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Circo y arte callejero invaden los barrios de Ancud con toda la alegría y el talento juvenil

En calles y poblaciones de la ciudad del Pudeto niños y adolescentes vibran con la disciplina que crece día a día.

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l Luis Contreras V.

El Segundo Festival de Circo y Arte Callejero de Chiloé realizado en Ancud marcó para los seguidores de este tipo de expresiones populares la consolidación de un metódico trabajo, el cual ha comenzado a arraigarse en los barrios de esta comuna chilota.

Su creador, el artista y director de la compañía Circo Ancud, Gabriel Piña, explica la génesis de una idea que se remonta hace 14 años, cuando aún residía en Santiago y que gracias a un largo peregrinar logró plasmar con incipientes talleres de arte en las poblaciones ancuditanas. Enfatiza que la pasión por este tipo de arte escénico se fundamenta en la estrecha relación que tuvo con actores con quienes compartió en su propio hogar y que más de alguna enseñanza y motivación le dejaron.

"Desde muy chico viví en casas donde estaba lleno de actores, Andrés del Bosque, Oscar Silva que son grandes actores de Chile y que crearon la obra: Las siete vidas del tony Caluga, viví con ellos un tiempo y desde allí nació esta cosa del circo", recuerda.

Todo el trabajo heredado en la capital se tradujo en el complejo y admirable arte del malabarismo, el cual encontraría principalmente entre jóvenes de Ancud las mismas motivaciones que Gabriel Piña abrazó en su oportunidad.

Agrega que la escasa formación profesional existente en Chile impulsó al artista a buscar oportunidades más allá de nuestras fronteras, explicando que "me fui a Argentina, estuve en Buenos Aires estudiando circo gracias a una beca que me dio el Gobierno, a través del Consejo de Cultura, después estuve en Francia buscando algunas especializaciones".

La recordada compañía ancuditana Circo Volante sería otro nicho con una fuerte experiencia en el arte circense callejero, que dejaba entrever la fuerza de eventos artísticos al aire libre y que con el correr del tiempo comenzaría a traducirse en resultados de real significancia, para potenciar un evento artístico de mayor envergadura.

Pero el trabajo previo a un certamen festivalero no fue menor, toda vez que se organizaron convenciones de circo durante diez años con jóvenes de los barrios de Ancud. "En este minuto la mayoría está estudiando o trabajando afuera, algunos dedicado al arte y otros no", añade Piña.

A partir de este fenómeno un grupo de adolescentes tomó en serio la necesidad de practicar y ensayar números de arte callejero, teniendo como espacio natural la actual Casa de la Cultura y que en su momento fue acondicionada para el desarrollo del trabajo formativo a nivel local.

"Lo arreglamos porque era una palomera, entonces nosotros lo tomamos, lo limpiamos, hicimos murales, talleres, empezamos a darle vida y desde allí nos llamaron del municipio y se armó el proyecto de la Casa de la Cultura", recuerda el artista.

El interés juvenil por los talleres tendría sus resultados producto de las presentaciones que se ofrecían en los distintos liceos de Ancud, siendo determinante para que los potenciales artistas se sumaran al proyecto el cual hasta el momento no se ha detenido. Piña sostiene que "los chicos venían porque les interesaba, porque igual es muy entretenido, además no solo es una disciplina como arte sino que también es muy divertida, es un juego al final".

Debido al éxito de los talleres en el centro de Ancud, se opta durante los últimos cuatro meses por llevar el mismo trabajo escénico a las poblaciones sellándose gracias a un convenio con las juntas de vecinos, para aterrizar en la sede social del sector Comandante Araya. La experiencia fue bien aplaudida entre los alumnos de la compañía Circo Ancud que han sido partícipes de los dos últimos festivales de circo y arte.

Katerine Artigas, alumna desde hace dos años del grupo y futura estudiante de pedagogía en educación física, admite que los momentos vividos le han permitido explorar este tipo de alternativas en el mundo del arte circense.

"Llegué por una conocida, decidimos ir al taller y me quedé allí, por ahora estamos en un receso, pero ensayamos todas las semanas y estuvimos ensayando a full con motivo del festival, yo hago trapecio", acota la joven de población Cardenal Silva Henríquez.

Una realidad similar es la que ha vivido Bryan Guentelicán del barrio Caicumeo, quien antes de ingresar a Circo Ancud practicaba gimnasia artística. "Me juntaba con un amigo e íbamos a la playa porque no teníamos muchos espacios", aclara.

Explica que desde el break dance pasó a involucrarse en ejercicios de mayor complejidad, pero cargados de adrenalina y emoción que lo han llevado a presentarse ante el público local. "Practiqué todo lo que había, tela, trapecio y desde hace dos años estoy con Gabriel y ha sido bonita la experiencia porque he aprendido hartas cosas", señala.

Con ilusiones y expectación los integrantes de la compañía Circo Ancud llegaron a la segunda versión festivalera de verano y que tuvo como escenario la Plaza de Armas. El público disfrutó no solo del trabajo del colectivo local sino que también de las agrupaciones que fueron invitadas a ser protagonistas de este tipo de expresiones que se han paseado por las distintas ciudades del país.

"Ya son dos años, el festival ha sido súper positivo, el primer año fue un poco más apretado en términos de producción porque no teníamos la experiencia de hacer el festival, y la gente se lo tomó muy en serio y este segundo año creo que la reventamos", reafirma Gabriel Piña.

El clima de alegría que solo irradia el mundo del circo de calles y barrios dejó una nueva enseñanza de vida entre los jóvenes que desde Ancud han puesto en escena sus técnicas en la altura y ante la admiración de los cientos de espectadores que se agolparon en el principal paseo público de la ciudad.

Mientras tanto, los talleres de trapecio y disciplinas afines siguen invadiendo calles y poblaciones siempre en busca de niños y adolescentes que sientan el llamado que solo es capaz de producir el arte callejero. J