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Las historias detrás de vecinos de la olla común ancuditana

Conozca ejemplos de sacrificio de algunos isleños que son parte de la olla común levantada este mes en el centro neurálgico de la ciudad del norte de la provincia.
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Luis Contreras Villarroel

El histórico movimiento social del mundo de la pesca artesanal gatillado por la crisis de la marea roja, sin olvidar la ola de despidos masiva de la industria acuícola, aún resuena en los distintos rincones de Chiloé dejando al descubierto el lado menos amable de la depresión económica y laboral en el territorio.

Uno de los ejemplos más latentes lo ha reflejado la instalación de dos ollas comunes, una en Quellón que se levantó en mayo y otra en plena Plaza de Armas de Ancud.

La última, que se inició el 6 de este mes, ha dejado al descubierto la precariedad económica de unas 350 familias ancuditanas de adultos que no cuentan con una fuente laboral, algunos desde hace unos seis meses. Todos cumplían labores ya sea en plantas salmoneras, procesadores de mariscos o bien dependían de la explotación de recursos en el mar afectados por el fenómeno del veneno paralizante de los mariscos (VPM).

A través de turnos las 24 horas del día los pobladores cesantes se organizan desde la glorieta de la plaza local para hacer frente a las bajas temperaturas y el viento, en espera de una señal concreta que permita su restitución en algún puesto de trabajo. Alimentos no perecibles y leña o carbón son los insumos de los cuales dependen gracias a la solidaridad de la gente que hace posible la subsistencia de estos vecinos desempleados.

Deudas crediticias, boletas de servicios básicos y mensualidades de estudios superiores agobian a este naciente comité de cesantes que cada día tiene que lidiar con el incierto destino de sus vidas.

Uno de los casos ilustrativos lo relata Bernarda Mora, jefa de hogar, madre de tres hijos y presidenta de la organización que ha encabezado esta olla común y las acciones para acceder a canastas de alimentos para los grupos familiares más golpeados por la cesantía.

"Hay un turno de noche, nosotros llegamos en la mañana tipo 7 y media, se va relevando el turno de la noche porque es mucho frío para estar toda la noche; ya tengo dos personas enfermas, una niña que está hospitalizada para que le hagan un escáner, se descompensó, tengo a otra persona que le afectó los pulmones, varias con bronquitis y así se han ido enfermando", contó la vocera.

La olla común dependía primero de algunos aportes propios de los desempleados, más la cooperación del comercio local y la generosidad de la población que ha empatizado con la protesta.

Mora arrastra su propia experiencia de esfuerzo y trabajo tras desempeñarse por nueve años en la actual planta salmonera Cermaq que se ubica en el sector Mutrico, a un costado de la Ruta 5 Sur en Ancud.

Su despido de la industria ex Cultivos Marinos derivó en el pago de una indemnización de 6 millones de pesos, cifra con la cual podría vivir relativamente bien junto a sus tres hijos. Sin embargo, la realidad es totalmente distinta debido a las deudas que debe solventar la dirigenta.

"Salí con un finiquito, sí, salí con 5 millones de pesos, pero tengo una deuda de aproximadamente 6 millones de pesos porque tengo una hija estudiando en la universidad; tengo dos chicos más, uno tiene 3 y el otro 8 años, entre el colegio y el jardín no los puedo hacer faltar, porque aunque suene crudo tienen su alimentación que no les va a faltar", subrayó.

Hija enferma

Otro drama social lo encarna una joven pareja de padres de una niña de 4 años y que hasta el pasado 15 de mayo trabajaron en la planta de Inmuebles Cataluña que procesa choritos, también emplazada en Mutrico. Ahora ambos están desempleados y con la salud de su hija cada vez más quebrantada por una delicada enfermedad hepática.

Así lo relató Fabiola Hernández, quien sostiene que "mi hija estuvo el 2013 en un tratamiento por quimioterapia por un tumor de hígado y ahora estamos en exámenes por el hecho de que ahora se le agrandaron mucho los vasos sanguíneos, tiene problemas en las plaquetas, así que todo eso lo están evaluando ahora". El tratamiento médico debe realizarse en el Hospital Regional de Valdivia, lo cual redunda en gasto de pasajes y estadía.

Un caso similar lo refleja la ancuditana Ángela Guerrero, quien hasta hace poco trabajó en una planta procesadora de choritos en el sector Ribera Sur. La llegada del VPM terminó con su fuente de trabajo y, por lo tanto, acercándose a una olla común al aire libre.

Su realidad para subsistir lo ilustra de una forma simple pero dramática: "La verdad de las cosas es que yo vivo con mi papá que tiene 84 años de edad y mi hija: la verdad es que estamos con muchas deudas porque nadie sabía lo que iba a pasar, mi papá sacó un crédito, hasta allí estábamos bien trabajando, no teníamos atado en pagar, pero ahora ya quedamos con esa deuda".

Iniciativas

Cinco de 14 proyectos aparecen como una fuente de empleo para absorber parte de la mano de obra cesante en Ancud.

Obras de mantención y infraestructura y mejoramiento de espacios públicos serían una medida paliativa. Para una primera fase se dispondrá de la contratación de 258 trabajadores por espacio de media jornada.

Por estas faenas percibirán 150 mil pesos, lo cual incluye un anticipo en el comienzo de las labores a las que serán destinados los operarios.

Manuel Muñoz, coordinador de la mesa comunal de marea roja, expuso cómo se plantea esta alternativa de fuente laboral dada la difícil situación económica local.

"Nosotros somos la unidad técnica, nosotros estamos contratando a esta gente para ejecutar estos servicios bajo nuestra administración, con todos los elementos de seguridad para que ellos puedas desenvolverse bien en sus labores y a ellos se les van a pagar sus remuneraciones, previsión, salud, seguro de cesantía", dijo.

El comité de cesantes mira con atención esta opción, la cual primeramente está focalizada para la gente de mar en forma directa.

Mientras tanto, las dueñas de casa, jefes de familias y sus parientes esperan por mejores expectativas que les ayuden a salir del drama social que significa no contar con una fuente de trabajo y vislumbrar que aún no se repone la pesca y la acuicultura de Chiloé.

"Ya tengo dos personas enfermas, una está en el hospital".

Bernarda Mora,, presidenta del Comité de Casantes de la Marea Roja.

"Yo vivo con mi papá de 84 años y mi hija; la verdad que estamos con muchas deudas".

Ángela Guerrero,, vecina cesante de Ancud.