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El Pudú sorprende revelando naturaleza y tranquilidad a visitantes en el sur de la Isla

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cronica@laestrellachiloe.cl

Entre el bosque nativo y los canales del interior del Archipiélago, Quellón esconde maravillas que sorprenden a sus visitantes. Es el caso del Parque El Pudú, un sueño que se remonta a Isla de Pascua y que trajo a dos visionarios emprendedores a radicarse en el sur de Chiloé, del que se enamoraron e hicieron su hogar. Un lugar que ha encantado a quienes tienen la suerte de haberlo conocido y que ha abierto sus puertas a quienes gozan de la magia de la agreste naturaleza local.

El Pudú está ubicado en la bahía de Chanco-Yatehue, hasta donde se llega desviándose hacia el este, en el cruce del mismo nombre, 35 kilómetros antes de llegar a la ciudad de Quellón, yendo por la 5 Sur. El camino es de fácil acceso y bien señalizado, por el cual se puede recorrer incluso en vehículos menores y de tracción simple.

La historia comienza en Chanco, en la Región del Maule, donde nace Nelson Henríquez, uno de sus protagonistas y cuyo espíritu aventurero y decidido lo lleva a soñar a temprana edad con conocer nuevos parajes, más allá del océano.

"Cuando tenía 14 años vi una foto de la Isla de Pascua y me dije que algún día iba a viajar a conocerla", relata Nelson, quien conoció allá a su señora, Jenny Sheers, la compañera que le acompaña en este emprendimiento.

Luego de Rapa Nui, ya como pareja, comenzaron a recorrer Chile, en busca de un sitio donde establecerse definitivamente. En uno de ellos, se accidentaron y decidieron parar. "Le dije a mi señora que las cosas cuando se dan llegan solas y al pasar por la carretera vimos el letrero de Chanco-Yatehue y como yo me crié en Chanco, en El Maule, vimos esto como una señal, conocimos el lugar, nos encontramos en el camino con alguien que vendía este terreno y lo compramos".

Con alma de artista, Henríquez estudió electricidad, pero nunca ejerció, sino que decidió dedicarse a lo suyo. "Me apasiona el arte y hago esculturas, mosaicos, taxidermia, trabajo en madera, en hueso, construyo y diseño", enumera, mientras expone algunas de sus creaciones que adornan cada rincón de su casa, que en sí es una de sus obras artísticas.

Ese mismo arte y dedicación por los detalles es el que da carácter especial a cada uno de los senderos, con 6 kilómetros en total, que recorren este parque particular. Compenetrados íntimamente con el bosque, su ambiente y su fauna, puentes colgantes, pasarelas de madera, miradores, hamacas, sillones, cascadas artificiales, esculturas de madera, tirolesas y lagunas con aves, todo ello vigilado celosamente por huiñas que por las noches rondan estos parajes y por el día por grupos de pudúes que ramonean alegremente por los claros de monte.

Sí, son estos pequeños mamíferos los que dan el nombre a la reserva, según cuenta uno de sus mentores. "En la parte alta del parque hay grupos de pudúes que a veces sorprenden a los turistas que tienen la suerte de descubrirlos, aunque no siempre dejan verse. Hace una semana vinieron unos suizos y tuvieron la posibilidad de fotografiar y grabar en video a estos ciervos", comenta Henríquez.

Para los más aventureros está el cánopy, con casi 30 metros de altura y más de 290 de recorrido. Si bien la experiencia es extrema, con velocidades controladas de hasta 95 kilómetros por hora, la seguridad hace la diferencia e incluso niños suelen realizar esta adrenalínica actividad.

El encantador de aves

Otra de las vetas artísticas de Nelson es la de "encantar" a las aves domésticas -que hay muchas en el parque-, lo cual deleita a los niños que quedan impactados con la escena. "Para mí es algo normal, el que por ejemplo llamo a las gallinas y llegan todas o que los patos me obedecen, me siguen y les dan la bienvenida en coro a los turistas", cuenta, relatando que "por ejemplo, yo les digo 'llegó la Javiera y vamos a saludarla' y todos gritan a la vez y eso a los niños les encanta y los atrapa".

Además de las aves de corral que circulan libres por todo el bosque, en esta verdadera aventura natural se cuentan búhos, lechuzas, carpinteros, caturras, zorzales, tordos, diucones y chucaos. Todos ellos se ubican en los distintos hábitats que van desde el costero hasta el húmedo de altura, pasando por el bosque medio.

Otra característica del parque y que sorprende gratamente a los visitantes es que ubicados estratégicamente en algunos descansos intermedios, hay refrigeradores y coolers con refrescos y cervezas, para capear el calor y el cansancio. Todo está a la mano y el que quiera puede tomarlo, bajo un clima de confianza, donde se espera que al salir del recinto, por iniciativa propia, el que haya consumido lo cancele, sin la necesidad de cobrarle. "El que es honrado, paga", advierte Henríquez.

Es mismo histrionismo de Nelson y su relación con los animales es lo que deleita a los menores en otro pasaje del bosque, donde cuenta a las delegaciones infantiles la historia del lobo que luego de luchar con él fue encerrado y convertido en madera.

Alojamiento en la casa familiar, fogón, mesones, sitios para acampar, agua potable y caliente para ducharse, complementan este sueño familiar que Nelson y Jenny han querido compartir con quienes los visitan y que, de seguro, convertirán esta experiencia en un recuerdo atesorado en la húmeda vegetación chilota.

Alianzas

El Pudú tiene alianzas con diversos servicios de alojamiento de los alrededores, con quienes trabaja de forma constante, además de otros lugareños que ofrecen productos turísticos. De estos, uno de los más llamativos es el de navegaciones por los esteros marítimos del sector, zarpando desde la bahía Chanco.

Avistamiento de aves marinas como pingüinos y cisnes, lobos de mar y cetáceos como delfines es lo que el turista puede encontrar en el sector, ampliando la oferta de servicios y la entretención para quienes visitan estas tierras.

"Este sábado y domingo vamos a estar trabajando en la bahía Chanco, en la Fiesta del Trauco", comenta José Mansilla, un lugareño que está incursionando en el servicio de paseo marítimo, detallando que la navegación dura alrededor de una hora. "Hay lugares por donde pasamos donde hay cisnes y otros por donde hay delfines, por ejemplo, aparte de la isla Conejo, por donde también pasamos y hay pingüineras", menciona.

Mansilla comenta que si bien el sector de las pingüineras no está aún bien regulado y bajo este escenario el desembarque de pasajeros podría ser una opción para quienes quieran estar en contacto más directo con los pingüinos, en su servicio no incluye este tipo de acercamiento, para prevenir situaciones futuras de estrés u otras complicaciones para estas aves. J