Secciones

Falso biólogo marino realizó una concurrida exposición en la Isla

E-mail Compartir

El mismo fin de semana en que quedó al descubierto que el ampliamente consultado Héctor Kol no es tal -ni en identidad ni en su profesión- estuvo en el Archipiélago.

Hernán Raimundo Espinoza Zapatel es el nombre real del sujeto que en diversos medios de comunicación ha dado su parecer sobre la marea roja, aseverando que es biólogo marino y culpando a la industria salmonera del fenómeno, especialmente en lo que respecta al vertido en el mar de salmones muertos por el bloom de las algas.

Kol -o Espinoza- dio una concurrida charla el sábado último en el Salón Parroquial Apóstol Santiago, a un costado de la Iglesia San Francisco de Castro, invitado por el llamado Comité de Defensa y Desarrollo del Borde Costero.

El expositor realizó estudios de odontología en la Universidad de Chile y no en biología marina, como así ha pregonado. De hecho, la casa de Bello no imparte la última carrera.

Kol ha escrito sobre temas acuícolas, fue asesor de la Fundación Pumalín e incluso fue formalizado en el 2009 por el atentado incendiario a instalaciones de SalmonChile en Puerto Montt, de lo cual fue sobreseído.

Insisten que cierre es casi total en el Archipiélago

Salud resumió situación por el veneno paralizante de los mariscos en la provincia.
E-mail Compartir

Por Graciela Ojeda, periodista

La Seremi de Salud de Los Lagos recalcó que existe una prohibición de extracción, recolección, captura, transporte, comercialización , elaboración, traslado, procesamiento y tenencia de todo tipo de bivalvos en el Archipiélago, siendo la única zona libre de la medida el estero de Castro.

Claro que además de recursos como cholga, chorito, choro, almeja, ostra, huepo, navajuela, macha y ostión, la resolución N°667, emitida el 14 del presente, es extensiva a mariscos como piure, picoroco y loco, e incluso algas como luche, cochayuyo y ulte.

La Autoridad Sanitaria también informó ayer que se mantienen los 10 casos confirmados de intoxicación por marea roja en la región, ninguno fatal, de un total de 25 sospechosos. De ellos, 9 son de Ancud y 1 caso de Maullín. Los primeros corresponden a ingesta de machas en Mar Brava y el restante comió navajuelas.

Del total de casos confirmados, un 80% corresponde a sexo masculino, con edades entre 9 y 59 años, uno requirió hospitalización, y los síntomas predominantes fueron adormecimiento de boca, lengua, extremidades superior e inferior.

Todos estas situaciones se presentaron al inicio del evento, es decir, entre el 20 y 24 de abril; es decir, se habla de la marea roja desde que se decretó el cierre en una amplia zona de la región y no antes, cuando ya estaban clausuradas áreas como Cucao y sectores de Quellón.

Respecto al monitoreo, la Seremi afirma que desde el 20 del mes pasado se han tomado un total de 602 muestras de mariscos, analizadas en los laboratorios del organismo, ubicados en Puerto Montt, Castro y Quellón.

Asimismo, se han realizado 8 decomisos de productos del mar en diversos controles carreteros, de desembarco y puntos de ventas, traducidos en 58 mil 213 kilos de recursos en la provincia de Llanquihue.

Salud finalizó en declaración que "en producto machas se detectó concentración de 9.500 microgramos de toxinas del tipo paralizante por 100 gramos de carne de molusco en el sector de Cucao. Niveles máximos para consumo humano son de 80 microgramos por 100 gramos de carne de molusco".

9.500 microgramos de toxina por 100 gramos de molusco es el mayor registro hasta ahora.

La incertidumbre que vivimos los chilotes

E-mail Compartir

Ser chilote es tener la vida unida al mar, vivimos rodeados de agua. Por eso seguro que son contados los que visitaron Chiloé y se fueron sin probar el curanto o algún marisco. Nuestra vida depende del mar. Por eso esta catástrofe marina es un verdadero tsunami, pero de muy difícil reconstrucción. Los ecosistemas no son como los edificios y cuando se resienten pueden tardar años en recuperarse. ¿Y qué haremos mientras tanto?

La desesperanza se apodera de los pescadores, sus familias y todos los que habitamos las ciudades, sitiadas por las más de 10 tomas de los hombres de mar. Ya ha ocurrido otros años, pero todos sabemos que esta vez es distinto. Nadie sabe cómo enfrentaremos de ahora en adelante un desastre de esta magnitud y si nuestras vidas seguirán siendo como fueron hasta ahora. En esas condiciones, es difícil no entender la medida de los pescadores.

Yo no trabajo en el mar, pero el dinero que eventualmente me da de comer se genera -en primera instancia-, a partir de los productos que se extraen en las regiones de Los Lagos y Aysén. Del mar vivimos monetariamente y de él nos alimentamos todos los chilotes. Hoy no tenemos para uno ni para lo otro.

Desde el 2002, la primera vez que se detectó la marea roja en Quellón, convivimos con ella. Lo inesperado es que a esta altura del año continúen cerradas las zonas de extracción y que el bloom de microalgas haya llegado al Pacífico abierto.

Llevamos 15 días de paro y a pesar de las incomodidades en el libre tránsito o la falta de alimentos, creemos que el Estado chileno debe hacer algo más para que crisis como esta no vuelvan a repetirse. Se necesitan más laboratorios que anticipen los brotes. Hoy existe uno solo en Quellón, que queda a varias horas de las zonas de extracción y si las cargas están contaminadas, el marisco se destruye. Con más instalaciones podrían tomarse continuamente muestras en terreno sin extraer los moluscos, y esperar para consumirlos cuando estén sin toxinas. En 14 años y cuatro presidentes no se anticipó la crisis medioambiental y social que hoy nos tiene atrapados.

A mediados de la década del '80 arribaron las empresas salmoneras al igual que la industria bananera en el Macondo de García Márquez. Ya nada fue igual, se modificaron incluso nuestros paisajes. Difícil decir si fue malo o bueno tajantemente, porque concentraron la contratación de mano de obra local. Hoy en día SalmonChile dice que la industria genera 60 mil empleos directos e indirectos, pero el grueso de sus contratados son operarios que ganan sueldo mínimo, realizando trabajos muy sacrificados; también están las críticas por contaminación.

Como sea, la industria salmonera produce hoy más de 800 mil toneladas; su exportación alcanza los US$ 4.000 millones y se ubica después del cobre. Los que no trabajamos en ella recibimos parte de los ingresos que genera en supermercados, tiendas, arriendos, redes, herramientas y un largo etcétera. Todo, absolutamente todo, depende de cómo les va a las salmoneras.

Por eso la solución al conflicto no es simple y habrá que seguir esperando un acuerdo con el Gobierno, que permita a los pescadores retornar a sus lanchas y seguir nuestras vidas. Pero sobre todo esperamos poder volver al mar.