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Extraviados en Chiloé: los grandes enigmas que han golpeado al Archipiélago

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lcontrerasv@laestrellachiloe.cl

¿Cómo puede desaparecer una persona sin dejar rastro alguno? ¿Cuánto puede resistir un familia el extravío de un ser querido? ¿Qué tan efectivas han sido las investigaciones para aclarar estos puzzles policiales?

Estas son algunas de las interrogantes que surgen toda vez que se ha conocido acerca del extravío de un ciudadano y que se estampa a través de la figura de presunta desgracia.

El Archipiélago de Chiloé ha sido golpeado numerosamente por misteriosos hechos, causando conmoción en la comunidad y particularmente entre los propios parientes y amigos.

Entre 1999 y 2015 aparecen por lo menos una docena de famosos casos de desaparecidos, todos de sexo masculino, que han dejado de ser vistos en las más extrañas circunstancias. Así lo indican los archivos de prensa con una amplia cobertura, como también los registros policiales chilotes.

Uno de esos primeros sucesos de este período de poco más de 15 años se remonta al 6 de diciembre de 1999 cuando en Quellón se extravió misteriosamente el entonces joven Sergio Fernando Gallardo Sieguel. Con apenas 18 años el recordado estudiante de la Escuela Eulogia Bórquez Pérez participaba en un evento de banquetería ayudando a su padre que trabajaba en un restaurante en la calle Pedro Montt.

Uno de los asistentes le solicitó ir a comprar cigarrillos, siendo el instante en que se perdió toda pista respecto a su paradero. Un sufrimiento que se instaló entre sus padres y hermanos en el domicilio de Ramón Freire, quienes a pesar de todos los esfuerzos y peticiones por ayuda jamás volvieron a saber del alumno.

¿Asesinato?

Seis años y medio más tarde, el 20 de mayo de 2006 un nuevo caso estremecería nuevamente el sur de la provincia de Chiloé, cuando el bombero rescatista y camionero Jorge Mancilla Miranda se perdió en el sector de Díaz Lira, en Queilen.

Decenas de personas instaladas en un verdadero campamento extremaron sus esfuerzos, tiempo y recursos para desvelar el manto de misterio reinante en el lugar. Restos del isleño de 40 años aparecieron el 1 de noviembre de 2008, colocando término a un angustiante rastreo. La familia insiste que Mancilla fue víctima de un asesinato. De esta nómina es la única excepción que concluyó con un hallazgo.

Su hermano, Yuri Mancilla, evocó el periplo que significó para sus cercanos aclarar el destino de Jorge. "Como familia hemos esperado tantos años, haciéndonos cargo, teniendo una mesura de la investigación, pensando que todo esto va a tener buen fin y de repente uno cae en ese error", compartió el quellonino.

"Aquí va todo en la policía y la Fiscalía, una persona no se pierde porque sí, una persona tiene un conducto regular, cuando un persona se pierde de un momento a otro es porque algo le pasó", agregó el vecino sin ocultar su desazón por la forma en que se ha tratado el caso del voluntario bomberil.

En la actualidad los restos del recordado chilote se encuentran en el Departamento de Derechos Humanos del Instituto Médico Legal en Santiago.

más dolor

En un orden cronológico, los archivos revelan el ingreso de nuevas denuncias focalizadas en otras comunas chilotas, donde se ha reiterado la forma en que se han perdido personas de distintas edades y condiciones. En el 2010 hubo dos chilotes de avanzada edad extraviados en Gamboa Alto y Pid Pid, respectivamente, en medio del más absoluto misterio. Se trata de Segundo Alvarado Bustamante (70) y Lindor Águila Mansilla (81), cuyas causas aparecen registradas en el Ministerio Público de Castro.

Desde ese mismo año ya no hay pistas del empleado del municipio curacano Luis Arcadio Pérez, tras extraviarse el 30 de abril.

Como si la desgracia no fuera suficiente, estos acontecimientos se volverían a reiterar con algunos meses de diferencia durante el 2011, golpeando a vecinos de la comuna de Ancud. Esa vez el poblador de Altos de Caracoles Antonio Barría Cárdenas (78) fue visto por última vez el 16 de mayo, luego de dirigirse entre su hogar y Lajas Blancas. Se sumó el caso de José Alberto Paredes Güineo, perdido el 22 de diciembre.

