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Reclusos aspiran a la reinserción a base de temple y estudio tras graves delitos

13 internos de las cárcel de Castro se licenciaron de la enseñanza básica y media.
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Pedro Bárcena González

La carga es tremenda. Saben que cometieron un error grave y que lo están pagando. La justicia fue implacable con ellos, pero no se amilanan. Quieren salir adelante. Así lo demuestran 13 reclusos de la cárcel de Castro, quienes ayer oficializaron su licenciatura de octavo básico y cuarto medio.

Después de varios intentos lograron escalar este peldaño. Aunque parezca diminuto, es un impulso a su reinserción social. Lo entienden de ese modo y sus familias se enorgullecen. Y el sistema penal y estatal también lo reconoce.

Muchos viven con una verdadera mochila que precisamente no está llena de libros para su educación, sino con un lastre llamado privación de libertad del cual quieren desprenderse. Se esfuerzan para ello, como lo manifiestan tres de estos estudiantes, quienes pese a tener que cumplir en total 35 años tras los barrotes por sus condenas, aprovechan estas instancias para forjar un horizonte más alentador.

Cristian Sánchez fue sentenciado a 15 años de presidio por violación y ni siquiera cumple un quinto de esta pena. No obstante, al ingresar a la unidad penal de inmediato ingresó a Escuela de Adultos de Castro, para nivelar su último ciclo de enseñanza secundaria.

"Se dio la opción y había que aprovecharla. Me encontré con talleres de música, teatro, computación y con la posibilidad de sacar mi tercero y cuarto medio y lo hice", indica este padre de familia, quien también recalca que la motivación dada por sus más cercanos lo ayudaron a salir adelante.

Tal es el entusiasmo de este santiaguino preso en la capital chilota que rindió la PSU. "Ojalá me haya ido bien, quiero seguir algo con la gastronomía o la electromecánica. Hay cursos online que se pueden hacer", apunta.

Futuro

También apuesta al futuro Gabriel Antonio N., quien con la lógica vergüenza de su pasado delictivo no quiere revelar su identidad completa, más allá que fue el alumno más destacado de la jornada de titulación de este viernes en el patio techado del Centro de Detención Preventiva (CDP) castreño.

El joven fue condenado a 15 años por violación, igual que su compañero y como este, también egresó de media. Todo un logro que lo esperanza, después de lo que califica como un injusto proceso penal.

"A pesar de la injusticia que me llevó a este lugar, con la ayuda de Díos y mi familia me proyecto para salir adelante, sacar provecho a las oportunidades que me dan en la cárcel y cumplir las metas", acota el isleño, explicando que ahora su objetivo está centrado en postular al Centro de Educación y Trabajo (CET) de Gendarmería de Osorno.

"Rendí la PSU y quiero seguir una carrera, ojalá vinculada al diseño gráfico, al dibujo, que es lo que me gusta, para lo cual debemos ver las becas que me permitan un traslado a esa unidad", enfatiza el chilote, uno de los ocho licenciados de media.

En el nivel básico también los cinco graduados reflejan optimismo. Todavía les queda, pero están ávidos de educación. Así lo demuestra Marcos Catepillán, quien cumple una condena de 5 años y un día por un robo con intimidación. Pese ser un claro ejemplo de la deserción escolar y las barreras para escalar en su enseñanza, encontró en la cárcel la opción de derribar esas trabas.

"Repetí dos años seguido el séptimo y ahora pude sacar la básica, así que hay que pensar ahora en primero y segundo (medio), para después terminar", aclara junto a su principal motivación, su pequeña hija de apenas tres meses.

La familia de este quellonino está orgullosa y lo alienta a más. "Estamos contentos que haya terminado, porque esto le sirve harto. Es el primer paso pero confiamos en que saldrá adelante", comenta María Eva Catepillán, madre del joven.

Director

Este es el objetivo que persigue esta escuela y Gendarmería. Otorgan las herramientas para la superación, constancia y de esta forma aspirar a la reinserción. Bien lo expresa José Rodríguez, quien por más de una década dirige este plantel intramuros, que cuenta con 36 estudiantes en todos sus ciclos.

El docente especifica que pese a los prejuicios se busca en el CDP dotar de los medios necesarios a los educadores y sus pupilos para las clases. Se han "reinventado" aulas, aprovechando cada espacio y a punta de proyectos generan conocimiento.

"Con lo que tenemos desarrollamos la personalidad de los estudiantes para caminar en su meta en pos de la libertad. Comprobamos sus virtudes y dificultades, pero lo principal es aceptarse, despertar el interés en aprender en base a una programación participativa", sostiene el profesional, remarcando que los valores que potencian son la tolerancia y la integración.

Por su parte, la joven profesora de inglés Francisca Farías, quien debuta en este tipo de enseñanza de adultos, comenta que "esta fue una experiencia muy grata, distinta y hasta conmovedora". Es clara en señalar que aunque parezca paradójico "son buenos cabros", quienes están comprometidos en aprender. Esa es la verdadera lección que traspasa los barrotes. Todo un ejemplo.

Esfuerzo y motivación

El alcaide del CDP de Castro, capitán Carlos Olavarría, explica que para alcanzar la reinserción "el papel de motivación de la familia es esencial, ya que este objetivo no se puede lograr solo con los planes de intervención de Gendarmería, sino también con la lealtad y el cariño hacia los internos". Además, destaca que todos los estudiantes "hayan aprovechado la opción de nivelar estudios". En tanto, Manuel Jara, jefe del área de Educación de la Corporación Municipal de Castro, resalta "el esfuerzo y perseverancia de los alumnos, quienes son capaces de lograr sus metas más allá de los problemas que han vivido".