Vivir con 90 mil pesos, el drama de los adultos mayores chilenos
Sorprendió la noticia de que ex funcionarios de Gendarmería -entre ellos la esposa del diputado socialista Osvaldo Andrade- reciban pensiones de entre los 3 y 5 millones de pesos. Una verdadera cachetada para los abuelos que reciben la Pensión Básica Solidaria, una verdadera miseria comparado a esos estrafalarios montos que están en la polémica.
$5.241.799, un jugoso monto de dinero que perfectamente podría servir para cubrir las necesidades básicas de un adulto mayor durante todo un año. Visto así, no es un gran valor, pero si se considera que una sola persona recibió esa pensión no anualmente, sino que cada mes, las cosas cambian rotundamente. La privilegiada: Ema Myriam Olate, esposa del presidente de la Cámara de Diputados, Osvaldo Andrade.
Esta semana la olla se destapó y se conoció que, junto a la mujer, otros 212 funcionarios de Gendarmería a contar del 2014 recibieron pensiones por sobre el límite legal de 60 UF dispuesto por la Contraloría General de la República (1.563.957, al día viernes).
Luego de este terremoto, el organismo fiscalizador inició un sumario interno para aclarar las eventuales responsabilidades administrativas que pudieron haber en la aprobación de las millonarias pensiones de retiro a funcionarios de Gendarmería otorgadas por Dipreca (Dirección de Previsión de Gendarmería, Carabineros y la PDI).
Cuando la "reguleque" vida de pensionada de Ema Myriam Olate quedó al descubierto, la mujer replicó a El Mercurio: "Me parece fantástico tener una pensión así y por supuesto que me da vergüenza por las pensiones que tienen la mayoría de los chilenos. Me da vergüenza, pero es lo que me tocó".
Claramente, lo que le tocó a la ex subdirectora técnica de Gendarmería no es lo mismo que tienen que vivir los pensionados beneficiarios de la PBSV, que deben arreglárselas para pasar el mes con la irrisoria suma de $89.764. Los mismos que algo de "holgura económica" tienen cuando reciben el Bono de Invierno, en mayo de cada año.
Ni para comer
Chile es el orgulloso primer país sudamericano en ser miembro del selecto grupo OCDE. Aunque, a la luz del trato hacia sus adultos mayores, no tiene nada por qué sacar pecho. Luego de los cambios en las tasas de mortalidad que comenzaron a regir el 1 de julio, se consolidó como la nación con las pensiones más bajas entre los integrantes de la organización.
OCDE y tasas de moralidad son conceptos y números que poco conocen o le importan a las decenas de adultos mayores que diariamente llegan hasta las plazas, centros comerciales o paseos de Valparaíso. Los más afortunados, para sentarse a descansar y conversar animadamente. Aunque, lamentablemente, un número importante lo hace para poder sobrevivir.
Plaza O'Higgins y Echaurren son quizás los lugares porteños símbolos de estas desigualdades. Frente a la sede legislativa del país, se divisan cada jornada diez y hasta veinte personas que pernoctan y piden comida o dinero. Hay de todo: niños, madres solteras, adictos al alcohol, personas con capacidades diferentes, pero, una buena parte de ellos son ancianos.
Una situación que se replica en el resto del país, como en Chiloé donde también es cosa de todos los días ver a adultos mayores pidiendo una moneda o, de plano, hurgueteando en los basureros que hay en el lugar. El desafío es encontrar algún pedazo de pan o cualquier resto de algo comestible, que les permita calmar el hambre.
Muchos quedaron asombrados hace algunos días, al ver a una anciana de pelo cano y con una muleta revisando el interior de un tarro con basura.
Hasta ahora, no se le ha vuelto a ver por los alrededores ni que pasó con ella, pero es el reflejo más brutal de lo mal que están los pensionados chilenos. "La semana pasada vi a una abuelita así, pero acá es mucha gente mayor la que anda pidiendo plata o algo para comer", comenta Marcia Figueroa, madre que vende frutos secos fuera del Rodoviario de Valparaíso y que es testigo privilegiado de las tristes escenas que se ven a diario.
La mujer también tiene un juicio claro sobre la raíz del problema. "Son las bajas pensiones, que no alcanzan ni para comer bien", asegura la mujer.
Estos casos que son públicos y están a vista y paciencia de todo aquel que pase por allí, o de los viajeros que apenas ponen un pie en Valparaíso o en otra ciudad del país, donde se encuentran con esta triste postal. Se suman decenas de historias que se pueden encontrar con un breve recorrido.
Igual hay casos que no dejan de llamar la atención, como el optimismo de Amable Ramírez, un anciano de 84 años, que se dedica a vender ropa usada.
Además de vivir con la pensión mínima, para colmo, no tiene visión en un ojo y tampoco recibe ayuda de sus tres hijastros.
No obstante, teniendo todo en contra, sorprende la fuerza y simpatía con que cada día de trabajo saluda a quien pase por el lugar.
¿Cómo vivir con 80?
Por su parte, Claudia Molina, de 73 años, muerde una sopaipilla acompañada con un poco de mayonesa. Como al mediodía está cerca, el hambre llegó y no tuvo más remedio que comer algo.
No es lo más apropiado para la salud de una persona de su edad que, además, sufre diabetes e hipertensión, Pero, al preguntarle por qué no compró algo más saludable o pasó a un restaurante, las respuesta es inmediata: "no me alcanza".
Durante su vida, la mujer se dedicó a criar a sus cuatro hijos junto a su marido. Por esto, nunca trabajó y sólo tuvo que optar a la Pensión Básica Solidaria de Vejez. Aunque su marido tiene tres años más que ella, igual trabaja esporádicamente y su ingreso mensual no alcanza los 200 mil pesos.
Esa mañana, Claudia Molina cumplía el ritual de cada semana: trasladarse para abastecerse de todos los abarrotes, verduras y frutas necesarias para la semana.
"Tengo que venir, es la única forma cuando uno anda apretadita con la plata. La pensión de 89 mil que tengo es para la risa, una miseria", comenta sin tapujos.
Mientras compra tres kilos de papas para hacerlos cundir por los próximos siete días, otra vecina se suma a sus reclamos.
Preferencia
Pamela Ortiz, que tiene 79 años, cuenta que "la plata no alcanza para nada. Yo también tengo la pensión básica y si andara todos los días en micro no tendría para comer. Hay que preferir el alimento, ¿o voy a comerme las ruedas de la micro?, ¿no cree?", increpa la abuela de seis niños.
Con años de experiencia en el arte e instinto de supervivencia que tiene la dueña de casa de hacer mucho con poco, estas dos pensionadas se atreven a dar consejos a quienes tienen su mismo problema. Ambas, como todas unas ministras de Hacienda, aseguran que lo primero es "tener qué echarle al estómago". Después viene el vestuario, la movilización y los lujos, si es que alcanza.
"Hay que regatear, buscar los lugares más baratos, las ferias. Si el 'caserito' está amable, puede que de la yapa y eso nos ayuda mucho. (...) cuando tengan la platita en la mano, asegúrense con arroz, fideos, harina", recomienda Claudia Molina.