El viernes pasado, al ir viajando a la inauguración de la Escuela de Apeche, comuna de Queilen, en el camino reviví toda la historia del proyecto. Se me vinieron muchas cosas a la memoria. Fui recordando una a una las dificultades para cumplir la meta y cómo gente humilde y esforzada tomó la decisión de dar una tremenda lucha para conseguir el objetivo. Fueron más de 10 años de reuniones, de presentación de maquetas y documentos, protestas, portada de diarios y reclamos en las radios.

Las aspiraciones se enfrentaron con muchas cosas como la burocracia, engaños o con cores que no querían dar el financiamiento como ocurrió en el Consejo Regional de Frutillar. Ahí se aprobaron los 640 millones, para beneficiar a 54 niños. Ese core fue especial y los funcionarios municipales, el alcalde, concejales y la gente que estaba presente lo saben.

Al llegar a la inauguración pude ver la alegría de los niños y de todos los asistentes al acto. Es que todos colocaron su granito de arena para hacer realidad este sueño. Recordemos que detrás de cada iniciativa no hay solo una autoridad que todo lo hace, sino también otras y mucha gente más.

Tuvieron que pasar tres licitaciones desiertas, para que después la construya una empresa dentro de los plazos establecidos y sin problemas de ningún tipo.

Esa inauguración fue especial, no solo por la fiesta que significó o por el gran número artístico de los niños, sino por la alegría de haber cumplido el objetivo. Ojalá pase lo mismo, algún día, con la Escuela José Santos Lincomán, con la Escuela de Nercón o la Escuela de la Cultura, que se conviertan en una realidad por el bien de nuestros niños. Para eso tenemos que trabajar todos en conjunto.