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En la ciudad más caliente de Chile: 40° grados y con resaca

Llay Llay, conocida como la 'Ciudad del Viento', vive días muy calurosos. Los lugareños dicen que pintan las habitaciones de blanco para que no entre el calor. Una crónica recién salida del horno.
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Rodrigo Ramos B. - La Estrella de Valparaíso

La sombra de un árbol, a un costado de una plaza dibujada con perfección con una regla con forma de rectángulo, parece ser un buen punto de observación. Desde el contorno de la sombra hay una nata de calor de alrededor de 40 grados Celsius, algo parecido a la sensación de estar amodorrado bajo el tufo de un sistema de calefacción en el estacionamiento de un mall.

La breve negrura que proyecta el techo del paradero de taxis la disputan tres personas. Ellos esperan con bolsas de supermercado su turno para regresar a sus casas. No parecen apurados. Nadie parece apurado en esa ciudad, más bien califica para pueblo; un pueblo de casas chatas y miradas esquivas y a ratos escrutadoras.

Cada diez minutos brota un taxi. Los taxis de pueblos siempre parecen bien cuidados y en este caso no es la excepción. Autos lustrosos cuyo níquel brilla. Concuerdan que ese sábado de noviembre, el último del mes, no es el día más caluroso en Llay Llay. Lo reafirma la señora llaillaína que se abanica y que pone boca de pato para hablar sobre calores récords y calores diminutos -sitúa sus dedos en forma de pinza, para repetir, la palabra diminuto-, mientras el señor que está su lado con rostro de resignado afirma que ya están acostumbrado al calor o "la calore"-suena musical-.

"Son cuantos años aquí de sol", se pregunta el señor mirando a un cielo despejado que a esa hora es una verdadera frazada El Castillo. Toda la vida con este calorcito rico, le responde a la vecina, a quien se le dibuja una sonrisa en su rostro de arrugas finas de persianas al comprobar el arribo del taxi.

El sol se estaca casi 12 horas masticando al poblado ubicado a un costado de la Carretera Panamericana y al costado de un cerro. Y al sol no lo saca nadie al momento de aturdir la tierra, pavimento, techos, pieles y todo lo que no esté al cobijo de una sombra, una bendita sombra. Por suerte, hay árboles.

Si no fuera por el viento, Llay Llay, a la que también la denominan como la 'Ciudad del Viento', de alrededor de 22 mil habitantes con una calle larga, principal, que marca el comienzo y el fin, y por la cual se desprenden como circuito nervioso el resto de las calles, usted se transformaría en un queque o, peor aún, en algo así como un budín al horno.

Sí, Llay Llay, la misma solamente aparece en la tele por el calor. ¿Y cuál es la temperatura de Llay Llay?

La intención de este reportaje fue asumir (con el reportero gráfico Marcelo) la condición de termómetros humanos, o sea, como usted puede imaginar, palpar o experimentar en terreno el estar en la ciudad más calurosa de Chile, así dicen, con máximas que alcanzan los 40 grados de promedio en verano; es decir, tomarle la temperatura y pulso a esta ciudad de la Quinta Región de Valparaíso cuyo nombre tiene una pronunciación musical.

A estos 40 grados sumemos un par de calor interno por una resaca efecto de la celebración de un triunfo deportivo la noche anterior, entonces, la sensación térmica externa e interna era bastante incómoda, pero la pega es pega y alguien debía hacerla.

Nos movemos lento. Hay que tener buena suela bajo los pies, sino el calor se inyecta como crema Calorub en los pies. Los pueblos se conocen preguntando. El tercer señor al que le consultamos -porque el calor pone poco comunicativo- nos dice que ahí, en ese local, apunta, venden ventiladores.

Al interior del negocio del tipo chino, en la calle principal, que expende sus novedosos productos en medio de enredaderas de mostradores hallamos el perfecto ventilador gigante para sobrevivir en medio de Llay Llay. Es un ventilador cabezón made in China, que parece robo de película de los años '80. La chica que nos atiende algo apurada -es sábado, y media ciudad está en la calle vitrineando- recomienda que lo mejor para evitar el suplicio del calor no es un ventilador, sino que pintar las casas de un calor claro y abrir bien las ventanas para que entre el viento.

La señorita emula a un trabajador del Servicio Nacional de Turismo (Sernatur), y redondea que Llay Llay, a pesar del calor, de la fama de infierno, es una ciudad muy tranquila, donde todos se conocen y que si no fuera por el viento todos terminarían cocidos. Ríe.

huesillo y huevo duro

Un carro de mote con huesillo en una calle interior donde se desarrolla una feria libre, es la mejor imagen que puede aparecer en ese momento de acaloramiento interno. El señor del mote se detiene y mientras nos prepara el jugo, dice, entre risas y en doble sentido, que Llay Llay es una ciudad caliente. A pedido nuestro el hombre se explaya entre risas. Habla de amores y desamores y que es tan abundante el amor que nadie quiere estar casado.

-Es llegar y abrazarse entonces, según usted.

-Sí. Quédese un fin de semana y lo comprobará.

Es un categórico desafío el del señor y luego agrega mirándonos fijamente que en la ciudad hay más mujeres que hombres, algo así como tres damas por cada varón, y esa condición, según, el vendedor de mote con huesillos, provocaría una demanda de hombres. Compruébelo, invita, y continúa su pedaleo.

Más adelante, en la feria, una señor nos invita a comprobar reloj en mano que uno de los huevos que vende queda duro en media hora o un poco menos. Al llaillaino le gusta el desafío con el tema del calor. El señor tiene razón: el huevo queda duro. Pruebe, invita.

Las calles interiores nos vierten como bulto en la principal. Nuevamente caminamos, esta vez con un huevo duro en la mano y con una sed que nos hace lucubrar con un manantial de líquido helado. Por ahí escuchamos la frase: cerveza con papaya. Imposible, estamos trabajando.

Un helado de agua, dulce y de naranja, llega en el momento preciso para espantar a todos esos azufrados síntomas de calor y resaca.

Y al huevo duro, lo dejamos a Don Cuasimodo en este caldeado Llay Llay, que tiene cierto hálito al mítico Pelotillehue "con todo respeto", como dicen en el campo.

"Aquí hay más mujeres que hombres"

Vendedor de mote con huesillo."