedad. Existían algunos con taza, que eran los del tipo occidental, "pero otros eran solo un hoyo en la tierra", confiesa.

En algunas ocasiones tuvo la oportunidad de viajar a las plantaciones de té, "donde me picó un gusano que se mete en la piel, bebe tu sangre y después se sale del cuerpo. Quedas sangrando durante toda la noche", consigna.

Una de las costumbres que más le costó entender fue que a los hombres de Sri Lanka, que practican la religión del musulmán y del budismo, no se les puede conversar o convivir con ellos. "Ellos piensan inmediatamente que tú quieres algo con ellos. Por lo tanto, uno no puede ni saludarlos. Hay que ponerse un anillo de compromiso para que te respeten, pero yo no llevé", asevera.

Marta sigue manteniendo contacto con la elefanta que ayudó: "Tengo amigos que siguen en el Orfanato de Animales y ellos me mandan fotos e información a través del Facebook y del correo electrónico".

A la joven le impactó la pobreza de Sri Lanka, "donde no tiene muchos problemas de comida, pero carecen de muchas otras cosas materiales y eso, muchas veces, es fuerte para nosotros", subraya.

Marta ahora sueña con volver algún día a Sri Lanka o a otro destino exótico y lejano. Rememora con mucho cariño a Remenika y seguramente en el orfanato, la elefanta también recuerda con amor todos los cuidados que recibió de parte de esta hermosa, joven y aventurera estudiante viñamarina.