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Medios extranjeros pendientes de la crisis que golpea a Chile

La prensa internacional ha cubierto los distintos aspectos del estallido social, desde las masivas manifestaciones por las demandas sociales hasta la ola de violencia, sin excluir el estado de emergencia y las denuncias por violaciones a los DD.HH.
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Rosa Zamora

"Los 30 pesos que desnudaron la otra cara del milagro chileno", "El milagro chileno muestra sus debilidades", "Las protestas en Chile son del Primer Mundo", "Las claves de los disturbios en Chile". Son algunos de los títulos de artículos, reportajes y columnas publicados por los diarios El Tiempo de Colombia, Clarín y La Nación de Argentina, El Nuevo Herald de Miami y The New York Times América Latina, que revelan la sorpresa con que numerosos medios de comunicación extranjeros han reaccionado ante el estallido social que ha venido remeciendo al país

La prensa foránea está pendiente de las distintas aristas de la crisis y ha publicado notas que van desde las masivas manifestaciones por las demandas sociales hasta la ola de saqueos, incendios y enfrentamientos entre encapuchados y la policía, sin excluir la instauración del estado de emergencia y el toque de queda, las denuncias por violaciones a los derechos humanos contra las fuerzas involucradas en el despliegue policial y militar, el cambio de gabinete y las medidas inmediatas de la agenda social anunciada por el Presidente Sebastián Piñera.

En varios casos han recurrido a fuentes chilenas en busca de opiniones e interpretaciones que contribuyan a aclarar el tema a sus respectivas audiencias. Son, por ejemplo, los casos del profesor del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile, David Altman, quien publicó en el diario trasandino Clarín la columna "Chile: ¿un polvorín inesperado?", y del rector de la universidad Diego Portales, Carlos Peña, quien lo hizo con el artículo "La herida de Chile", en The New York Times y El Espectador de Colombia.

Por su parte, el premio Pulitzer argentino Andrés Oppenheimer habla con el ex Presidente Ricardo Lagos y lo menciona en su artículo "Las protestas en Chile son del Primer Mundo", publicado en La Nación de Argentina y El Nuevo Herald de Miami, entre otros medios, mientras Jorge Galindo, de El País de España, incluye a la directora de la Academia Chilena de la Lengua, Adriana Valdés, y al exministro de Hacienda, Andrés Velasco, en su nota "Los datos para entender mejor por qué estalló Chile".

Malestar

En su columna del martes 22, el editor de Clarín de Argentina, Ricardo Kirschbaum, escribe: "Para algunos es un revival del 'Mayo de 1968', la gran explosión cultural que cambió una época, con los rasgos del mundo globalizado que todavía se está acomodando. No existen como en aquellos tiempos, en los que se pedía lo imposible, los ejes ordenadores del mundo, como lo fue la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, aunque algunos restos quedan. Tampoco hay una cuestión ideológica común: la protesta en Hong Kong, los chalecos amarillos franceses, los indignados españoles, tienen sus propias reivindicaciones, muchas específicamente diferentes, pero enhebradas por un factor común: malestar con un sistema que no cubre sus necesidades ni muestra con camino colectivo hacia el futuro".

Dos días después, en su columna "Los chilenos quieren mejor democracia, no su incendio", en el mismo diario trasandino, el historiador Loris Zanatta, profesor de la Universidad de Bolonia, Italia, no oculta su tristeza por lo ocurrido. "Así, mientras esperábamos ver pasar por el río los cuerpos de Maduro y Ortega, se rompió la vitrina chilena. Nadie lo esperaba, no de esta manera. Es inútil darle vueltas, debemos ser honestos: para quienes creemos en la democracia representativa y en el libre mercado, es una píldora amarga; Chile es un modelo".

Revuelta

Los sesgos y las preferencias fluyen en las distintas publicaciones.

Andrés Oppenheimer, en "Las protestas en Chile son del Primer Mundo" (La Nación de Argentina y El Nuevo Herald de Miami, entre otras publicaciones), sostiene: "El dictador venezolano Nicolás Maduro y la vieja guardia de la izquierda mundial están celebrando las violentas protestas callejeras de Chile como evidencia de un supuesto fracaso del sistema de libre mercado. En rigor, es todo lo contrario: es una revuelta del Primer Mundo, producto de una creciente clase media que exige beneficiarse más del éxito económico de su país".

Dice que Chile ha sido "el único país de la región que ha reducido la pobreza del 40 por ciento de la población hace 30 años a menos del 10 por ciento en la actualidad" y que el salario mínimo nacional supera con creces al de Venezuela". Pero "aunque es el país más exitoso de América Latina en casi todos los rubros, no ha tenido tanto éxito en la reducción de la desigualdad, me dijo (el ex Presidente) Lagos. La brecha entre ricos y pobres ha disminuido, pero solo marginalmente. La subida de los pasajes del Metro fue la gota que rebalsó el vaso. La ciudadanía siente que, aunque la pobreza ha disminuido sustancialmente, hay una concentración muy alta del ingreso, y una desigualdad que no se ha atacado adecuadamente".

