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Luis von Ahn: las neuronas detrás del Captcha y el Duolingo

Conozca la historia del genio guatemalteco, uno de los emprendedores tecnológicos más respetados en todo el mundo.
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Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso

¿Cuántos de ustedes, estimados lectores, han tenido que rellenar alguna vez un formulario en internet con unas letras distorsionadas antes de completar un paso para una compra o para crear una cuenta de correo? ¿Cuántos lo odian?

Ese fue el primer invento de Luis von Ahn. Y eso que él describe y muchos detestan es el captcha, su punta de lanza. Un programa que permite a los servidores comprobar que lo que tienen en frente es un humano y no una máquina. Por ejemplo, cuando compras un boleto para un concierto, el captcha te asegura que los revendedores de boletos no puedan adquirirlos todos a la vez.

Von Ahn pensó en este problema que tenía Yahoo! cuando todavía estaba en la universidad estudiando su último grado de Informática. Creó un proyecto de fin de carrera, desarrolló el producto con una empresa y después lo vendió. Eso le hizo ganar el premio MacArthur en 2006. También lo llaman 'el premio del genio'.

Podría parecer una de las maneras más simples de hacerse millonario. Pero para Luis no lo fue. Casi diez años después, dejó de sentirse orgulloso de su trabajo. Se dio cuenta de que la gente odiaba el invento, y además, "por cada captcha que se completa, se pierden 10 segundos de vida". Cada día se ingresan alrededor de 200 millones de captchas, lo que supone que toda la humanidad está perdiendo 500 mil horas diarias ingresando códigos improductivos en internet. Un vertedero de lo que él más aprecia: el tiempo.

El dinero alivia, pero la conciencia no perdona. Había una pregunta que había estado erosionando su mente todos esos años: cómo utilizar ese esfuerzo para el bien de la humanidad, y solo hay una palabra que explica lo que Luis estaba a punto de hacer: expiación.

Así es como Luis encontró su primera piedra filosofal del camino; logró transformar el tiempo en oro y hacer que con cada captcha que se rellena el usuario contribuya a digitalizar libros para formar la biblioteca más grande del mundo. Estaba haciendo que las personas aportaran algo increíble, algo que las computadoras todavía no pueden hacer.

El captcha localiza aquellas palabras de los libros donde la tinta se corrió, las hojas del viejo libro se ajaron o se tornaron borrosas y te encargas de descifrar lo que dicen. Y todo haciéndolas resurgir de sus cenizas para darles una nueva vida en el mundo digital.

Ahora casi mil millones de personas -más del 13% de la humanidad- está ayudando a transcribir libros y periódicos. Al día, la humanidad en su extensión digitaliza 100 millones de palabras; o lo que es lo mismo, dos millones de libros al año.

Reinventarse o morir

Si tuviera que elegir entre volar o ser invisible, Luis von Ahn elegiría ser las dos cosas a la vez. Lo haría para ahorrar tiempo, el recurso más valioso y el más escaso. Pero por ahora, ni vuela ni es invisible, se encuentra sentado en su escritorio, en Pittsburgh, Estados Unidos. Sin despachos, jerarquías, ni oficinas de jefes. Allí se gestó un proyecto de peso: Duolingo, programa que permite al usuario aprender otro idioma mientras traduce la web. Un sistema educativo gratuito que se financia con las traducciones de los propios alumnos.

La aplicación cuenta con 22 millones de usuarios, más que todo el sistema de educación pública en Estados Unidos. En 2013 fue elegida como la mejor de Apple -es la primera vez que la compañía selecciona una 'app' educativa-, y una de las 10 mejores de Google. Hasta el ex presidente gringo Bill Clinton ha reconocido utilizarla.

Hacerle perder un minuto a este ingeniero de ideas es sentir que le estás privando a la humanidad de un posible invento. Von Ahn ha vendido empresas a Google, ha creado un programa para digitalizar libros que haría morir de envidia a la Bibliotecario de Alejandría; a los 21 años inventó un sistema que emplean millones de personas, y aun así ha tenido el tiempo de impartir clases en la Universidad de Carnegie Mellon. Luis es de esas personas cuya vida te hace cuestionarte cosas. Una: en qué malgastas tu tiempo.

Filántropo digital

Luis lo llama "computación humana". En lenguaje no digital: ayudar al mundo a usar internet de forma eficiente. Lo que quiere es "construir sistemas que combinen la inteligencia de los seres humanos y las computadoras para resolver en gran escala líos que no se pueden resolver por sí solos".

