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Las aventuras que se pueden vivir a bordo del tren del vino

"Sabores del Maule" es la iniciativa turística para estas vacaciones de invierno que ofrece untouren tren desde Santiago a Talca cargado de música, baile, gastronomía y el invitado de honor... el vino en sus distintas variedades.
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Fabián San Martín D.

Para los de provincia la levantada debe ser de madrugada para llegar temprano a la capital. A las 9 en punto, con paso presuroso por la Alameda, se llega a los andenes de la Estación Central.

Allí se aborda uno de los tres coches (con capacidad para unas 200 personas) de un tren que tiene como destino la estación de Talca. "Sabores del Maule" se llama la apuesta turística que autoridades de esa zona, junto con el mundo del vino y la empresa ferroviaria, impulsan para dar a conocer los atractivos de la ex Séptima Región.

A las 09.10 el tren comienza a salir de la centenaria estación. En clase preferente los asientos son espaciosos, reclinables y hay enchufe para cargar el celular. A poco andar una anfitriona da la bienvenida y presenta al grupo de jóvenes que serán los guías durante todo el periplo, que luego reparten bolsas de género con snack, folletería y el regalo principal: una copa de vidrio que deberá ser protegida a sol y sombra todo el día.

De fondo se observa a un DJ que ameniza la distendida conversación de los pasajeros, que se levantan de sus asientos para acudir al baño o a la cafetería por un té, café, jugo o agua mineral. Llevamos poco más de una hora a bordo y aparece un guía con delantal en que porta una botella de vino. La primera copa de la jornada corresponde a vino blanco, específicamente la cepa semillón, dulce, agradable al paladar.

Mientras se degusta el mosto el disc jockey baja el volumen y en el pasillo aparece una "china" guitarra en mano. La acompaña un joven con otro instrumento que es su hijo. Interpretan canciones folclóricas animadamente, sacando sonrisas de los pasajeros, en especial de los extranjeros. Bromea con el idioma con un francés y un brasileño. Se retira entre aplausos y la música del DJ se oye nuevamente en el coche.

Afuera hay un día nublado, pero alejados de la gran metrópolis, en el horizonte asoman los bellos parajes del campo. Árboles frutales y plantaciones de verduras y, como no, vides. En los guardacruces el tren avanza más lento, a veces se detiene, y desde la calle personas saludan al 'pata 'e fierro' que sigue impertérrito a su destino.

El guía aparece de nuevo en escena con una botella, ya no hay culpa porque es casi mediodía. Es hora de la segunda copa, esta vez un cabernet sauvignon. Siempre de la Región del Maule. Pasadas las 12, y en poco más de tres horas de viaje, en el altavoz se anuncia que llegamos a Talca. Los que quieran pueden dejar sus pertenencias a bordo. Es seguro, el tren no irá a ninguna parte.

Ya en la estación de la capital regional, en un amplio y frío salón donde se atesoran elementos de la historia ferroviaria, "huasos" y "chinas" dan la bienvenida a los 160 pasajeros que disfrutan del esquinazo con varios pies de cueca.

Finalizada la presentación del ballet folclórico regional, los guías conducen a los pasajeros a los buses. Son tres grupos diferenciados por los colores de adhesivos de copas. Las viñas Terranoble, Corral Victoria y Casa Donoso son las escogidas. Vamos a esta última. El taco en el centro de Talca es similar al de Santiago... una lata.

Tras salir del sector urbano y a pocos kilómetros, en el fundo El Oriental, camino a Palmira, se encuentra la viña.

Destaca de inmediato al visitante la casona principal del fundo que perteneció a doña Lucía Donoso por los 1800. Son 25 habitaciones, de las cuales 5 están habilitadas tras el terremoto del 2010. Una es para los novios que se casan en el lugar y el resto para los invitados que se pasan de copas.

Los encargados de la viña dan la bienvenida a los pasajeros, que se dividen en dos grupos para realizar degustaciones o tours por el predio. Optamos por lo último... ya habrá tiempo de beber.

Conocemos la sala de catas donde se mezclan los aromas y sabores, la de producción que cuenta con cubas de acero inoxidable y ánforas de greda española... lo último en tecnología para vinificar.

Llegamos a la sala de barricas donde apiladas con polvo están las joyitas de la industria. En este sector se degustan cabernet, carménère (gran reserva Bicentenario) y en especial un César noir o romano, variedad similar al pinot noir que no es muy plantado en Chile.

Luego en otro sector viene otra degustación, choripán incluido, con un reserva rosé y un gran reserva Bicentenario sauvignon blanc, el que vale decir, no tiene nada que envidiarle a los de clima frío de Casablanca.

Ahora nos conminan a entrar a un amplio salón, con calefacción a leña, donde será el almuerzo. El menú es quinoa acebichada, lasaña de carne mechada con salsa de vino y tomates asados, además de una trilogía de turrón de vino, merengue berries y cremoso de maracuyá.

Vecinos en la mesa tenemos a una familia capitalina, que comen y toman festivamente, destacando lo conveniente del viaje. Gracias a su caja de compensación pagaron un valor irrisorio.

En medio del almuerzo los comensales reciben hojas para escoger los vinos que deseen comprar. Cumplido el trámite, después viene la fila para pagar las botellas. Allí aparecen los que eran amables guías del tren con rostros desencajados y malos modos. Hay que irse sí o sí al bus porque el tren se iba a ir sin ustedes, advierten. (NdR: previamente no avisaron la hora de partida). Hay alboroto. Nuevos gritos con amenazas de dejar en Talca a quienes no se vayan altiro. Gente corre sin sus compras. Hago lo mismo, con los vinos, pero sin 8 lucas del vuelto. Sin duda, el punto negro de la jornada.

Ya arriba del tren la rutina de vuelta es similar. Se regala un descorchador y degustaciones mínimas. En la cafetería el DJ hace bailar a la gente.

Los pasajeros saltan y desde el asiento se oye "¡queremos vino, queremos vino!". Voy a mirar y sí, hay algo de líquido rojo en sus copas. Hay cansancio, somnolencia por el paseo, la comida y la bebida. Cerca de las 20.40 horas se llega a Estación Central y se viene el regreso a casa. Mi copa está indemne. Misión cumplida. Sí, valió la pena el viaje.