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"Quien venga deberá corregir las fallas estructurales que dejará este gobierno"

El exmandatario lanza libro y enjuicia las reformas basales de Michelle Bachelet y plantea su malestar por el derrotero que ha tomado el país.
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Carlos Vergara Ehrenberg

Sobre el escritorio del expresidente Sebastián Piñera en sus ya históricas oficinas de Apoquindo 3000 hay una torre de ediciones de su último libro titulado "La historia se escribe hacia adelante. Trece protagonistas de un gobierno", de editorial Uqbar, escrito por el político y escritor sueco de origen chileno Mauricio Rojas.

Cada uno de los volúmenes tiene un post-it amarillo con los nombres de presidentes regionales -entre los que se distingue al colombiano Juan Manuel Santos y al argentino Mauricio Macri-, los cuales Piñera dedicó personalmente.

Aunque se le nota un tanto menos tenso y algo más relajado que en los días que ocupaba el sillón de La Moneda, el exmandatario mantiene sus marcadas posturas sobre el acontecer del país, temática que sigue con la obsesión acostumbrada.

-¿Cuál es el propósito con esta publicación?

-Tiene un triple propósito. Primero, humano. Que protagonistas de nuestro gobierno cuenten qué sintieron durante la administración, junto con sus grandes aciertos, dolores y errores. Es una visión humana desde adentro. Junto con ello, también busca hacer un balance grueso de esos cuatro años, en tiempos muy difíciles, con el país en recesión, en medio de la crisis subprime, y un terremoto y maremoto devastadores. Súmele a eso, una sequía que se prolongó por todo el gobierno y una oposición que desde el primer minuto nos declaró la guerra, negándonos la sal y el agua.

-¿Cree que salió airoso?

-Mire. Debíamos reconstruir y decidir si eso obligaría a replantear las metas. Finalmente, hicimos las dos cosas: reconstruimos el 80%, recuperamos la capacidad de crecer, de crear empleos y oportunidades. Pero no solo puede ser un balance económico, sino también moral. Hicimos esfuerzos en campos clave, como la calidad de vida, la cobertura y calidad de la educación, aumentamos las becas de 100 mil a 400 mil, mejoramos el CAE, establecimos los liceos Bicentenario. En Salud, tuvimos que enfrentar un déficit crónico de infraestructura y médicos especialistas. Nos encontramos con 400 mil personas en listas de espera AUGE, y las redujimos a cero. Hoy crecen con fuerza.

-¿Cuál es su balance en materia de seguridad?

-Nunca nadie, en ningún país del mundo, podrá derrotar la delincuencia, pero sí hacerla retroceder. Recibimos el país con un índice de victimización de más del 30% y lo dejamos en 22%. Hoy pasó el 26% y sigue creciendo. La pobreza estaba en cerca del 14% y la redujimos a la mitad. Por primera vez cayeron los niveles de desigualdad.

-¿Y el tercer propósito?

-Proyectar una mirada de futuro, a la luz de la experiencia, de cuáles son hoy los grandes desafíos, tareas y oportunidades. Esos eran los tres grandes objetivos.

-¿Cree que su administración "envejeció" mejor en comparación al juicio crítico que recibió en el transcurso de la misma?

-Sí. Hay una revalorización. Y hay dos razones para ello. La oposición de entonces, la Concertación, no reconoció nada desde el primer instante. Negaba todas las cifras y ponían todo en duda. Eso le hizo daño al país y hoy les pasa la cuenta. Pero también creamos muchas expectativas, con metas muy grandes y ambiciosas, en crecimiento, empleo, salarios, reducción de la pobreza y la delincuencia. Naturalmente, muchas las cumplimos, pero no todas.

-Suena muy a analista político eso de que las expectativas fueron demasiado altas. ¿Realmente lo cree así?

-Sí. Creamos muchas expectativas. Hoy, por ejemplo, no hay metas. Eso no es una buena forma de gobernar. Las metas generan mística y compromiso y ello explica la revalorización de nuestro gobierno. Los hechos terminan por imponerse por sobre las percepciones. La gente se da cuenta que cambió nuestro país. Estamos estancados en crecimiento, empleos, salarios, mientras suben la delincuencia y las listas de espera AUGE. Esa comparación hace valorar lo que tuvimos.

