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Ryo, la joven japonesa que llegó a Chiloé, superó sus miedos y sueña con organizar una Teletón

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cronica@laestrellachiloe.cl

En octubre de 2013, la japonesa Ryo Kurihara (17) se enteró de que viajaría a Chiloé. Había postulado a un programa de intercambio a través de AFS (American Field Service), una organización internacional, sin fines de lucro y voluntaria, que cuenta con una sede en Castro, y que ofrece a estudiantes de educación media la posibilidad de vivir una experiencia intercultural en otro país, convivir con una familia y asistir a un colegio por un año o semestre académico.

Para postular a un programa de intercambio, los jóvenes de entre 15 y 17 años hacen un listado con los países de preferencia. Chile era la quinta opción de Ryo, después de Alemania, Australia, Nueva Zelandia y Argentina.

miedo

La joven recuerda que cuando se enteró de que había quedado seleccionada para viajar a Chile, sintió muchísimo miedo porque "lo único que sabía de este país era que aquí estaba Isla de Pascua y que había vino, pero nada más".

Además de no hablar ni una sola palabra en español, pasaría de vivir en Tokio, una de las ciudades más grandes del mundo, con más de 13 millones de habitantes, a un rincón al sur del planeta, donde la ciudad que la acogería tiene poco más de 40 mil habitantes.

El 23 de febrero de 2014 y después de casi dos días arriba del avión, la joven japonesa llegó a Castro, a la casa de los Llauquén Díaz. Estos chilotes ya habían vivido la experiencia de un intercambio, pues Juan Alejandro, el menor de los hijos, viajó en 2012 a través de AFS a China y para él la experiencia resultó inolvidable.

Patricia Andrade, encargada de AFS en Castro, cuenta que desde 1999 reciben extranjeros en toda la provincia.

"El primer estudiante de intercambio que llegó fue un ´gringuito´ y el primer chilote que salió de la Isla a través de este programa se fue a Dinamarca", dice.

Partieron como un comité pequeño, de tres voluntarias, y hoy ya tienen más de 30 postulantes chilotes, y ocho extranjeros viviendo en el Archipiélago, de países como Finlandia, Tailandia, Italia y Japón.

Mireya Díaz es la madre chilena de Ryo. Cuenta que las primeras semanas de la joven fueron difíciles. "Llegó muy asustada porque no sabía a qué venía ni con qué familia se iba a encontrar", aclara. Añade que ella solo sonreía y daba las gracias. "No sabía nada y no podía hablar. Tenía mucho miedo", relata.

gustos

La hermana chilena de Ryo, Carla Llauquén, explica que al comienzo fue complicado porque "no sabíamos si le gustaban las cosas o no. Lo único que entendíamos era cuando estaba cansada, porque se quedaba dormida", dice riendo. Con señas y sonidos, lentamente la familia se las ingenió para enseñar el idioma a la muchacha, hasta que hoy, luego de diez meses, se comunica en un casi perfecto español.

Después de que los estudiantes postulan al programa para llegar o salir de Chiloé, AFS hace una selección. Algunos de los requisitos son tener buena salud, un buen rendimiento académico -promedio sobre 5,5- y no haber repetido de curso. Pero lo más importante es cumplir con ciertas características, como ser flexibles, tolerantes y abiertos a los cambios.

Y es que "no todos estamos preparados para vivir una experiencia de intercambio", señala Patricia Andrade. La encargada advierte que "el éxito de la experiencia depende en un 50% del propio estudiante y de su capacidad para adaptarse, el resto lo da la familia, el colegio y la comunidad. Pero si uno no pone de su parte no tienes cómo salir bien de esto".

