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Los costos del progreso golpean a chonchinos

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pbarcenag@laestrellachiloe.cl

Pocos pueden sufrir más el costo del progreso que Cecilio González y su hija Camila. Ellos constituyen una humilde familia del sector Natri Alto, en la comuna de Chonchi. Le han ganado a la vida, pero han debido lidiar con todas sus energías. Incluso, arriesgando sus vidas.

El operario forestal y la pequeña de 14 años, al igual que otras tres personas, hace cerca de un año y medio se encuentran aislados. Y lo que es increíble, no tienen conectividad pese a encontrarse a pocos metros de la Ruta 5 Sur.

Los trabajos que realiza en la carretera la empresa Azvi Chile dejaron a estos isleños, literalmente, separados del mundo. Los cortes del terreno para habilitar la vía formaron un empinado cerro, en cuya punta se encuentran las casas de estos vecinos. No tienen accesos, el camino que existía se encuentra cortado y repleto de restos de concreto, cables, plástico y más tierra.

Es más, el punto más alto de este sector llega a los 34 metros. Justamente, por ese punto deben avanzar los chonchinos para llegar a sus viviendas. Deben caminar por la orilla del cerro para buscar la zona de menor altura, a unos 18 metros, hasta el piso. Y, en ese lugar, ya que no les han habilitado ni un mísero sendero, los pobladores debieron colgar una liana para bajar y subir la loma.

No importan las condiciones meteorológicas, hace meses estos isleños salen de sus hogares rogando para que no les pase un accidente. Hasta el momento han tenido suerte. Uno que otro tropezón y reiteradas ocasiones en que han quedado colgados de la liana, constituyen sus "heridas de guerra", dentro de un combate que están perdiendo con el llamado progreso.

EXPERIENCIA

Todos los días, a contar de las 7.15 horas, Cecilio González sale de su inmueble junto a su hija. Ella estudia en la Escuela Artística Alumno Marcelo Guenteo Solís de la localidad de Molulco, mientras que su padre se interna desde temprano en los bosques, siempre luego de dejar a su tesoro en el centro educativo ubicado a unos 10 kilómetros de distancia de su casa.

"Con lluvia, sol, neblina, lo que sea, debemos levantarnos y salir. Sabemos de los riesgos a los que nos exponemos. Debemos caminar por el barro, hay bajadas pronunciadas, pero hay que hacerlo. La empresa nos sacó el camino y la autoridad no ha escuchado lo que les decimos. Ha pasado más de un año y medio y seguimos igual", denuncia el trabajador.

Su rostro parece cansado, pero sabe que no tiene que claudicar. Cuando puede trata de comunicarse con los ejecutivos hispanos de la firma constructora que se desplazan a lo largo de la obra, pero poca atención logra de ellos. Con los representantes de Vialidad es lo mismo, sus constantes reclamos no se traducen en medidas concretas. Y los peligros no cesan.

"Una vez, mi hija quedó colgando de la cuerda que pusimos para poder acceder. Por suerte, no le pasó nada", recuerda González, reviviendo otros episodios complicados que han tenido sus vecinos del sector. José y Carmen Andrade, quienes se empinan por sobre los 65 años, también deben realizar maromas por la cuerda cuando deben salir de sus casas, lo mismo que Luis Andrade. Estos cinco vecinos sufren en carne propia la indiferencia que emerge al momento de materializar millonarios proyectos.

"Una vez, un mismo representante de Vialidad nos dijo que estamos arriesgando nuestras vidas vivienda acá, pero yo le dije 'dónde voy a dormir, no tengo otra casa, en esa casita de madera tenemos todo'", señala el operario, ya desesperanzado por la pesadilla que vive cada día.

El mismo corte que se realizó en el sector y que dejó aisladas a estas familias también complicó otros servicios.

"Mi hermano que vive al otro lado del punto donde están metiendo la carretera, debió cruzarme desde la altura un tubo para entregarme agua. Hacemos lo que podemos para poder vivir con lo básico", apunta el chonchino, añadiendo que el terreno es inestable: "Sentimos como se mueve cuando pasan los vehículos, la tierra no está firme".

barro

Por su parte, Camila, con todas estas vivencias, parece que no tuviera 14 años. Pese a arreglarse y salir con toda la disposición a su escuela, siempre llega con los restos de barro y más de algún rasmillón por la aventura que diariamente emprende al salir de su hogar.

Admite con impotencia que hay que arriesgarse para ir a clases, sumando que la situación no debe quedar así ya que en cualquier momento pueden sufrir algún accidente.

Vialidad tiene más que claro este problema. Se reconocen las reuniones con Cecilio González, pero admite que la situación se encuentra realmente entrampada en una maraña judicial, debido a que no se ha logrado expropiar un terreno por el cual tendría que pasar la alternativa de conectividad de estas familias.

Se informó que "se está explorando una solución" y que personeros tendrían próximamente un nuevo encuentro enmarcado en este escenario. De emerger una respuesta se podría comenzar con las faenas físicas de habilitación de un camino. Una situación que poco creen los afectados.

Otras víctimas

A unos 800 metros de este grupo de vecinos incomunicados se encuentra otra familia que vive una experiencia similar, no tan grave, pero que se complica por la edad de sus integrantes.

José González Barría y su esposa Sara Cárdenas tienen 92 y 84 años, respectivamente. Viven a un costado de la Ruta 5 Sur, a unos 20 metros de la calzada. Un tramo que parece corto, pero que se transforma en una verdadera odisea para estos ancianos.

Con las faenas de la empresa Azvi Chile, la carretera se "levantó", imposibilitando la conexión a estos pobladores. Incluso, el hijo de ellos, Julio, debió construir improvisadamente una escalera con unos pastelones de cemento que dejó la constructora en el lugar. Y en una de sus caminatas, don Pepe, se precipitó al suelo. Una fractura del fémur lo dejó incapacitado. Hoy se mueve en sillas de rueda o con bastones, por lo que le es más difícil transitar por el sector.

"Hace 50 años que vivo en esta casa y nunca tuve problemas. Llegaron estos españoles y cambiaron todo, no respetaron nada y nos dejaron así. Nunca se han acercado para arreglar los temas de fondo, solo para parchar y solucionar otros problemas que generan con sus trabajos", indica con enfado este chilote.

Justamente, uno de esos inconvenientes lo sufrieron en los últimos días, con el arrastre del sedimento generado con un temporal. El material estancado en una alcantarilla atravesó el predio de los abuelitos y quedó plasmado entre las bodegas, gallineros y a metros de su casa. Hoy, su perro Lassie y sus ocho gatos se desplazan por los peñascos y el barro. Sus amos, solo miran. Son testigos como otros vecinos de unos costos, muy altos, que han debido pagar por el "progreso" en la Isla. J