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Don Queño de Candelaria, el fiscal católico más antiguo del Archipiélago de Chiloé

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l Ricardo Mundaca I.

La institución de los fiscales se remonta al siglo XVII en Chile, siendo la más antigua de origen laico en la Iglesia Católica nacional. Diversas publicaciones sitúan el advenimiento de ella en la época colonial como una necesidad de los sacerdotes o de la jerarquía eclesiástica de mantener viva la llama de la religiosidad y de las "buenas costumbres" en lugares apartados.

Mucho se ha escrito respecto a esta figura al interior del catolicismo, y Chiloé, por su condición insular y con un territorio desmembrado, requería de la figura presente de alguien que cuidara pastoralmente o controlara a los feligreses en los lugares donde no había presencia de sacerdote o donde este se ausentara a menudo. Hoy, en pleno siglo XXI, la institución del fiscal se encuentra plenamente vigente en el Archipiélago y está firmemente arraigada en las costumbres y tradiciones religiosas de la zona.

La historia de Juan Eugenio Vera Alvarado, "don Queño" o el "abuelo Queño", encarna ese fervor que recorre la provincia de punta a cabo. Nacido en Alqui, en la isla Tranqui, comuna de Queilen, hace casi un siglo, casi, porque su cédula de identidad indica que vino al mundo en 1923, pero su esposa aclara que "él mismo se fue a inscribir cuando niño para ir al colegio". Y ese sería el momento que quedó registrado en el Registro Civil como su natalicio, por lo que bien el chilote puede rozar el centenario.

A temprana edad se trasladó al lugar donde echó raíces: la localidad rural de Tutil, próxima a Candelaria, comuna de Quellón. Casado hace 68 años con Teodolinda Aguilar Vargas, con ella tuvo 14 hijos, de los cuales sobreviven ocho, además de una cantidad de nietos y bisnietos que bordea la treintena, cuya gran mayoría vive en Argentina.

La mujer asevera que a seis de sus hijos "los mataron los malos cristianos", acotando con un relato difícil de asimilar y entender que "casi todos eran hombres mis hijitos. Antes no era como ahora, antes andaban de día, limpios andaban los bichos…".

Dejando atrás el sensible tema de la prole, el hombre se esfuerza en encontrar sus recuerdos sobre sus inicios en la tarea de fiscal. "Empecé como ayudante de iglesia y después nos juntamos muchos hombres como yo que querían seguir andando con lo que dice la Iglesia. Nos juntamos con obispo y arzobispo, pero eso lo teníamos en reuniones. Nos juntamos 20 o 30 de todos lados, cerca del cruce de allá", indica Vera.

Su esposa interrumpe en la conversación para aclarar que se refiere a Castro y Ancud. "Es que está olvidado", explica la lugareña.

Continúa el anciano: "Nos juntamos con los que saben más para ayudarme, como 50 o 60 fiscales". Respecto a su llegada al cargo, comenta que "a mí me nombraron los primeros dos fiscales, Manuel Vera y su hijo. El padre era fiscal mayor y el hijo, su ayudante".

Su vocación proviene, como él mismo cuenta, debido a que en su juventud "era muy bueno para rezar y que era el mejor leyendo el rosario", complementa doña Teodolinda. Sus dotes como rezador las cumplía en velorios y bautizos.

Agrega el anciano que ahí comenzó a tomar los libros y a aprender sobre lo que había que hacer. "Así empecé y aquí estoy después de una punta de años", dice, revelando que quedó "a firme" luego de la muerte del fiscal Vera. El cargo, según cuenta, es vitalicio y cuando viajaba a la Argentina dejaba un reemplazante.

Sus ojos cansados, pero llenos de vida, brillan cuando dificultosamente rememora sus primeros pasos en su función eclesiástica, y suelta que "cuando empecé a gobernar la iglesia yo tenía 14 años".

De esa lejana época, don Queño se expande sobre las labores que le correspondían, como charlas de orientación a las parejas jóvenes que querían casarse, detallando que les aconsejaba "cómo se trata una pareja, hombre y mujer, decirle cómo va a empezar uno, que no sea algo raro. Tiene que ir todo juntito, y yo como fiscal les enseñaba a cómo se empieza a creer. Eso vamos pasando en un papelito anotado".

Acompañar en sus hogares y asistir a los enfermos hasta el momento que los vengan a "recoger" también ha sido parte de sus obligaciones como fiscal.

