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Donde los tomates crecen al calor del sol y al ritmo de las cumbias

En el Valle de Azapa, en el extremo norte del país, los productores agrícolas tienen a la música como un elemento más de su labor, para elevar la productividad de sus trabajadores y también de las plantas.
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Bibiana Mamani

En la Región de Arica y Parinacota se encuentra el Valle de Azapa, a pocos kilómetros de la ciudad de Arica. Su nombre en lengua aymara, Jasapa, significa "tierra blanda, suave".

El valle es famoso por su producción de aceitunas, tomates, pepinos, pimientos y otras verduras, de las que abastece al resto del país durante el invierno, gracias a las excepcionales condiciones climáticas de la zona.

Pero no solo el sol nortino ayuda al desarrollo de los cultivos, también lo hace la tecnología aplicada en los extensos invernaderos que cubren el valle y las laderas de los cerros, que incluye mallas para evitar el ingreso de plagas, fertilización mediante riego tecnificado y música para bailar.

Un bien común

Desde temprano el sol se deja caer en Azapa, el clima es agradable y la misión es encontrar los invernaderos musicales. Dicen que están en todas partes, pero solo en ciertos sectores se siente la música, como si se tratase de una verdadera fiesta, pero no lo es. Se trata de una jornada normal para los trabajadores de los predios agrícolas que al son de cumbias sureñas del Perú, waynos, baladas, rock y otros temas realizan sus faenas diarias.

En el kilómetro 28 están en plena época de poda y don Hugo Ticona lo sabe bien; por eso ya ha coordinado las labores de su parcela con sus trabajadores. Juan es uno de ellos.

"A veces la música la ponemos los jefes o ellos la ponen y se permite para que el personal se relaje y tenga mayor rendimiento, pero también le hace bien a las plantas, porque son seres vivos, así que igual les gusta escuchar música", manifiesta entre risas Ticona.

Mientras Hugo da las indicaciones, Juan escucha atentamente. Es parte de su rutina desde que llegó a Chile del Perú hace 13 años. Es algo tímido pero dice que su vida en el valle es tranquila, el trabajo es sencillo y con la música a veces se pierde hasta la noción del tiempo.

Si bien reconoce que no escucha música a todo volumen, es una práctica habitual entre los trabajadores.

"Aquí todos trabajan con música a todo volumen dentro del invernadero, les gusta y trabajan más animados", menciona Juan, mientras me señala el camino para encontrar a los trabajadores de Don Máximo, quienes tienen su propio ranking musical dentro de los invernaderos.

Para todos los gustos

Al llegar al predio de Máximo, se escucha a lo lejos un tema de Christian Castro, pero de golpe cambia de ritmo y se oye un huayno a todo volumen. El sol está fuerte, sin embargo las faenas al interior de los invernaderos continúan.

Al paso nos encontramos con un trabajador con sombrero de paja. Es Carlos, vino hace 8 años a Azapa, revela que su intención era conocer Arica, por eso dejó su natal Puno, Perú.

"Me contaban algunos que en Azapa había trabajo, el clima era bueno y que se ganaba dinero, por eso apenas salí del colegio vine a trabajar con mi hermano mayor y terminé quedándome hasta hoy", expresa.

El predio donde trabaja pertenece a Don Máximo y, según Carlos, todos se pelean por venir a trabajar con su jefe porque dicen que el trato que les da a sus trabajadores es bueno.

Mientras él muestra los invernaderos, otra vez se escucha una cumbia del Grupo 5 de Perú y luego cambia a Soda Stereo, un cambio drástico. "Hay que darle el gusto a todos", apunta Carlos.

Al ingresar al invernadero se observa un equipo que es como la estación principal de cualquier radio, porque la música que se programa desde ahí va hacia los diferentes invernaderos a través de parlantes que están conectados con largos cables. Consultado sobre el porqué de tanta música en su lugar de trabajo, responde que de esta forma logran sobrellevar el cansancio que a veces les genera trabajar en los invernaderos. "Hasta del calor y de la hora se olvida uno", consigna. Por eso el equipo musical está programado para apagarse en hora de almuerzo.

Las diosas del arpa

Antes de ingresar al invernadero, el trabajador agrícola escoge algunos cedés, la mayoría de ellos son de cantantes peruanas como Yarita Lizeth Yanarico, Dina Paúcar, Floricielo, Sonia Morales y Alicia Delgado, todas ellas grandes exponentes de la música vernacular (huaynos) del Perú. Junto a ellas también hay clásicos de boleros, bachatas, rock y de grupos peruanos como Papillón, Clavito y su Chela, Corazón Serrano y Los Puntos del Amor (en el que el ariqueño Anthony Mackuin es la voz principal) y muchos otros. Una colección digna de cualquier emisora tropical. Y solamente se escuchan primicias o temas a pedido, nada es al azar.

Termina un tema y solo pasan unos segundos de silencio y los silbidos y manifestaciones se hacen sentir desde uno de los invernaderos. "¿Qué pasó con la música?", gritan. Carlos no se sorprende, acotando que se trabaja con buena música o no se trabaja con ganas.

Al ingresar a los cultivos, el calor comienza a ser más notorio, con cada decibel que sale de los parlantes da la sensación de que las plantas bailan. Es que con el aire caliente del invernadero cualquier planta podría tener sus hojas caídas, pero el tomate está vigoroso, está en casa.

Mejor producción

En medio de algunas filas estaba trabajando Moisés, un joven boliviano. Es su segunda vez en Chile, volvió porque le parece un trabajo fácil, algo agotador pero fácil con música.

La visita de La Estrella no sorprende mucho a los trabajadores, confiesan estar acostumbrados.

"De vez en cuando nos visitan los ingenieros y otras personas porque les sorprende la calidad de los tomates que aquí se producen y también por la duración que tienen las plantas", aseguró Carlos.

"Antiguamente las personas mayores decían que la música hace bien a las plantas y parece que tienen razón", añade.

Los trabajadores son alegres, disfrutan de la música, aquella que los hace sentir como en casa.

Ellos prefieren no dar sus apellidos, pero sí sus nombres. Son cinco: Alfredo, Juan, José y Julio; los dos últimos son hermanos de Carlos. Todos ellos provienen de Puno, donde el clima es más frío, por eso acostumbrarse al sol radiante y al calor ha sido algo complicado, pero con la música sobrellevan el día de mejor forma. Aunque manifestaron que les gustaría bastante contar con una cancha municipal para hacer deporte y relacionarse con otros vecinos y vivir en comunidad. La población del Valle de Azapa carece de estos espacios de esparcimiento.

De pronto la música se apaga; es hora del almuerzo, nos despedimos y vamos a otro invernadero, pero es de plástico, por lo tanto, hace más calor que en los otros. Los trabajadores escuchan huaynos mientras cosechan ajíes. Su jefe, Don Rubén, permite ingresar, pero sus trabajadores son tímidos, solo cuentan que es casi una tradición laborar con música, porque les hace el día más alegre a ellos y a las plantas que, según dicen, así se ponen más productivas.