Chiloé, marea roja y centralismo
Los efectos de la marea roja en Chiloé son graves. Sobre todo por el impacto económico, laboral y social que afecta a miles de familias que viven de la pesca artesanal, la recolección, extracción y comercialización de recursos marinos en ferias y mercados. Por eso se entiende su movilización y su molestia.
Lo que vive Chiloé es un verdadero terremoto social. Porque gran parte de la población vive en torno al mar, que para los chilotes no es solo fuente de sustento, sino una forma de vida ancestral. Sin el mar, Chiloé no sería lo que es. Por eso se han tomado las rutas para manifestarse. Porque dudan que la marea roja haya sido causada solo por El Niño, así como de los reales efectos del vertimiento al mar de miles de toneladas de salmones muertos. Este terremoto social se produce también por la drástica reducción de las cuotas de pesca. La suma de mínima pesca, despidos en las salmoneras y marea roja han configurado esta crisis que hoy demanda soluciones permanentes y de fondo.
En esta crisis se ha sentido con fuerza el centralismo, al que le cuesta dimensionar los problemas de las regiones y se toma demasiado tiempo en adoptar las medidas necesarias. Ante eso, Chiloé ha comprobado que solo saliendo a la calle es posible llamar la atención sobre sus problemas, como ya ocurrió antes con la demanda de una salud digna. La paciencia también tiene límites.
Los chilotes merecen ser escuchados. No solo cuando salen a las calles. Deben ser escuchados siempre. Porque aunque vivimos en una isla, seguimos siendo parte de Chile.
No queremos ser patio trasero del desarrollo nacional. Queremos ser parte de un país que distribuye oportunidades, recursos y poder, para construir nuestro propio futuro. No queremos que el Chiloé de mañana se defina en un escritorio en Santiago.
Columna
Jenny Alvarez Vera,, diputada por Chiloé y Palena