Noly, el Quijote del tallado en la provincia
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Cuando la gente ama lo que hace, cuando se apasiona con lo que crea, cuando disfruta después de 40 años como si fuera el primer trabajo realizado, eso se llama vocación o simplemente amor al arte.
Así se toma la vida Noly Almonacid Low, tallador que vino al mundo hace 57 años en la isla Coldita, en Quellón. Nació en el seno de una numerosa familia chilota, compuesta por su padre, Onofre Almonacid Navarro y Amanda Low Bórquez, quienes criaron nada menos que 14 hijos.
Desde siempre este grupo isleño luchó contra la adversidad. Cuando el pequeño Noly tenía apenas dos años y medio, un incendio redujo a cenizas la casa familiar. El propio artesano evoca esos tristes momentos, enfatizando que "quedamos literalmente en la calle". Pero gracias a un vecino, como añade el propio artista, lograron salir adelante.
"Don Rodrigo Ojeda nos dio albergue en una casa de su propiedad en el sector de Punta de Lapas, sin cobrarnos un peso", aclara. Un gesto salvador que hasta el día de hoy lo agradece. Y una experiencia que también forjó su vida y su trabajo.
Después de irse a estudiar a Futaleufú, en 1975 Noly regresó a Quellón, en medio de una gran crisis económica. "En esos años ya habían unas plantas conserveras, pero la pega que ofrecían era casi exclusivamente para mujeres", recuerda. Esa compleja situación hizo que su ingenio comenzara a trabajar. Así, de pronto, se vio haciendo zuecos, popular calzado de madera en esos años, que fabricaba principalmente de tepa, por lo liviano que resultaba, y de ciruelillo.
La idea era que las mujeres que laboraban en las plantas de conservas usaran estos zapatos "de trabajo", que las mantenían un poco más alejadas del húmedo suelo donde desarrollaban sus labores.
socio
En este emprendimiento contaba con un socio eventual que aportaba con el cuero y Noly tallaba el calzado, a razón de tres pares diarios. Sin querer, esta incipiente sociedad lo llevaría a desarrollar su talento hasta desembocar en lo que es hoy su taller El Trauco.
Como herramientas para desarrollar este productivo trabajo en el cual estaba embarcado, Almonacid usaba formón y escofina. Un día, como detalla, "estaba trabajando en los zuecos y me fijé en un cuchillo zapatero. Ahí se me ocurrió que podía hacer un tallado". De alguna parte salieron los modelos. Dos figuras, de perfil, una de Diego de Almagro y la otra de Manuel Montt. Esos fueron sus verdaderos inicios en su pasión.
Rememorando aquellos dos primeros trabajos, Noly cuenta una anécdota: "En esos años había un personaje que yo admiraba por su trabajo, don Germán Triviño, carpintero de ribera, más conocido en Quellón como "Charcheta". A él le vendí los cuadros, en 10 escudos de esa época. Lo más curioso es que le gustaron porque encontró a Diego de Almagro parecido a un cuñado suyo".
Más allá de esta historia, el azar estaba a punto de darle otra demostración hacia lo que sería su vida futura. Es así como se cruza en su destino otra persona que sería clave en este recorrido: Ramón Ojeda, camionero y profesor quellonino, avecindado en Coihaique.
Estando un día en Quellón, este educador va a la casa de "Charcheta" y ve colgados los cuadros tallados. Pregunta al dueño de casa quién los había hecho y éste le responde que fue "el hijo del 'Caña de Centeno'", apodo por el que era conocido el padre de Noly. Picado por la curiosidad Ojeda se dirige a la casa Almonacid. Se encuentra con este joven de 20 años y lo alienta a pulir su talento. Un impulso que lo marcaría para siempre.
"Me dijo que la señora Carmela Avendaño, esposa de don Coke Vera, tenía una figura plástica del Quijote. Me pide que lo fuera a ver para que hiciera una réplica en madera", acotó el artesano.