Otra función es la preparación de feligreses para la primera comunión, instruyendo a los futuros católicos a través del catecismo. Durante su prolongada vida sirviendo a la Iglesia Católica, más de alguna vez le toco bautizar. Nos cuenta que estaba habilitado para ello, pero solo en caso de necesidad, aunque hace dos años que no lo efectúa.

Algo similar ocurre con la celebración de la misa en la capilla de Candelaria: "Ahora tengo ayudantes que lo hacen, que lo desarrollan y están más preparados. Yo ya estoy quedando medio pesado" ("olvidado", apunta su esposa).

Vera expone que él junto a la comunidad eligieron a José Saldivia como fiscal y destaca que la esposa de él, Marta Mancilla, le colabora. Confiesa que es feliz en su condición de fiscal más antiguo de Chiloé, con 80 o más años al servicio activo de la Iglesia Católica. Doña Teodolinda, orgullosa, ratifica que lo llaman de todas partes para saludarlo, incluso el obispo.

Nueva capilla

Por estos días se está construyendo una nueva capilla en el sector de Candelaria y una faena se desarrolla en forma aledaña al pequeño templo. Por esta razón la celebración de la misa se hace momentáneamente en la sede del club local, ubicada en el mismo terreno.

Don Queño, haciendo gala de su pasado como albañil, apuesta que será una hermosa capilla, "una cosa de lujo", pronostica. Los días de "maestro" del fiscal transcurrieron en gran parte en Comodoro Rivadavia, Argentina, lugar al que iba y venía por casi 30 años. Por esos rumbos cuenta que construyó unas 40 casas. Partía todos los años al vecino país, pero antes dejaba lista las siembras y viajaba a buscar mejores horizontes laborales. Volvía irremediablemente cuatro o cinco días antes de San Juan, fecha en que se juntaba con toda la parentela a celebrar al Bautista por varias jornadas.

Refiriéndose a su cargo actual en Candelaria, menciona que "el hombre mayor lo hace muy bien, el fiscal mayor (José Saldivia), entonces yo vendría siendo segundo fiscal".

El presente de su vida en tal función lo evidencia la esposa: "Acá todavía lo respetan pero ya no reza. Acompaña y está junto al cura, pero ya no canta, solo no puede cantar". Vera hace un alto y comparte que antaño "de todas las islas, de todos los alrededores me mandaban a buscar. ¿Por qué me buscaban? Porque había gente que rezaba, pero no como yo, que lo hacía casi correcto como el sacerdote. Decían 'hay que ir a buscar al fiscal Queñito'".

Su memoria se activa y continúa recordando hechos: "'Esa persona fue muy bien sepultada porque llegó el abuelo Queño', decían. Yo iba a todos los lugares".

Como mensaje para los jóvenes, exhorta que "les diría, como lo he hecho en presentaciones, que pongan oído, como digo yo, para llegar a ser fiscal".

Fiesta patronal

Mención destacada merece la fiesta de la Virgen de la Candelaria; un momento importante en la comunidad y el sector. Como él mismo subraya, hasta hoy hace su aporte ayudando en la misa y colaborando con lo que sea durante el 2 de febrero. Acota que la construcción de la nueva capilla obedece a que la anterior quedó chica, con gente afuera, para los oficios religiosos.

Actualmente, la vida del hombre transcurre apacible en su hogar, aunque sigue laborando en el campo: "Trabajo con la tierra, siembro, cuido a mis animalitos; tengo corderos, gallinas, chanchos y algunos vacunos". Habita al final del camino hacia Tutil con su esposa, gran artesana en telar, más un hijo y un nieto. No les sobra nada, pero tampoco les falta. Junto con la producción casera de carne, huevos y hortalizas, ambos ancianos reciben una pensión de vejez del Estado.

Juan Eugenio Vera, el abuelo Queño, es un ejemplo de vida. Consagrado en cuerpo y alma a Dios, a la Iglesia Católica, a su esposa, a sus hijos y a su tierra, recalca que ha sido feliz con todo lo que el Señor le ha otorgado y lo que le ha tocado vivir. Por lo mismo, doña Teodolinda concluye que "cuando Dios lo recoja, dicen que va a venir el obispo a celebrar la misa". Sería lo menos que merece un hombre como el viejo fiscal. J

"Cuando Dios lo

recoja, dicen que

va a venir el

obispo a celebrar

la misa".

Teodolinda Aguilar,