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¿Hacia dónde vas, Chiloé?

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Señor Director:

De un tiempo a esta parte, las diferentes dinámicas sociales, políticas y económicas acaecidas el interior del Archipiélago de Chiloé y su relación con el contexto nacional e internacional, dan a entender hacia la opinión pública la presencia de una constante y profunda transformación socio-territorial. Esta situación, que muchos erróneamente tienden a asociar al "progreso" y a "lógicos" e "inevitables" procesos de cambio que vive todo espacio, no es más que una fuerte desarticulación cultural interna que no ha sido gestionada de forma sustentable, esto a manera de evitar alteraciones abruptas en las bases elementales de la comunidad.

Lo cierto es que Chiloé cambió y, aparentemente, sin vuelta atrás (de continuar la gestión tal cual se presenta en la actualidad). Sin ánimo de generar una visión negativa sobre las transiciones experimentadas (por cierto, hay aspectos positivos que perduran), interesa aquí reflejar cómo estas transiciones no han sido del todo controladas y manejadas. Solo por mencionar algunos ejemplos, es posible decir que hoy por hoy el campo dejó de ser la base del sustento económico, la ciudad pasó a ser el centro de la productividad, los espacios de desarrollo comunitario pierden cada vez más presencia e importancia, las familias viven procesos de desintegración obligada (migración), las industrias priman por sobre las economías locales, el paisaje pasó a ser intervenido, las manifestaciones culturales son cada vez menos llamativas para los más jóvenes, la arquitectura de la madera pierde presencia, el desarrollo es visto como sinónimo de materialismo, la competencia prima por sobre la colaboración, los índices de delincuencia e inseguridad social se han incrementado en el tiempo, la identidad se encuentra fragmentada, el medio ambiente se ha sobreexplotado, la comunicación es inferior pese al bombardeo tecnológico (curioso), el comercio minorista pierde fuerza ante las cadenas comerciales externas, la feria/mercado es reemplazado por el "mall", el cultor ahora es "artista", entre muchos otras situaciones que reflejan con notoriedad la falta de equilibrio en la gestión de estos cambios, trayendo consigo una clara traición e incongruencia hacia lo que es el Chiloé original e histórico, ese que se presenta hacia afuera con fines turísticos, pero que hoy, pese a que conserva rasgos y características propias, ha sido trastocado, alterado e intervenido.

Sumado a lo anterior, un tema no menor y perfectamente comprobable en la zona y que, en gran parte, explica las contradicciones del Chiloé contemporáneo dice relación con la notoria carencia de un proyecto "político" común que involucre y genere acuerdos y/o consensos entre los diversos sectores que dan vida a la compleja y heterogénea malla social chilota, es decir, el sector público (ya sea de nivel provincial o comunal), el sector privado (micro, mediana y gran empresa) y la sociedad civil. Está ultima representada por las juntas de vecinos, sindicatos, pueblos originarios, asociaciones y gremios, estudiantes secundarios y universitarios, integrantes del mundo cultural, comunicacional, académico, deportivo y religioso.

La aludida situación es la gran "piedra de tope" que impide trabajar en torno a tareas, fines y objetivos transversales para los habitantes de Chiloé. Producto de esto es que actualmente todo parece indicar que priman más las incertidumbres que las certezas; las diferencias y discrepancias de opiniones, que los acuerdos /consensos; la intolerancia y desunión entre sectores de la sociedad, que la retroalimentación entre los mismos(as); la exclusión, segmentación y marginación, que la inclusión y activa participación de la ciudadanía en la toma de decisiones, y el individualismo por sobre el trabajo colaborativo y constructivo.