Ryo y sus familiares pusieron de su parte y lograron un lazo que hoy es difícil de romper. "Ella es una niña muy inteligente, todo lo que se propone lo consigue. Haberla recibido fue maravilloso, porque llegó a llenar muchos espacios. Es una hija que cualquiera quisiera tener", apunta Mireya.

liceo

Cuando los extranjeros llegan de intercambio a Chiloé, además de una familia, se les asigna un colegio. Ryo se integró a tercero medio del Liceo Galvarino Riveros Cárdenas. Y apenas se le pregunta sobre cómo fue su adaptación en el establecimiento, ella indica casi gritando: "¡Mis compañeros son bacanes! Son muy simpáticos y me ayudaron mucho este tiempo". Cuenta, bajando un poco la voz, que el primer día de clases uno de sus amigos le hizo una lista con todos los garabatos que debía saber.

Ryo afirma que "Chiloé y Japón son ´súper´ diferentes. Los chilotes hablan y comen mucho, y son más cariñosos".

Una de las mayores diferencias entre su cultura y la de los chilotes, revela la muchacha, es el horario, pero ella logró adaptarse. "La Ryo era muy estructurada. Y el tema del horario fue difícil. Los japoneses están cinco o diez minutos antes en un lugar, pero el chileno cinco o diez minutos después", explica su hermana Carla Llauquén.

Ryo recuerda que cuando una de sus compañeras le dijo que las fiestas comenzaban a las doce y duraban hasta las tres o cuatro de la mañana, se asustó. "Pensé: ´¡Y a qué hora voy a dormir!'", relata riendo. "En Japón a las doce de la noche estamos durmiendo y nos levantamos como a las ocho de la mañana", agrega.

La comida también fue un tema para Ryo, porque en su país se sirve "más carne y pescado". Susurrando, la chica revela que se va con varios kilos de más, porque "¡acá usan mucho aceite! Ustedes comen hartos completos y muchas, muchas papas", enfatiza.

Ryo expresa, emocionada, que una de las lecciones que se lleva a su país es haber aprendido a "disfrutar". "Ustedes los chilenos ríen mucho y son muy simpáticos. Los japoneses son más serios, más tranquilos y de repente son fríos", describe.

Por eso las fiestas fueron para esta joven asiática otra experiencia completamente nueva. Pasó de escuchar música norteamericana a bailar al ritmo del "reggeaton", esto considerado que en su país "no se baila casi nada", comenta.

Es que en Japón son más disciplinados y cuando la muchacha piensa en regresar dice con una risa un poco nerviosa: "¡Me da miedo! Como ahora yo soy chilena-japonesa hablo harto y más fuerte. Cuando vuelva tal vez los japoneses van a decir ´¿qué onda la Ryo, por qué ahora habla tanto, qué le pasó?´".

inserción

Patricia Andrade manifiesta que de todos los extranjeros que llegan a Chiloé, "para los asiáticos la reinserción es más difícil, porque su cultura es muy estricta y jerárquica, no como aquí donde hay una relación mucho más cercana. De hecho, la mayoría aprovecha de teñirse el pelo y pintarse la uñas acá, porque allá no pueden".

Pero, sin duda, lo que más sorprendió a Ryo y lo que más le gustó de Chile fue, según ella, la Teletón. Y hasta le brillan sus ojos cuando se refiere al tema. El trabajo que hizo junto a sus compañeros para reunir dinero la entusiasmó tanto que se ha propuesto estudiar alguna carrera social para crear ella misma una versión en Japón.

Actualmente, en Chiloé hay ocho estudiantes de intercambio y Ryo es una de los cinco que partirá este 14 de enero de regreso a su país.

Patricia Andrade confiesa que "la mayoría de los extranjeros que llega a la provincia no quiere irse. Es muy fuerte la integración dentro de una familia, y muy potente el lazo que se forma en la mayoría de los casos, tanto, que dura para toda la vida".

La familia de Ryo en Chile asevera que llegó la hora de la despedida, y aunque les duele, están felices con la experiencia: "Conocimos una cultura que nunca pensamos que íbamos a conocer y aprendimos a convivir con personas que no son del núcleo", asegura Carla.

Ryo sabe que le quedan pocos días en la Isla, pero está contenta con todo lo que se lleva: "Ahora tengo amigos y una familia chilena, y sé que cuando me vaya de intercambio a otro país ya no voy a tener miedo. Hoy día me siento más valiente". J