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La sacrificada vida de un piloto dedicado a incendios forestales

Cristián Meyerholz desde hace más de 38 años se dedica a esta riesgosa labor. Tiene más de 3 mil horas combatiendo este tipo de siniestros.
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Bárbara Rojo Muñoz - La Estrella de Valparaíso

La vida de un aviador dedicado a apagar las llamas es bien sacrificada. Estar lejos de la familia, perderse vacaciones y poner en riesgo su vida son algunos de los factores que tienen los pilotos de la Corporación Nacional Forestal (Conaf).

Cristián Meyerholz, piloto de 66 años, sabe los riesgos y consecuencias que se tiene en la vida de tan aplaudida profesión.

Dedicado hace más de 48 años a los aviones y con más de 12 mil horas de vuelo, el navegante aéreo proveniente de Santiago, maneja un Air-Tractor con una capacidad de 3.100 litros, los cuales se cargan mediante una moto bomba en tierra, demorándose 3 minutos por cada carga.

El piloto que combatió las imponentes llamas del gran incendio de Valparaíso en abril del 2014, en esta oportunidad no pudo estar en la tragedia del pasado 2 de enero en la comuna, aunque señala que ya ha participado de varios desastres producidos por el fuego en lo que va del año.

Hijo de instructor del Club Aéreo de Santiago, Cristián siempre quiso volar al igual que su padre. Entró a estudiar Ingeniería Forestal en la Universidad Chile, pero al tiempo después, el bichito por volar fue mayor y entró a realizar el curso en el lugar de trabajo de su progenitor.

"Yo no quiero ver los árboles de abajo, quiero verlos de arriba", dijo Cristián Meyerholz a su padre en el minuto que decide entrar a volar, el cual optó por pagarle las clases de vuelo a su hijo para que pudiera sacar su licencia comercial de piloto.

A la hora de entrar a la Conaf, Meyerholz indica que la oportunidad se dio en la empresa fumigadora donde trabajaba (Alas Agrícolas), ya que tenía contrato con el organismo público, que mandaba a pilotos del negocio a entrenamiento para poder apagar incendios forestales.

A Cristián en el año '79 se le dio la oportunidad de hacer el curso y prestar servicio para esta gran organización. "Llevo 38 años apagando incendios y 3.000 horas de incendio forestal", argumentó el experimentado aviador.

El piloto padre de 2 hijos relata que manejar un avión no es todo alegría, ya que uno no se puede dedicar al 100% a su familia. "Se pasa muy poco tiempo en la casa, se pasa más fuera de ella y no se puede ver mucho a los niños, ya que las vacaciones de ellos no coinciden con la pega de uno, y en el invierno cuando hay menos incendios y se puede pasar más en la casa, los niños se encuentran en clases. La gran mayoría de los pilotos terminan divorciados", apuntó Cristián, quien se encuentra separado.

El aeronauta se encuentra normalmente 10 días lejos de su hogar, ya que tiene turnos 10x5 prestando ayuda a distintos lugares, llegando a viajar hasta Puerto Montt a apagar incendios.

En la vida combatiendo incendios forestales se puede correr un gran riesgo, pero para Meyerholz, que se ha dedicado gran parte de su vivir a esto, los peligros siempre están latentes, y hay que tener precaución a la hora de salir a un evento.

¿Sustos?

Con respecto a sustos que ha pasado, el aviador explica que "en mi carrera lógicamente he pasado preocupaciones, pero nada más, nada grave. Hay que tomar todas las precauciones y no tomar esto como un trabajo de cowboy; siempre se debe tomar el tiempo necesario y chequear bien porque las condiciones de un incendio es lo peor que hay".

El piloto que fue uno de los que combatieron el gigantesco incendio de Valparaíso el 2014, cuenta que tal siniestro fue el más difícil que le ha tocado enfrentar en toda su carrera. "El incendio del 2014 estuvo difícil, muy difícil porque fue un avance rápido y hubo mucho viento. En esa ocasión, fui el primero en llegar al lugar", argumenta.

Con varias vueltas al lugar que afectó el fatídico desastre, Meyerholz apunta que un 99% de este tipo de emergencias son causados por las personas, directa o indirectamente. "Desgraciadamente van a seguir habiendo porque la gente es irresponsable, no tiene ese grado de conciencia", declara.

Para el aviador la satisfacción más grande que tiene en su profesión es salvar las casas que se encuentran incendiándose, ya que en el minuto que las viviendas se consumen, las familias quedan con lo puesto, sin techo, ni abrigo.

"Uno ve desde arriba a la gente desesperada cuando el incendio va hacia sus hogares, y ellos con baldes de agua no pueden hacer nada. Si uno puede evitar eso y muchas veces lo hemos evitado, esa es la satisfacción más grande que pueda tener", aclara el experimentado maquinista chileno.

"Yo no quiero ver los árboles de abajo, quiero verlos de arriba".

Cristián Meyerholz, piloto de Conaf."