-No pasa inadvertido el hecho de que excolaboradores, como Pablo Longueira y Laurence Golborne no participen de este libro. ¿Fue algo intencional por el presente que viven?

-Mire, esta decisión la tomamos hace mucho tiempo y casi todos los que participan estuvieron en la última etapa del gobierno. En consecuencia, las personas que usted menciona, como el exministro Longueira y el excandidato Golborne no estuvieron en el último año de nuestro gobierno.

-¿Y a Rodrigo Hinzpeter, que terminó junto a usted, lo incluyó?

-No, Hinzpeter tampoco está. Pero creo que son todos los otros. Déjeme mirar (le echa un vistazo al índice). Pero no fue esa la razón. Todos terminaron el gobierno con nosotros. Este libro lo pensamos en la última etapa de nuestro gobierno.

Dolores de cabeza

"En Educación nos planteamos muchos objetivos: mejorar la calidad en todos los niveles. Las pruebas Simce mostraron una mejoría. Pero también quisimos hacernos cargo de las brechas, en acceso y calidad. Por eso duplicamos los cupos de la educación preescolar, la extensión de la sala cuna a todas las mujeres trabajadoras, el esfuerzo por multiplicar la subvención escolar preferencial, los liceos Bicentenario, que ningún joven con talento se quedara fuera de la educación o que la mochila de deudas fuera muy pesada para las familias", dice, entrando en un área que marcó buena parte de las protestas y las quejas contra su administración del estudiantado chileno.

-Pero no fue suficiente.

-Por supuesto que no lo fue. Nunca nada será suficiente. Nunca se termina el proceso de desarrollo y las expectativas también van creciendo.

-¿Qué le parece el proyecto de reforma a la educación superior ingresado por la Presidenta Bachelet?

-Creo que es un mal proyecto y que no está basado en la responsabilidad ni planificación. Hay improvisación e ideología. Abandona el concepto de sociedad docente, lo que traerá malos resultados; segundo, el comprometer todos los recursos futuros a la educación superior da la espalda a muchas otras demandas ciudadanas. En tercer lugar, el esquema de un Estado todopoderoso y omnipresente es de una burocracia brutal que terminará siendo un freno.

-¿Esta reforma "amarrará" al próximo gobierno?

-Y al que le siga y al que vendrá después y al que suceda a ese. Un próximo gobierno deberá corregir las fallas estructurales de lo que han llamado la obra gruesa. Las tres grandes reformas estructurales fueron mal concebidas, diseñadas e implementadas. La Tributaria fue un durísimo golpe a la inversión, la productividad y el crecimiento del país. La Laboral es un duro freno a la creación de empleos y mejora de salarios. Y la Educacional, un golpe letal a la calidad y la libertad de la educación en Chile.

-¿Y qué opciones existen?

-Una es insistir con porfía y contumacia por un camino equivocado, que es lo que pasa hoy. Dos, escuchar a la gente con una cuota de humildad y corregir el rumbo. Ya perdí la esperanza de que este gobierno lo haga. El próximo gobierno no debe desmantelar, pero sí corregir muchas cosas para concluir el edificio y las terminaciones.

-A contar de 2018 podría darse un fenómeno único en la historia de Chile, cual es que Bachelet le haya entregado el poder a usted, que usted se lo haya devuelto y que la Presidenta vuelva a entregárselo. ¿No será que, al final, nos quedaremos donde mismo?

-Mire, no he tomado una decisión respecto de mi candidatura presidencial y la voy a tomar -de ser necesario- el próximo año. Pero me parece un tremendo error aplicar la ley del péndulo de uno a otro extremo. Por eso es importante que los gobiernos no lleguen con mentalidad de retroexcavadora o el síndrome de Colón. Todos tenemos que ir construyendo a partir de lo que hicieron los gobiernos anteriores, buscando diálogos y acuerdos para que las reformas tengan estabilidad y proyección. Debemos usar un tractor para crear y no una retroexcavadora para destruir. Es mucho mejor construir sobre rocas.

"Busca hacer un balance grueso de esos cuatro años, en tiempos muy difíciles.

"¿Qué es más importante? ¿Las promesas o los hechos?

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