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Matanza de fauna nativa revela práctica ancestral en la pesca

Ambientalistas e incluso pescadores acusan que aves y mamíferos son presa de quienes por ahorrar en señuelos usan su carne para atrapar a especies marinas.
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Eduardo Burgos Sepúlveda

Varios de los actores involucrados en la denuncia e investigación por las sangrientas matanzas de mamíferos y aves marinas en islas e islotes quelloninos han calificado el uso de carne de lobos marinos y pingüinos como una actividad de tipo cultural arraigada entre las costumbres de los hombres de mar del sur de Chile, aseverando que esta realidad es un secreto a voces entre los pescadores y que se extiende por distintos puntos de Chiloé y sus alrededores.

Por cruel que sea es un hecho, confirmado por los relatos y testimonios de los propios trabajadores marítimos, quienes señalan distintos puntos del Archipiélago y otros territorios donde ejemplares de la fauna nativa son muertos a palos, hachas y otros objetos en verdaderas masacres que hacen palidecer las muchas veces compartidas imágenes de exterminios de delfines, ballenas y focas en el Hemisferio Norte.

Es así que en el ahora pujante polo turístico de intereses especiales de los islotes de Puñihuil, en el noroeste de la comuna de Ancud, donde los pingüinos de Magallanes y Humboldt son la atracción más cuidada por los lugareños, hace solo unas décadas la realidad era muy distinta.

En plena fiebre del loco, Puñihuil se transformaba de solitaria bahía a pequeña ciudadela durante los días de levantamiento de las vedas, con ranchas pagadas por los zares del apreciado molusco que incluían desde maestros de cocina hasta señoritas "todo servicio".

Dentro de las anécdotas de quienes vivieron esos días, está la del ex pescador que llamaremos "Fernando" (pidió que no se revelara su verdadero nombre), quien relata que "en ese tiempo, cuando había veda, a veces nos arranchábamos igual y para alimentarnos nos íbamos a los islotes y cazábamos pingüinos, que en ese tiempo se conocían como patrancas, y los comíamos, les sacábamos las pechugas y las hacíamos a la parrilla como si fueran pollos".

La poca resistencia y torpeza con la que estas carismáticas aves se desplazan por tierra las hacen presa fácil ante cualquier depredador, incluidos los de dos patas, que lejos de matarlos por necesidad de subsistencia acaban con ellos por comodidad y ahorro en la adquisición de carnada.

Lobeznos

Otro testimonio, de un sujeto identificado como Víctor, confiesa que en la isla Guamblín, al sur de Melinka, en la Región de Aysén y del General Carlos Ibáñez del Campo, fue testigo de otra práctica cruel y deleznable. "Vi con mis propios ojos como pescadores entraban a las cuevas y mataban a la loba madre para después arrebatar a los lobitos, y no precisamente para usarlos como carnada. Los descuartizaban para ahumarlos y no eran pocos, eran cientos", recuerda.

La fuente transmite haber denunciado el hecho a la Armada. "En pocas horas llegó la patrullera y encontraron 200 costillares y para eso sacrificaron 100 lobitos", rememora.

Reinaldo, otro testigo de estas prácticas, comenta que "se los comen o usan para carnada. A los lobos lechones les llaman 'popitos' y, efectivamente, los ahúman. En una ocasión llegué allá y me dieron a probar... en mi vida había comido algo con tal mal sabor, asquerosamente hediondo".

Los relatos se pierden en el tiempo entre quienes han navegado los mares de Chiloé y trabajado extrayendo sus riquezas, existiendo testimonios incluso que aseguran que hace unas décadas ni siquiera era mal mirada la pesca de jaibas con carne de pingüinos.

Así lo expresa Marcos Brulé, uno de los pocos -si no es el único- pescador que ha sido encausado judicialmente por la figura de maltrato animal en este tema y de quien no se pudo siquiera comprobar autoría en los hechos que se le imputaban, supuestamente ocurridos en los meses de septiembre y octubre del año pasado en la isla Leguas del grupo Guapiquilán, territorio que junto al grupo Esmeralda se hicieron tristemente conocidas hace unos días por la investigación judicial aún abierta por matanzas de pingüinos y lobos marinos.

"Hace unos 30 años era común entre los pescadores el usar carne de pájaros (pingüinos) y de lobos para carnada, y de los más antiguos que viven en Quellón yo creo que no hay nadie que pueda decir que no ha comido lobo", aventura el hombre de mar.

La causa contra el pescador fue suspendida condicionalmente y tuvo que pagar una multa de 200 mil pesos, dinero que el Tribunal de Garantía de la ciudad portuaria asignó a la organización animalista Ampara Quellón. "En ningún momento se reconoció ni se comprobó nada, sino que se hizo una denuncia que no se pudo comprobar y se comprobó que hubo muchas cosas que no corresponden a la verdad", recalca.