Unos días más tarde parte a la casa del matrimonio a ver la figura del famoso hidalgo, sin pensar que se enfrentaría a su destino como tallador. Su encuentro con la figura fue memorable. Noly cuenta esta historia por primera vez y recuerda el instante en que "quedé tartamudo al pedirle a la señora que me prestara el Quijote por 15 días". Agrega que "lo envolví en un paño blanco y me lo llevé a la casa, a un galpón sin luz donde hacia los zuecos y que iluminaba con velas".
comprador
A pesar que su padre se oponía a su incipiente carrera como tallador y que lo forzó a trabajar consigo en la construcción de una casa, Noly se las arregló para terminar al Quijote. Junto a la figura principal incluyó un molino y a Diego de Almagro, siendo su hermano el encargado de comercializarlo.
"El primer comprador fue don Ángel Alvarado", indica Noly, añadiendo que recibió 70 pesos y le dio 10 a su hermano como comisión por la venta. Así se dio cuenta que sus obras podían generarle recursos.
Motivado por este éxito se puso a trabajar en otros dos Quijotes. Con ellos fue donde la autoridad máxima de esos años en Quellón, el teniente de Carabineros Claudio Escobar, quien le consultó cuánto cobraba por las figuras, insistiendo tres veces ante el silencio de Noly. Finalmente sacó el habla y respondió "60 pesos cada uno".
El oficial le compró ambos, sin antes decirle que tenía condiciones pero le faltaba un poco de técnica. A pesar de eso le comentó que se necesitaban artesanos en la ciudad y ofreció contactos para que pudiera vender sus creaciones. Noly cuenta que "el teniente me dijo que lo que necesitara, le avisara". Ante el ofrecimiento, el joven se acordó de la mala disposición de su padre para aceptar su talento artístico y se lo comentó al policía.
El teniente Escobar le hizo ver al padre de Noly el talento especial de su muchacho y que necesitaba perfeccionarse. Don Onofre asintió y su hijo dejó sus labores como carpintero en la obra que realizaban juntos.
Posteriormente, el oficial de Carabineros llevó al destacado escultor nacional Lorenzo Berg a la casa de los Almonacid-Low en Quellón. El organizador de las Ferias de Artesanía Tradicional de la Universidad Católica de Chile, fotografió las obras de Noly y le manifestó que "no te prometo nada, pero si llega a pasar algo con tu trabajo nos pondremos en contacto".
Así es como llega como invitado a la cuarta Feria Nacional y la primera Feria Internacional de Artesanía Tradicional en el Parque Bustamante de Santiago. Dado el éxito de sus trabajos en la muestra, fue invitado a la televisión, la radio e, incluso, y le hicieron reportajes. 25 años más tarde, Noly se juntó con su mentor en la ciudad de Santiago, el teniente Claudio Escobar, hoy coronel en retiro de Carabineros, con quien mantiene contacto hasta el día de hoy.
legado
Hoy, tras 40 años de trabajo, este quellonino ya no sabe cuántos tallados ha realizado. Solo dice "son miles, por lo menos uno diario durante 40 años". Igual que ayer, su material preferido es el ciruelillo "la mejor madera para tallar y es de la zona". Sus motivos son chilotes. La gente, su historia, su mitología. Sus herramientas, gubias y formones, se los compra a Eugenio Calderón, "un gran artesano de las herramientas", como lo describe.
A su lugar de trabajo de calle Gómez García en la ciudad puerto, llegan todos los días visitantes que han sabido del talento de este artesano. Casi todas sus creaciones son a pedido. Desde personas naturales, empresas, instituciones y hasta solicitudes del extranjero ha recibido. A pesar de los premios que ha ganado, insiste que el mejor reconocimiento es de la gente. Lo pone feliz el cariño de las personas que lo visitan en su espacio de trabajo.
En su taller El Trauco, siempre está activo junto a sus dos cercanos colaboradores: Noly hijo, que según el padre, tiene un talento innato y que garantiza que "hay Noly para rato", y Alejandro Manquemilla, un hábil joven en situación de discapacidad auditiva que también llena de orgullo a su mentor por sus condiciones artísticas.
Al despedirse, Noly Almonacid cuenta un secreto y que tiene que ver con las raíces mismas de su vocación: "Cuando estoy cansado, no tengo mejor forma de renovar el espíritu y las ganas que tallar Quijotes". J