Para él, lo más importante era tener un impacto positivo en la sociedad. Después de vender la segunda compañía a Google, que fue reCaptcha, su situación económica es tal que, lo ha asegurado al mundo, "no tengo por qué trabajar". Lo que se plantea hacer es cómo puede usar lo que sabe, que tiene que ver con la informática, "para ayudar a la sociedad, como pueda", comenta.

Si hubiera una definición amplia de 'ecología' sería la de Luis von Ahn. Multiplicar los efectos de las acciones. Tal y como la describe, su vida puede parecer rutinaria: se levanta, hace media hora de ejercicio y va a trabajar. Cuando se acaba la jornada (a las 21 horas), usualmente va a cenar a alguno de los restaurantes de su misma calle con los mismos compañeros a los que ha estado viendo todo el día. Y de ahí, "me voy a mi casa a dormir".

Pero la realidad es otra. Luis siempre ha visto el mundo como un video juego. A veces es Mario Bross y tiene que superar obstáculos, otras simplemente es un personaje de los Sims y tiene que buscarse la vida común y corriente.

Empezó temprano, a los ocho años, cuando su mamá le compró una computadora en lugar del Nintendo que quería para "jugar juegos". Por aquel entonces no era fácil usar computadoras. Podía armarla y desarmarla en una sola noche. Ciertamente en Guatemala, su lugar de origen, casi nadie más tenía una computadora. Al menos nadie de su edad que él conociera.

Thomas Edison llegó a producir un invento cada quince días durante su vida adulta. La senda de Luis va por ese camino: en 2006 ganó el premio MacArthur (también conocido como el 'premio del genio'). La revista Discover lo ha nombrado uno de los 50 mejores cerebros en la ciencia; en 2006 fue uno de los diez científicos más brillantes para Popular Science, y una de las 50 personas más influyentes en la tecnología por Silicon.com. En 2009, el diario Siglo XXI de Guatemala nombró a Luis como su personaje del año, y en 2011, la revista Foreign Policy escogió a von Ahn como el intelectual más influyente de toda Iberoamérica.

"Es lo que me mantiene entretenido. No sé qué podría hacer si no hiciera esto", responde con simpleza. "Realmente es lo único que sé hacer", certifica.

Durante 41 minutos que dura la conversación a la distancia, Luis repite en tres ocasiones que hace lo que hace, porque es lo único que sabe hacer.

Luis es el director de orquesta de una empresa que busca 100 millones de socios. Basa su filosofía en el poder de millones de mentes que con cada pensamiento o movimiento realizan una acción que puede generar otra, otra y otra de forma inconsciente y al mismo tiempo. Antes de internet, coordinar a mil personas era algo complicado. Para Luis von Ahn eso es una magia llamada crowdsourcing, y él tiene la varita.

El arte de liderar

Luis piensa en grande. Nadie le ha dicho que no pueda. Todo le parece posible, simple y evidente. Tiene el mundo frente a sus ojos, y observa. ¿Qué tienen en común los grandes eventos de la humanidad? La construcción de las pirámides de Egipto, la llegada del hombre a la Luna: unas 100 mil personas contribuyeron a que cada uno de ellos fuera posible.

Pero, ¿cómo se ilumina su ampolleta? "Genero bastantes ideas y después se las cuento a algunas personas que están cercanas a mí, y usualmente me dicen que la idea es malísima, y después tengo que modificarla un poco, hasta que luego convenzo a otros que es buena".

Antes recurría a la aprobación de su esposa, Laura: "Pero el 95% de mis ideas no le gustan".

El problema de Luis no era que no supiera inglés al llegar a Estados Unidos, o que su acento le delatara. Su problema, después de casi 16 años viviendo allí era que se le estaba olvidando el español.

Cuando dejó Guatemala casi nadie tenía internet. Conforme llegaba a competir con otros chicos-prodigio se daba cuenta de que ellos "habían sido educados desde pequeños para ser unos genios". Mientras ellos estudiaban manuales universitarios, Luis solo veía la programación como un hobby nocturno.

La imagen de Luis von Ahn parece salida de una caricatura, con tics, gafas grandes y camisa de manga larga. El típico nerd que nunca fue, según reconoce. Como en las conferencias, habla rápido, es elocuente y no ahorra ocasión para bromas.

¿Su última idea? "Combatir el crimen".

Un alcance: en 1996 secuestraron a su tía durante más de una semana en la violenta Guatemala. Su familia logró recaudar la suma de dinero que pedían y la recuperaron. "El hecho de que 10 mil personas le estén haciendo la vida imposible a 15 millones, me motiva la idea".

En lo que dura este contacto se han digitalizado cerca de 12 libros, hay decenas de personas aprendiendo idiomas y tal vez von Ahn haya pensado alguna que otra idea que a Laura, en una de esas, hasta le guste.