Brulé asegura que lo del uso de pingüinos y lobos como carnada es una realidad que no solamente se da en las islas Guapiquilán y las Esmeralda, sino en todo el territorio de Chiloé y más al sur. "No me costa, pero es sabido entre los pescadores", enuncia, recalcando que "en todo caso, la mayoría compra sus carnadas o las pesca y a veces en las redes quedan pingüinos y lobos enredados y mueren".

La fuente subraya haber sido inculpado en su caso por un ex trabajador del rubro.

"Nosotros, por ejemplo, hace muchos años que usamos chorito como carnada y habiendo usado pájaro de los que mueren en las redes, puedo decir que no hay ninguna diferencia en cuanto a que se pesque más o menos jaiba con una o con otra carnada", argumenta, añadiendo que "hay otros que usan pescado y otras carnadas, pero depende de cada uno, de si quieren comprarla o, para abaratar costos, pescarla".

Los relatos se repiten, con distintos escenarios de crueles matanzas de mamíferos y aves, algunos de ellos ultimados a palos, hachas, machetes o balas. Hay muchos que saben y no dan nombres. Uno de ellos acusa que en labores de pesca fue testigo de la forma como eran asesinados a balazos lobos para convertir su carne en señuelo en la isla Doña Sebastiana, al norte de la ciudad de Ancud, la más septentrional del Archipiélago de Chiloé pero que pertenece a Maullín.

Orca

Francisco Henríquez, director ejecutivo de la organización no gubernamental Orca Chile, menciona que fue su organización la que realizó la denuncia del caso de Brule, luego de recibir una comunicación anónima junto a unas fotos donde aparece un grupo de personas faenando unos lobos marinos y en el que el informante acusó también haber sido testigo de matanza de pingüinos en las islas Guapiquilán.

El vocero reconoce que no tuvo muchas noticias de la investigación hasta que revisando la web del Poder Judicial se enteró que existía un imputado y que "la Fiscalía le había ofrecido una salida alternativa", subraya. "Por un lado, se dice que se está tratando de buscar una pena importante, que esto no puede quedar así y le ofrecen una salida alternativa a una persona que cometió un delito grave", cuestiona.

El ambientalista recalca que solamente en lo que gastó la ONG indagando la denuncia se invirtieron mucho más que los 200 mil pesos de la multa, recursos que ni siquiera fueron a parar a las arcas de su entidad. "No se trata que nos pasen la plata a nosotros, sino que si tú dañas una colonia de pingüinos, que al menos la plata se vaya a una institución que trabaje con pingüinos o animales silvestres, por último para tratar de mitigar el daño que causaron esas personas en tal sector", apunta.

La fuente destaca que la Organización de Rescate y Conservación Ambiental es partidaria de concesionar algunas islas para su conservación, tal como era la pretensión del Ministerio de Bienes Nacionales desde diciembre del 2011, en su intento fallido de licitar la concesión de las islas Guapiquilán y Redonda.

"Estamos pidiendo rondas de reuniones con Bienes Nacionales, con la Policía de Investigaciones y, sobre todo, con Sernapesca, la PDI y la Fiscalía, para que de una vez por todas si le hacemos una denuncia que nos mantengan al día, porque jamás nos avisaron cómo iba este tema y nos enteramos por la televisión", reclama el activista.

Henríquez suma que Brule Galindo no era el único denunciado, sino que un grupo de personas, lo cual concuerda con la indagación que está llevando a cabo el Ministerio Público de Quellón, en colaboración con la Brigada de Delitos Medioambientales (Bridema) de la PDI, que debiera arrojar imputados en los próximos días. "Estamos esperando eso, porque ya ha pasado un año y medio", critica el ambientalista.

Miles

De las cifras la fuente lanza que por parte baja en las Guapiquilán ya van unos 2 mil ejemplares de fauna nativa asesinados, no descartando que este número pudiera elevarse incluso a 30 mil. "Hay que entender que esto es algo que está enraizado en la cultura de los pescadores artesanales, donde no solamente son pingüinos las víctimas, sino también lobos marinos o lo que sea. Es un tema que no se habla, pero que todo el mundo lo sabe", sentencia.

En el mismo plano, el activista consigna que "este es un tema tradicional del trabajo de los pescadores, pero lo que no entienden es que los lobos marinos, los pingüinos, los delfines están realizando roles esenciales dentro del ecosistema. Por ejemplo, el lobo marino que es su gran enemigo, en su rol depredador tope, mantiene a los peces enfermos o heridos a raya y evita que ciertas enfermedades se vayan transmitiendo dentro del cardumen, porque se van comiendo a los más débiles".

Como requiere un cambio cultural que implica romper con una tradición de generaciones, los ambientalistas apuestan por aumentar la fiscalización. "El problema es que no están los recursos, porque Sernapesca ni siquiera tiene un bote que sea suyo", resalta, concluyendo que su organización recibe denuncias anónimas en www.orcachile.org y en los teléfonos (2) 22755399 y 997482214.

"Hace unos 30 años era común entre los pescadores el usar carne de pájaros y de lobos para carnada".

Marcos Brulé,, pescador que fue encausado por maltrato animal.