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Quellonina hija de pescador hoy surca el mar en cruceros de lujo

Verónica Cheuqueman Tavie a sus escasos 23 años ya posee una amplia experiencia en su pasión: el servicio turístico, el que comenzó con trabajos en la Isla, para luego irse a Santiago y luego dar el salto internacional.
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Ricardo Mundaca Izquierdo

Verónica Paola Cheuqueman Tavie es la protagonista de una historia que tiene que ver con la constancia de perseguir un sueño, combinando la ancestral tradición marinera del pueblo chilote con sus ganas de ser alguien más en la vida a través de lo que estudió.

Su historia es edificante, no exenta de dificultades y puede ser la inspiración para otros jóvenes isleños. Ella es una mesera profesional, bilingüe, internacional y, por sobre todas las cosas, amante de su trabajo.

Nació en Quellón hace 23 años. Su padre es pescador artesanal, su madre es dueña de casa y tiene un hermano menor de tan solo 14 años. Esa ligazón con el mar de su vida en Chiloé volvió con los años a estar presente en ella, pues hoy surca los mares trabajando en un crucero internacional.

Inicios

Realizó su enseñanza básica en la Escuela Eulogia Bórquez Pérez. De ahí pasó al Liceo Politécnico de Castro, lugar donde egresó el 2010 tras estudiar turismo. Previendo tal vez lo que sería su futuro, hizo un diplomado de idioma inglés en el Instituto Británico y rápidamente ingresó al mundo laboral.

"Dejé postergados mis estudios universitarios pensando que podría retomarlos después de un par de años de trabajo", expone esta isleña, quien como muchos chilotes reconoce que la opción de estudiar pasa por carreras técnicas. No obstante, se dio cuenta que el turismo no está lo suficientemente desarrollado en la provincia, por lo tanto, quienes lo estudian deben emigrar.

Verónica hizo su práctica profesional en el Hotel Tierra del Fuego de Quellón. En ese establecimiento relata que comenzó a profundizar sus conocimientos de inglés con los extranjeros que arribaban. Tras un año en el recinto, se plantea ampliar su horizonte: "Me fui a Castro. Estuve en la Hostería (Hotel de Castro) y después me fui al Casino Enjoy. De ahí partió todo, ya que me fui a hacer una pasantía al Hotel Hyatt de Santiago".

Reconoce que tras la pasantía en el lujoso establecimiento capitalino, no avanzó más en ese lugar. "Tuve que tocar muchas puertas para hacer un currículum más o menos aceptable para poder postular a un trabajo fuera del país, que siempre fue mi ambición", manifiesta.

Luego de ello, postuló a una agencia en Alberta, Canadá, para conseguir un puesto en el exterior. Allí le exigían ciertas condiciones como invertir en materiales y pasajes, pero a su vez le proporcionaban un curso de inglés. "Esa fue mi chance para ir a Santiago y poder tener una oportunidad afuera, ya que esa era mi meta, salir del país", resalta. Finalmente el viaje a Norteamérica no prosperó.

Relata la chilota que tras esa decepción consiguió un empleo en el Hotel Noi de Vitacura, por intermedio de un maître que conoció en su experiencia en el Enjoy Chiloé. De ese lugar pasó luego al afamado restaurant capitalino Ópera Catedral, protagonista por muchos años de la buena cocina santiaguina y lugar habitual de encuentro de personajes de diferentes ámbitos. De ahí siguió rumbo al Hotel Mercure de Ciudad Empresarial, donde continuó sumando experiencia.

Cuenta que por esa época un amigo brasilero, con el que compartía un departamento con otros compañeros, le comentó que le habían ofrecido trabajo en los cruceros: "Yo nunca lo había pensado y me dije '¿por qué yo no, si hablo inglés?'".

Así comenzó a buscar en internet, poniendo como búsqueda temporada de cruceros, hasta que surgió un aviso que le llamó la atención. "Aparece se 'recluta profesionales de servicio en turismo que sean bilingües. Envía tu curriculum a JobActiva.cl'", menciona relatando que lo envió y a la semana le dijeron que tenían interés en su currículum y la citaban para una entrevista personal.

En el encuentro le efectuaron una prueba de inglés, la cual tenía como requisito obtener un 87% para poder embarcarse. "Yo saqué 93% tanto en gramática como en la parte hablada. Me hicieron una prueba de protocolo de servicio, con una persona con años de experiencia en los barcos. Yo sabía, pero me dijeron que me faltaba, pero que allí aprendería y que debía empezar desde abajo", recuerda.

Para Verónica no fue problema. "Yo, feliz; a mí mándenme, yo quería irme aunque fuera a barrer", señala. El curso lo componían 90 muchachos de distintos lugares del país. Ella era la única chilota.