El inspector de la Bicrim Hugo Lienlaf, quien asumió la investigación del último hecho, señaló en esa oportunidad que "se realizaron múltiples diligencias, rastreos, principalmente en la pasarela Pupelde y Caipulli, lugar donde se vio por última vez a esta persona". La búsqueda fue realizada tanto por tierra como por mar, contándose con los servicios de la Brigada Canina de la PDI concluyendo sin resultados positivos.

El 24 de agosto de 2012 una nueva denuncia por presunta desgracia surgió desde el puerto de Quellón con la desaparición de José Francisco Olavarría (79). Intensos operativos se repitieron, contándose con los servicios de vecinos, bomberos y policías, quienes desplegaron sus labores sin lograr el objetivo final.

"Para nosotros como familia es difícil, porque independiente de todo, aparte de la búsqueda, para uno siempre quedan interrogantes, quedan situaciones inconclusas, queda esa angustia de que transcurrida la fecha en que se extravió no haya ningún indicio", reflexionó Jessica Olavarría, hija del desaparecido vecino.

El 2013 tres nuevos casos se sumaron a la extraña lista de perdidos en la zona. Del chonchino Carlos Cumín Nahuelquín (45) no se supo nunca más desde el 24 de mayo. Se agregan los dalcahuinos Francisco Javier Gallardo Aguilar (38), extraviado el 21 de marzo de 2013, y Osvaldo Arsenio Ulloa (54), a quien se dejó de ver el 20 de junio de 2014.

La hermana de este último poblador, Mirta Ulloa, no oculta su tristeza al constatar que a pesar de los medios desplegados no ha sabido nada de su pariente. "Todo esto me tiene mal, porque estoy pensando qué se hizo, dónde está, dónde se fue; no lo puedo encontrar ni vivo ni muerto", sentenció. El hombre era un paciente epiléptico.

El caso más reciente de amplia notoriedad corresponde a Manuel Vargas Gallardo (20), quien es buscado incesantemente tras perderse rastro de su paradero la noche del 3 de abril último. Su familia, sumida en un ambiente de desesperación, no ha descansado con el fin de dar con su paradero. La denuncia por presunta desgracia figura en los registros de la Bicrim de la capital chilota.

organismos

Con la carátula de presunta desgracia aparecen ante la mirada del Ministerio Público y las policías aquellos casos de personas desaparecidas. En este escenario se incorpora un número quizá más amplio de personas que ha desaparecido por naufragios o accidentes en el mar.

El jefe de la Bicrim de Castro, subprefecto Néstor Arias, precisó que "hay que pensar que aquí hay casos en los cuales todavía no se iniciaba la reforma procesal, pero no obstante, la Policía de Investigaciones cuando los tiene en el sistema vigente generalmente es por presunta desgracia".

Indicó el policía que tal categoría corresponde a personas desaparecidas y no fallecidas.

Distintos pasos marcan una indagatoria que instruye el Ministerio Público a cualquiera de los dos organismos policiales. Enrique Canales, fiscal jefe de Castro, argumentó que se llama presunta desgracia "porque no sabemos qué es lo que ha ocurrido con la persona, puede haber abandonado el lugar, puede estar en alguna parte de Chile, haber salido del país, puede estar fallecida como ha ocurrido en algunas ocasiones".

A partir de una denuncia se realizan tres diligencias claramente establecidas. Primero, se instruye a una de las dos policías la investigación del hecho; la segunda acción consiste en el encargo nacional de personas que son buscadas en el territorio y que aparecen en la base de datos de Carabineros de Chile y la PDI. El tercer paso, de carácter operativo, consistente en el rastreo propiamente tal, se produce a partir del hallazgo de antecedentes en algún lugar que posea los méritos para centrar una búsqueda en terreno.

Tal es la realidad que ofrece el caso del chonchino Manuel Vargas, que hasta el momento ofrece un nuevo desafío a la PDI -y a todos sus seres queridos- en el centro de la Isla. J