Modelo

Otra es la mirada que expone el artículo "Chile: ¿un polvorín inesperado?", publicado en el diario Clarín de Argentina por el profesor David Altman: "Si me decían hace unos días que este fin de semana pasaría encerrado entre estados de emergencia y toques de queda no lo hubiese creído. El polvorín chileno explotó y el detonante fue una tentativa de suba del precio del transporte público. Pero el que crea que el boleto es lo que está detrás de esto, le está errando y por mucho. El boleto es apenas la punta".

Observa que "hasta hace pocos años, mucha gente estaba convencida de que Chile era el país modelo, el 'tigre de Sudamérica'. Se crecía, disminuía la pobreza, se jugaba limpio y, supuestamente, había instituciones sólidas. Sin embargo, estas realidades, que fueron llevadas a nivel de mito en algunas instancias, han ido colapsando una a una. Casos de triangulación de dineros públicos con fines espurios, corrupción profunda en Carabineros y la institución militar, financiamiento oculto de la política y un profundo sentir de injusticia justamente a la hora de aplicar justicia (cuando a unos se le aplican penas draconianas, a otros simplemente los castigan con penas simbólicas)".

"Pero la realidad es que el modelo 'no goteó' como se había prometido", recalca Altman. "Una de las cosas que duele es que la debilidad del acuerdo social imperante fue alertada una y otra vez, y desde hace muchos años. La indolencia y el negacionismo de un sector mayoritario y transversal de (todas) las élites quedaron en evidencia".

Continúa su análisis señalando que hace años se alerta que la democracia chilena tiene enormes problemas de representación. "No es normal que la única forma en que las élites gobernantes escuchen a un grupo (sean estudiantes, mujeres, medioambientalistas, o simplemente 'ciudadanos de a pie') sea sólo vía cocktails molotov, el corte de avenidas, o cosas peores. Pero las instituciones ahora no dan para mucho más".

Líderes

"Lo que comenzó como un acto de desobediencia civil dirigido por estudiantes se ha convertido en un ajuste de cuentas respecto a la desigualdad, las políticas económicas de Chile bajo el actual gobierno de centroderecha y las aspiraciones de los chilenos", sostiene Ernesto Londoño en "Las claves de los disturbios en Chile", publicado en The New York Times-América Latina.

"Tanto los chilenos que se han enfrentado con la policía como los que han golpeado ollas y sartenes en sus casas y en las calles como una muestra de solidaridad, se quejan de los bajos salarios, las pensiones miserables y los costos de transporte y servicios públicos que cada vez son más caros", agrega en la columna.

Cita a Mónica de Bolle, investigadora del Instituto Peterson de Economía Internacional, en el sentido de que "varios países de América Latina no supieron aprovechar el auge de las materias primas que a principios de siglo sacó a millones de personas de la pobreza en la región", periodo en que "los líderes debieron haber gastado más para ampliar el acceso a la educación, mejorar la infraestructura e impulsar los servicios sociales".

Según la investigadora, "muchas personas en esos países solo han visto un atisbo de lo que es tener una vida mejor. Si bien Chile ha hecho más que otras naciones de la región en cuanto a planificar para los tiempos de vacas flacas, De Bolle afirma que eso 'no es suficiente para las aspiraciones de la gente".

"Es una revuelta del Primer Mundo, producto de una creciente clase media que exige beneficiarse más del éxito económico de su país".

Andres Oppenheimer"

"ESOS JÓVENES NO DESCENDIERON DE MARTE"

Los columnistas en general también mencionan en sus artículos los hechos de violencia que se han venido registrando durante el estallido social. Loris Zanatta: "Cosas inaceptables, vergonzosas en un país libre que no prohibe a nadie protestar; de hecho, el grueso de los chilenos lo hizo civilmente, golpeando las vajillas, marchando en paz por las calles; y lo hace votando cada cuatro años por gobiernos de diferentes colores. Ser joven no es una virtud, ni da, como muchos creen, razón a priori; además eran apenas una fracción de la juventud. Y sin embargo el nudo permanece: esos jóvenes no descendieron de Marte, sino que subieron del subsuelo chileno; son hijos del Chile de hoy. Entonces, entre tantos éxitos, algo está mal. ¡Los padres tendrán que cuestionarse a sí mismos!" . David Altman: "Por cierto, existe anomia. Mucha. Existen individuos que se aprovechan del desconcierto imperante para saquear. Esto ha llevado a que, como reacción al vandalismo, grupos organizados de vecinos toman la ley en sus manos y se conforman como grupos de auto-defensa, 'los chalecos amarillos'. El gobierno ha mirado con buenos ojos estos grupos, de hecho, les ha dado luz verde. Esto es muy peligroso porque tácitamente acepta compartir el monopolio del poder.