Embarcada

A continuación vienen los procesos administrativos para embarcarse. "Hay que invertir como 300 mil pesos, con todo lo que significa la visa, papeleos. Es una visa especial para tripulantes y la obtuve", comparte, junto con afirmar que "nunca me había subido a un avión ni siquiera dentro de Chile y me fui a San Francisco, California".

Cheuqueman tuvo un entrenamiento de 15 días en un barco, antes de zarpar por seis meses "y no llegar tan perdida a trabajar", añade. Su primer zarpe de capacitación fue en el Star Princess. Con ese barco recorrió la ruta de Alaska. Ahí conoció la presión de trabajar a bordo: "Es como ver el programa 'Hell's Kitchen', la presión es grande".

De ahí pasó a la nave Crown Princess, nuevamente en ruta hacia Alaska. Luego Los Ángeles, California, y a la Polinesia Francesa, incluyendo Bora Bora, Moorea y Tahiti. Al regreso a Estados Unidos recorrió Baja California y México: Cabo San Lucas, Ensenada, Mazatlán y Puerto Vallarta. Toda esa travesía durante seis meses de navegación.

Tras unas vacaciones en Chile, Verónica retorna al mar. Esta vez en la ruta del Mar Báltico. "Me embarqué en Dinamarca para un crucero de once días: Finlandia, Estonia, Suecia, Noruega, Rusia, Alemania. Cuatro meses en el Báltico trabajando doce horas diarias", consigna.

Una ciudad que le llamó la atención fue San Petersburgo, Rusia. "Maravillosa, la ciudad que nunca anochece, está siempre como amaneciendo". No obstante, su lugar preferido resultó el puerto alemán de Warnemünde. De regreso del Báltico cuenta que hizo el periplo desde Irlanda a Nueva York; del país europeo le trajo a su padre una réplica miniatura del Titanic.

La vida a bordo no es sencilla, es dura como en cualquier trabajo. "Mientras uno hace lo que le gusta va a poder soportar el estrés y la presión. Yo estoy orgullosa de ser parte de ese equipo", destaca la quellonina. "Allá se paga por un servicio y para eso nos preparan", resume.

El entrenamiento es profesionalizado y la atención a los pasajeros es personalizada durante las travesías. Pese a los viajes y a cómo se puede ver desde fuera la vida en un crucero de lujo, Verónica reconoce que no todo es miel sobre hojuelas: "Es súper difícil porque uno ve la soledad ahí. Es un trabajo para gente fuerte. Yo igual digo que si uno está dispuesto y uno de verdad lo quiere, lo va a disfrutar".

Continúa explicando el pasar de los empleados del barco fuera de turno. "No hay mucho tiempo para pensar (a bordo). Lo único que piensas y esto es así, es fumarte un cigarro, relajarte e ir al crew bar (bar de tripulantes). También puedes quedarte en la cabina. Por lo general, yo me quedaba con mi compañera conversando", expone, detallando que tienen televisor en la cabina pero que el internet deben pagarlo.

En cuanto a la labor misma apunta que "uno llega a la cabina alrededor de la 1.30 y al otro día lo más tarde que puedes entrar sería a las 4 de la tarde. Por lo general, entras a las 6 de la mañana o entras a las 11, pero de ahí de corrido hasta las 12 de la noche con un break de media hora. Si entras a las 6 de la mañana tienes libres hasta como las 9 u 11, y después tienes un break y vuelves a entrar a las 16 horas hasta las 12".

Su vocación es atender a la gente. "No puedo estar quieta, necesito tener ese trato con la gente, si no, no hago lo mío. No me aburro de hablar con la gente y darle atención", confiesa.

Espera

Hoy está de vacaciones en su natal Quellón, disfrutando una temporada con su pareja, con quien está comprometida. Cuenta que tienen planes de armar su casa y radicarse en Chiloé en el mediano plazo. Mientras tanto, espera su próximo y probablemente su último embarque; será en mayo y contempla hacer la ruta Los Ángeles, Hawái y Tahiti en el Star Princess y seguir juntando dinero para el futuro, aunque reconoce que no es para tanto y es más bien un mito que hagan mucho dinero los tripulantes.

A sus 23 años reflexiona sobre su actual momento: "Aprendí a querer mi tierra, mi isla y no la cambio. Antes no me gustaba Quellón por la falta de oportunidades para los jóvenes, pero no tenemos nada que envidiarle a nadie".

A pesar de todo recomienda a los muchachos el esfuerzo y perseverancia, como experiencia importante en la vida. "Del Tierra del Fuego en Quellón a una cadena mundial de cruceros de lujo, ni yo me creo el cuento. Nada es imposible", concluye.

"Aprendí a querer mi tierra, mi isla y no la cambio. Antes no me gustaba Quellón por la falta de oportunidades para los jóvenes, pero no tenemos nada que envidiarle a nadie".

Verónica Cheuqueman,, mesera de crucero.

2010 egresó del Liceo Politécnico de Castro.