El Chiloé que queremos
Cuando se habla de Chiloé, muchas personas piensan en las movilizaciones por una salud pública digna y de calidad. Sin embargo, pese a su innegable importancia, este no es el único tema que debiera preocupar a quienes piensan y trabajan por el futuro del Archipiélago. El debate sobre los eventuales impactos de la construcción del Puente Chacao, con toda la legitimidad que tiene, es tan importante como la necesaria conectividad interna de la Isla.
Otro tema importante de presente y futuro es el agua, especialmente para consumo humano. Un factor de riesgo para nuestras reservas hídricas es la actividad forestal. No es casual que las mayores sequías sean allí donde hay plantaciones de eucaliptus, nefastas para las reservas del vital elemento. Tampoco estamos protegiendo los pomponales, que son los mayores reservorios de agua. Están siendo intervenidos, al igual que sucede con el bosque nativo. Lamentablemente, desde nuestra incorporación a Chile hemos vivido en condición de allegados al progreso nacional, recibiendo tardíamente la distribución de sus beneficios. Hoy, esta "modernidad" económica quiere influir en Chiloé, afectando la vocación productiva que se ha definido colectivamente a través de décadas.
Chiloé es una zona extrema, categoría que nos diferencia, pero que no se ha traducido en políticas públicas que den cuenta de ello. La ciudadanía sigue percibiendo la postergación y otros efectos derivados del centralismo que nos rige. Nuestra provincia destaca en el mundo por su patrimonio cultural, natural y agrícola, como lo ratifican Unesco y FAO. Ello nos distingue dentro de Chile y junto al turismo sustentable debieran ser parte del proyecto de desarrollo de nuestro territorio.
El Chiloé que muchos soñamos rescata y respeta su fuerte identidad cultural y territorial, su naturaleza, sus costumbres, actividades tradicionales y, sobre todo, su gente. Avanzar protegiendo nuestra mágica tierra es tarea de todos.
Columna
Jenny Álvarez Vera,, diputada por Chiloé y Palena