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Así se produce el vino más alto del mundo

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l Rodrigo Ramos Bañados

En realidad a nadie se le pasó por la cabeza transformarse en un viñatero. Pero al examinar las expectativas, la conversión fue rápida. Jubilados de la minería y agricultores de pronto pudieron darse el lujo de alardear que gozan de una exótica viña. Este empeño por plantar trepadoras comienza a ser visible en los alrededores de Toconao, ubicado a 38 kilómetros al sur de San Pedro de Atacama, Región de Antofagasta. Son viñas que conviven con la inmensidad blanquecina del Salar de Atacama y bajo la presencia tutelar del volcán Lascar. Viñas que a ratos pueden parecer sacadas de una crónica marciana.

La idea comenzó tímida, pero luego prendió. En Toconao y sus alrededores asimilaron que el vino posee características que lo hacen distinto al resto. Toconao, Zapar, Peine, Talabre, Socaire o el valle de Puqui son lugares que, al oído gringo, pueden parecer extraños y misteriosos. El exotismo seduce a los turistas.

La principal singularidad de los mostos, y esto está escrito en la etiqueta, es que se elaboran a 2 mil 400 metros sobre el nivel del mar (sería más fácil medir la altura por metros bajo el intenso cielo azul). Es decir, son los más altos del planeta.

Lo otro que aparece en la etiqueta es el nombre del productor. El vino de Romualda Muraña, 51 años, por ejemplo, es de la variedad Syrah. La señora Romualda y su esposo Wilfredo Cruz pueden decir que tienen la producción más alta de esa cepa en el país. A ellos la viticultura los hace mirar el futuro con optimismo.

Ayllu es la marca que reúnen los mostos de los distintos productores. Se trata de vinos tintos, blancos y rosados como el color de las plumas de los flamencos, algunos más intensos que otros. Ninguno se parece entre ellos. Vinos con identidad que no son comparables a los que se producen en la zona central del país. Vinos distintos, como para descorchar en un asado de carne de llama, por ejemplo. Vinos que desafiaron a algunos enólogos, quienes dijeron que era imposible producir un vino premium en un lugar tan inhóspito.

Sin embargo, lo están haciendo.

La Feria Costumbrista de la Vendimia (que celebró la cuarta cosecha), organizada por la municipalidad de San Pedro de Atacama, Indap y la empresa SQM, exhibió a un pueblo radiante. En la feria se ofertó todo lo que producen los pueblos de alrededor: membrillos, hierbas medicinales, enormes zapallos italianos, habas naturales y confitadas, empanadas del tipo salteña (con papas), mermeladas, carnes de llamo, miel y ajíes, entre otras cosas.

En la plaza del poblado se dispusieron mesas para almorzar. En un vértice se instaló un escenario donde pasaron autoridades, empresarios y agrupaciones musicales. A un costado del escenario se instalaron unos recipientes con uva, donde un par de chicas molieron el fruto con sus pies, acto que captó la atención de los asistentes. El sumo morado fue bebido.

El producto estrella era el vino. Toconao le tomó cariño al brebaje. Las alrededor de dos mil personas esperaban con ansias empinar el codo a cada una de las cinco variedades expuestas. Había gringos y chilenos. En consecuencia, la degustación fue muy bien recibida por los asistentes.

Ahí estaba Dionisia Cortés instruyendo cómo se cata un vino. A su lado, el moreno Anjel Puca invocaba la historia para decir que Toconao siempre hizo vino pero en pequeñas cantidades, nunca como estos. En total, eran 20 agricultores.

Anjel Puca, 63 años, estuvo ligado a la elaboración de vino criollo. Hoy, las 470 plantas de Puca, en mil metros cuadrados, le brindaron 619 botellas del vino Ayllu. Cada botella de 750 mililitros la vendió en Toconao a alrededor de 12 mil pesos.

El precio sube al pasar la frontera del pueblo. Los vinos ya aparecen en las cartas de los restoranes y hoteles de San Pedro de Atacama. En promedio, los restoranes venden el vino Ayllu a 20 mil pesos. No se puede dejar de probar un vino producido en ese fascinante panorama. No se puede. Es como beberse parte del paisaje o irse con este adentro.

Y cada vez más toconares quieren ser como Anjel Puca.

Ahora Toconao piensa en grande. De cuatro mil litros proyectados para este año, se pasará a 6 mil litros el 2015. Todo indica que la demanda subirá. No es raro aventurar que pronto habrá más vides en el pueblo.

La relación de Toconao con el vino es antigua. La vid conocida como país o criolla fue introducida por los españoles para elaborar vino para las misas. Se cita al jesuita Francisco de Carabantes como el precursor en la elaboración de vino en el sector.

Desde 1548 que la tradición permanece en el pueblo. Desde 2009 que las parras dejaron la timidez.

El vuelco de esta historia lo produjo el programa Atacama Tierra Fértil, de la empresa SQM (que explota litio, entre otras cosas, en el Salar de Atacama). Puca dice que, a través de este apoyo, se logró profesionalizar la tradición vitivinícola y transformarla en un negocio rentable para los productores. Entre otras innovaciones, hoy las plantaciones cuentan con riego tecnificado y automatizado, equipos fotovoltaicos de energía. A esto se suma la asesoría de enólogos y expertos en las diferentes etapas del proceso. Detalle importante es que la empresa hace seguimiento a sus programas comunitarios, asunto que hace la diferencia con respecto a otras mineras.

Pronto vendrá una bodega para vender vino, lugar que se insertará a las rutas turísticas que cruzan el sector.

Anjel Puca nos vierte vino en nuestra copa. Con entusiasmo nos invita a degustar. Es un vino tinto aromático, intenso. J

l Hoy Toconao cuenta con una plantación de 20 mil parras de las variedades Pinot Noir, Malbec, Petit Verdot, Syrah y Chardonnay, distribuidas entre 19 productores. En 2008 había 1.600 parras repartidas en distintos terruños entre San Pedro de Atacama y Toconao.