El homenaje estudiantil al gran Payo Grondona
En esta nota póstuma, dos profesores que admiraban al artista organizaron un tributo itinerante.
l Por Carlos Carvacho (Petete Guachaca)
Son cerca de las 9 y media de la mañana, y los profesores de música Sandra Rojas y Miguel Nahuel están afanados preparando aliados en el living de su casa, bajo un modelo de producción en serie que Henry Ford ya se habría querido. Afuera, un aguacero se deja caer en el puerto, presagiado hace días por los medios como una especie de diluvio universal. La cosa en verdad está fea afuera. Hace tiempo que no llovía así en Valparaíso. Pareciera que están ametrallando las planchas de zinc en todos lados. El teléfono de la casa suena a cada rato. Alumnos y colegas preguntan a la pareja de profes si la cosa va o no. "Pero obvio que sí, nos vemos allá", les responde Miguel, quien se asoma para ver si la micro que llevará a los jóvenes artistas locales a Concón ya llegó.
Hasta su living, ya han llegado algo empapados, algunos de sus alumnos. Vienen con sus mejores pintas, como si fueran a un carrete o a salir en "Yingo". Pero mojados, como pollos nuevos. Son parte de los artistas que una hora más tarde se subirán al escenario a cantar a su pinta una canción de Payo Grondona. Un cantautor desconocido hasta hace poco para ellos, pero que es el inaugurador del rock en Chile de la mano de "La muerte de mi hermano", popularizada por Los Macs. Hoy, se dan cuenta que el Payo, pese a sus años, sigue siendo el más duro de los rockeros, más que cualquier Jorge González o Álvaro Henríquez de este tiempo. Una devoción juvenil que impresionó a sus profes, un tiempo atrás en el Festival Rock Carnaza, donde el Payo brilló más que nadie, opacando a figuras quizás más del gusto del paladar joven como Leo Quinteros, Ángelo Pierattini y Chinoy.
Hablar del Payo es acercarse a lo cotidiano, en una época donde se cantaba a la libertad y la revolución, con el puño en alto. Es hincarle el diente a canciones que tuvieron duras críticas de Violeta Parra, quien según cuentan le sugirió que se dedicara a otra cosa mejor. Para dar un ejemplo: mientras Víctor Jara en los setentas cantaba "El alma llena de banderas", el Payo pesca su banyo, y arremete con la historia de "dos cabros calientes", que no encuentran motel y terminan atracando en el parque (Il Bosco).
El Payo estaba en otra y prefiere contar una anécdota de juventud como su amor plantónico por la actriz Doris Day, y patear la perra por no encontrar a ninguna chiquilla ni parecida a ella en el puerto. O cantar la historia de una pareja como cualquiera, que busca poder compartir después de una semana de pega en donde no se vieron ni la nariz (la Nelly y el Nelson).
"Se van al parque a pololear, trabajan toda la semana esperando poder pasear. La Nelly y el Nelson se van despacito, como a otras parejas les gusta soñar. Los niños corriendo felices, no saben de su caminar", canta.
Hoy, perfectamente la Nelly y el Nelson podrían trabajar por el mínimo en un supermercado o haciendo aseo en una empresa. Y así con un sinfín de temas, que van retratando el día a día, de la mano de palabras simples y poca metáfora.
"Se llama tributo, no se llama muchas cosas. Mi primer acercamiento fue cuando me ofrecieron participar y dije que bueno, al principio no entendí mucho, pero después de más o menos dos meses entendí que eran profesores y colegios y que ellos escogían las canciones. Lo que me ha sorprendido y me ha gustado es que han hecho samba canuta con cada canción. Ellos las montaron como les corresponde a la edad supongo, a una versión 2009 de canciones que tienen desde 40 años hacia abajo", cuenta el "Payo tributado", una vez en el lugar de los hechos, el Colegio Villa Aconcagua de Concón. Pese al temporal, la micro llegó y ya están en el lugar.
