Las vivencias de la única carbonera de Lemuy
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Sentada en la cocina de su humilde hogar en el sector rural de Hueñoco, isla Lemuy, Ofelia del Carmen Quelimpani recuerda sus años como carbonera y cómo este sacrificado oficio que llevó a cabo junto a su difunto marido logró sacar adelante a toda su familia en una época en que las oportunidades laborales escaseaban en Chiloé.
Hoy, a sus 74 años y retirada de estas labores, la longeva mujer explica que se inició en la elaboración artesanal del carbón a los 20 años, recién casada y con unos pequeños hijos acuestas.
"Mi marido empezó en esto y me enseñó, pasé muchos años trabajando en el carbón, es un oficio muy sacrificado, pues durante su elaboración no hay tiempo para el sueño ni el descanso, pues tanto de día como de noche debemos cuidar el proceso, pues de lo contrario se puede quemar toda la producción y con eso también la escasa plata que obtenías por los sacos", rememora.
La dueña de casa detalla que el proceso de elaboración del carbón vegetal, antiguamente utilizado para la calefacción de los hogares a través del popular brasero, se iniciaba en el monte con el corte de leña como roble y canelo. Luego proseguía la preparación del suelo.
"Yo misma cortaba la leña en el monte, las mujeres chilotas siempre somos más empeñosas que los hombres, luego arreglaba la leña a ñeque y la trasladaba a la casa a hombro o en carretilla. Más tarde, hacía el horno que tenía enormes pilas de leña y lo tapaba con ramas, tierra y champas de pasto; lo importante es que la tierra con que se cubría debía estar un poco suelta para permitir su evaporación. Luego se le prendía fuego en la parte inferior y de ahí a cuidarlo día y noche, pues si ardía mucho y no se machucaba con un combo se quemaba toda la leña, se hacía ceniza y, por ende, no salía carbón. Después de esto uno iba viendo si la pila de carbón ya estaba estable y eso indicaba que ya estaba listo para sacarlo. Todo lo anterior, vale decir el proceso, había que cuidarlo un par de días, exponiéndose uno al calor y al humo", manifiesta la lemuyana.
"Este oficio que hoy pareciera estar en retirada en Chiloé es un trabajo muy complicado, sucio, que te trae enfermedades respiratorias y que además es muy mal pagado. Yo trabajé como 40 años en esto, lo dejé por problemas de salud y por mi avanzada edad, porque ya las fuerzas no eran las mismas como cuando una es joven, además que mi compañero (marido) se puso malito de salud durante diez años y luego se murió", reflexiona la abuela mientras se toma una taza de café.
"Con mi marido juntábamos el carbón y lo colocábamos en sacos, y así lo vendíamos; bajamos esos sacos a pulso desde el sector de Pindal a Puqueldón, en mi hombro cargaba todo ese peso como pocas mujeres lo hacen hoy. En la actualidad tengo entendido que pagan mejor el saco de carbón, pero en esos años era muy mala la plata, como 200 pesos por saco", agrega la campesina.
Ofelia del Carmen Quelimpani tuvo nueve hijos, hoy siete de ellos están vivos, pero ninguno quiso siguir sus pasos.
"Con mi trabajo y el de mi marido sacamos adelante a todos mis hijos, nunca les faltó comida gracias a Dios, también trabajamos las labores del campo a través de la siembra de papas, ajos y el cultivo de una huerta con legumbres que luego llevaba para Chonchi a vender y así crecí a mis hijos, siempre laborando en lo que se podía. Ninguno de mis hijos quiso aprender el oficio del carbón, apenas pudieron muchos de ellos se fueron a otra parte a trabajar, solo una vive acá en la isla, tres de ellos se fueron a Punta Arenas, otro está en Coyhaique y una de las mujeres en Calama", aclara.
extinción
Al consultarte a la ex carbonera qué opina sobre la masiva desaparición de este y otros oficios que por décadas reinaron en el Archipiélago de antaño, aclara que a los jóvenes nos les interesa aprenderlos y que prefieren emigrar a las ciudades, en vez de quedarse en el campo.
"Acá es muy difícil para vivir, yo los entiendo en cierto modo. Ahora hay trabajo en las pesqueras, pero antiguamente no había nada y tenían las familias que abastecerse de su propio trabajo, del autoconsumo de los productos que nos daba la tierra, crecer chanchos, gallinas y corderos para venderlos más tarde. Era todo muy sacrificado y obligado a hacer lo que el medio te ofrecía porque había que subsistir", comparte.
La última carbonera viva de Lemuy y una de las últimas exponentes de este oficio en Chiloé reconoce que una vez que ella se muera, lamentablemente este oficio desaparecerá con ella, por lo menos en su natal Puqueldón.
"Es una lástima que esto esté destinado a morir, pero la cosa es así nomás, nadie quiso aprender el arte de hacer carbón, las nuevas generaciones le hacen el quite al trabajo bruto. Lástima también porque, quiéralo o no, esto es parte de nuestra cultura, que viene de nuestros antepasados. Ahora miro hacia atrás y veo cuánto me esforcé, cuánto sufrí no solo en esta labor sino en la vida misma, porque hoy todo es más fácil, pero estoy conforme, los años me han dado la tranquilidad que necesitaba y ya estoy más descansada, tratando de llevar lo mejor posible mi vejez, solo me da pena mi campo que no lo puedo trabajar", indica la lemuyana.
"Hoy, al recordar mi vida, si tuviera que vivirla de nuevo lo haría, todo es un proceso de aprendizaje, solo le digo a los jóvenes que no se nieguen la oportunidad de aprender, quizás no mi oficio que es muy sacrificado, pero quizás sí otras cosas", finaliza Ofelia mientras recorre su sitio junto a su nuevo compañero, no escondiendo que el amor volvió a tocar su puerta tras su viudez. J