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La metamorfosis de los palafitos castreños

De típicas viviendas de barrio han pasado a convertirse en hoteles y restaurantes.

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l M. Eugenia Núñez G.

Junto a sus iglesias, la arquitectura de Chiloé y, en particular, de la ciudad de Castro la constituyen los palafitos.

Estas peculiares casas que reciben al visitante a la entrada sur y norte de la ciudad se han transformado en una de las postales más representativas de la identidad cultural patrimonial de la zona y no solamente por su valor tangible, sino también por todo lo que estas construcciones han significado para el desarrollo del diario vivir del isleño.

Los hermosos diseños de madera y tejuelas de alerce de los palafitos se emplazan por dos frentes. Uno de ellos está por sobre el bordemar con gruesos pilotes de luma y con fachadas coloridas, con algunas terrazas que cumplen en ciertas ocasiones las funciones de patios y también para el trabajo de pesca, donde los hombres de mar amarran sus embarcaciones antes de zarpar en busca de peces y mariscos dependiendo de la marea.

El otro frente da hacia la calle, constituyendo los barrios, que son de los más antiguos de la capital provincial, como son los del sector de Pedro Montt I y II y Gamboa.

Cuenta la historia popular que estas viviendas empezaron a construirse en los pueblos de la provincia a fines del siglo XIX, cuando comenzaron a arribar campesinos que no tenían otro espacio para construir, sin embargo, muchos de ellos fueron devastados tras el terremoto y maremoto de 1960, siendo Castro la única capital comunal chilota donde quedan amplias áreas de estas edificaciones.

Hoy, en pleno siglo XXI, estas emblemáticas construcciones que tanto visitante han atraído al Archipiélago han sucumbido ante la modernidad. Por una parte, es sabido que muchos de sus moradores, principalmente adultos mayores, deben sortear problemas de salud por la alta humedad que concentran estas casas al estar levantadas sobre el mar y, por otra, deben lidiar con la contaminación del agua y la falta de alcantarillado.

A lo anterior se suma un punto no menor: no poseen sus dueños títulos de propiedad, pues -según la legislación chilena- las playas son fiscales y ningún particular puede ser dueño de terrenos que se hallen por debajo de la línea de las mareas más altas. A pesar de esto, se han realizado compraventas de las viviendas y varias de ellas se han transformado en exclusivos recintos hoteleros y gastronómicos.

Y es precisamente sobre este último punto que la sociedad castreña ha levantado la voz. Algunos critican fuertemente que inversionistas provenientes de otras latitudes del país puedan adquirir un palafito, en algunas ocasiones a bajo precio, y los transformen en hostales o restaurantes, pues atentan contra la cotidianidad de estos sectores. Otros aseguran que mientras se respeten las tradiciones insulares y la arquitectura sí se puede convivir con estos "nuevos integrantes del barrio".

A juicio de la presidenta de la Junta de Vecinos Blanco, que alberga las calles Pedro Montt y Lillo, Graciela Álvarez, la llegada de estos "afuerinos" no sería muy productiva, pues "contribuyen a que la vida de barrio vaya desapareciendo".

"Estos barrios son muy antiguos y albergan a familias muy antiguas de Castro, en donde la solidaridad y el concepto de minga se da y no queremos que estos se pierda con la instalación de hoteles y restoranes. También entiendo a la gente que quiera vender sus palafitos, pero la idea es que esto no siga aumentando", afirma la dirigenta.

La líder vecinal además arguyó que es de suma importancia que se recupere este patrimonio y subraya que las iniciativas que hoy se han estado llevando a cabo para ello, como los trabajos de los estudiantes de Arquitectura de la Universidad de Concepción de pintar las fachadas de estos inmuebles, fue un aporte muy significativo para su resguardo.

"Desde el año 2008 que junto al entonces diputado Claudio Alvarado (UDI) comenzamos a trabajar el tema de la regularización de estas propiedades; hoy a través del Minvu se está llevando a cabo un proyecto, que se realiza con subsidios de Autoejecución Asistida y que está enfocado en el mejoramiento de los palafitos que presentan distintos niveles de deterioro, tanto en sus fachadas como en los pilotes que los sostienen", menciona la isleña.

En tanto, su símil de la Junta de Vecinos 12 de Febrero del sector de Gamboa, Marcos Álvarez, expuso que la compra de palafitos por inversionistas particulares para su uso comercial se da por un vacío legal que es necesario subsanar.

"Aquí el privado está comprando palafitos y los transforma en hoteles o restoranes porque hay un vacío legal; por ello, es de suma importancia que se logre materializar la ley que regularice esta situación. He sabido que incluso han llegado a ofrecerle a algunos vecinos la suma de 50 millones de pesos por su casa", reconoce el castreño.

"En cuanto a si interfiere o no a la vida de barrio, considero que no, pues no hay contaminación acústica pero sí hay un tema con los espacios para los estacionamientos, las calles se ven colmadas a veces de vehículos y los dueños de las viviendas no tienen dónde dejar los suyos", agrega Álvarez.

Consultado al respecto, el alcalde de Castro, Nelson Águila (DC), sostiene que hace más de cinco años que el municipio está trabajando para que se cree una ley que regularice la tenencia de los palafitos y que también tengan una categoría especial por su valor nacional.

"Hemos visto como algunas familias han vendido sus casas y como esto ha traído consigo un cambio en la vida del bordemar. Sin duda, los palafitos reflejan una parte de nuestra cultura y debemos protegerlos, por ello como municipio hemos visto la posibilidad junto al Consejo de Monumentos que puedan ser declarados como Zona Típica", asegura el edil.

A su vez, el presidente del Colegio de Arquitectos, Delegación Chiloé, Jorge Espinosa, manifiesta que "la evolución de la ciudad es algo que no se puede detener y que nadie puede ir en contra de ello".

"Hemos conocido a los palafitos principalmente como viviendas pero con el auge del turismo se han ido transformando en tiendas de ventas de productos artesanales, en cafés y otros servicios y eso es algo normal, adecuado al desarrollo de las ciudades", puntualiza el profesional, quién destaca la labor emprendida por el municipio, los dirigentes sociales y el Gobierno en la protección de estos inmuebles a través de la creación de una futura norma.

Asimismo, el arquitecto recalca que una medida de protección de estas emblemáticas postales es que el Concejo Municipal de Castro denomine a los barrios que albergan a los palafitos como 'zonas de conservación histórica'.

"Esto es un trámite que tiene su aprobación en la Seremi de Vivienda y después en el Consejo Regional. Con esta nominación ya aprobada, la Dirección de Obras Municipales puede generar un plano excepcional, en el cual se define todo respecto a la arquitectura, como escalas, altura, distanciamiento, relación entre los vecinos, materiales de fachadas. Es un trámite relativamente ágil que el municipio podría hacerlo", sentencia Espinosa.

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