Suena el timbre anunciando el fin del recreo, pero los alumnos de media se quedan en el patio a escuchar lo que a primera vista pareciera un acto cívico más. Pero hoy no es lunes ni se celebra ninguna efeméride. Hay mucha más gente que de costumbre para un "acto" y muchas caras desconocidas. Algo raro pasa. En poco rato más comenzará "Cuando era guailón", tributo a Payo Grondona. Un pendón lo anuncia. ¿Quién es Payo Grondona? Pocos saben que el pelado de aire bonachón, medio escondido entre los pilares del anfiteatro es Gonzalo Grondona. "Se parece al viejo que salía con los libros en la tele", comentan unos cabros que lo miran para callado de lejos, pero con el volumen suficiente para que uno se diera cuenta. Es la primera vez que la mayoría escuchará algo de él. Y les intriga. Eso, y cómo se devolverán a sus casas tras el aguacero.
Comienza el espectáculo. Un profesor bien pinteado de terno negro, saca de su bolsillo unas tarjetas y oficia de señor Corales entre tema y tema. A la organización le gusta su cometido, y ya piensan en que los acompañe para las otras presentaciones. El show lo inicia el conjunto del mismo Colegio Villa Aconcagua, con la canción "Nunca se supo", escrita por el Payo en 1995 dedicada a un bar del mismo nombre, cerca del Mercado Cardonal de Valparaíso, donde remataban los músicos y artistas de las boites y casas de niñas del Almendral.
Al igual que en el resto de los temas, el profesor de música respectivo junto a su curso reversionó la canción como más le acomodara. Ese curso se fue por el lado más coral, y armó un coro de niñas, sacando risas entre el público cuando entre los versos del Payo se cuela la palabra "maricón", cortando de frentón lo bucólico del coro. Algo parecido pasa con otros temas del tributo, como "La circunvalación Américo Vespucio", dedicada a retratar las brechas económicas, existentes en Santiago: "La circunvalación es democratizante. Al norte los pirulos, al poniente los picantes. La circunvalación, obra de ingeniería. Al oriente negociados, al poniente cesantía". Lo mismo con "Corazones Partidos", una sátira a lo que ocurría en la política de los setentas. Pero los peques poco cachan de su significado y simplemente se dejar llevar por el ritmo. Cantan.
"Todas las canciones mías tienen muchas zancadillas, lo admito. Pero esa es la validez de la elección de este repertorio, ellos lo interpretaron como se les dio la gana, a su pinta. La cueca ("Corazones partidos"), creyeron que era de amor o algo así, y no supieron toda la historia que tenía. La circunvalación Américo Vespucio la desmenuzaron como si fuera un pollo y al juntarlo apareció un pato. Lo que tienen mis canciones es que algunas son actuales, siguen en el tiempo. Algunas son antiguas, pero no son añejas, porque de repente hay canciones añejas. Lo mismo de "Il Bosco", es algo que ya no pasa, porque en aquel tiempo habían tres moteles, pero ahora tenís moteles pa' tirar a la chuña. Acá los niños le sacaron la letra. La actualización de las canciones lo hizo el profesor con ellos, no me cabe en la cabeza que los arreglos estén impuestos, porque por mucho que digan los profes algo, los niños meten mano de acuerdo a sus emociones. No es un tributo en que se trate de cantar "igual que", y eso es lo bonito, lo que me tranquiliza", cuenta Grondona, quien ahora guitarra en mano se sube al escenario a cantar algunos temas. Comienza con Il Bosco, pero para tranquilidad del director del colegio, lo deja inconcluso antes de llegar a su parte álgida.
No depende de mí, yo no presentaría un proyecto similar para el 2010, no podría ser tan egocéntrico. Tampoco tengo la paciencia para meterme a hacer un taller y enseñar algo. Además estoy en plan de retiro, después de hacer un disco nuevo este año, comienzo a irme para la casa, o mejor dicho a quedarme más en ella. Las composiciones ya las tengo hechas, al igual que los arreglos. He compuesto unas 120 canciones en mí vida. Una cagada, una flojera absoluta. De repente surgen ideas para nuevas canciones, pero no tengo pensado seguir componiendo.
Suena el timbre de nuevo, algunos alumnos ya se han retirado, la lluvia y el chapotear pudo más. Pero la mayoría se queda atornillado en su asiento escuchando el resto de las presentaciones a lo largo de una hora y media. Para finalizar Payo y los jóvenes terminan entre todos cantando "Cuando era guailón". Se ríen. J