La historia de Karla Sánchez, una mujer transexual que asumió el rol de madre
Esta sanantonina vivió momentos oscuros en la calle, le ganó a la discriminación social, consiguió un trabajo como funcionaria municipal y hace un año y cuatro meses cría al pequeño Mateo que procreó antes de cambiar de sexo.
Karla Sánchez Uribe nunca se sintió niño u hombre. Aunque sus órganos reproductivos eran masculinos, siempre supo que era una mujer, una mujer que estuvo atrapada en el cuerpo de un varón.
Oriunda de la comuna de San Bernardo, en Santiago, Karla nació hace 36 años. Creció jugando a las muñecas, sintió fascinación por la ropa femenina. "Desde niña sentí que tenía otro estilo, que tenía una tendencia e inclinación por la vestimenta y juguetes femeninos", cuenta al recordar que, a los 13 años, con el despertar sexual, ya quiso evidenciar lo que le ocurría en su mente, aunque sabía "que eso no era bien visto en las familias".
Fue su madre Nora Saldías, que en realidad es su abuela, quien primero demostró empatía con lo que le pasaba a Karla. Con su padre el asunto fue distinto. "Cuando le conté a mi mamá, ella me dijo que lo sabía de siempre, que una mamá siempre sabe quién es su hijo. No lo tomó muy mal, pero en la familia sí hubo cambios, como algunos que decían cómo podía ser yo una mujer travesti o me decían la simple palabra maricón, que se usaba mucho en esos años", sostiene.
Sufrió la discriminación, la depresión y palpó el desprecio que algunas personas, incluso en su familia, le hicieron sentir. Atentó contra su vida abrumada por el dolor y el desconcierto; sus brazos aún guardan las marcas de los cortes que se hizo. "Estaba en una etapa de represión de mi identidad", confiesa. Sin embargo, quiso revelar quién verdaderamente quería ser.
Fue a los 16 años cuando decidió huir de su casa, viajó a San Antonio para trabajar en el humilde circo "Los Pastillas", que daba sus funciones en el cerro Alegre. Se vistió de mujer, aprendió algunos pasos de danza y subió al escenario para ser una de las bailarinas del espectáculo.
Pero aquel circo estaba en un mal momento económico. Karla, que en ese entonces tenía solo 17 años, dice que para un travesti y un transexual es complejo encontrar un trabajo, y terminó ejerciendo la prostitución en algunos locales nocturnos y también en la calle. En ese ambiente hizo amigos, muchos de los cuales murieron víctimas del VIH/sida, la violencia o las operaciones de implantes de silicona industrial hechas en paupérrimas condiciones.
"No tenía otro medio de trabajo y por eso estuve por cerca de ocho años ejerciendo el comercio sexual en una esquina del centro de la ciudad. Ahí empezaron a llegar muchas chicas trans y después de un tiempo, decidí salir de eso y conseguí un trabajo en la municipalidad", revela al recordar que de las 10 amigas que llegó a tener, cinco ya fallecieron por distintas circunstancias.
La administración del alcalde Omar Vera (indep.) le abrió a Karla las puertas en la Municipalidad de San Antonio, donde hace nueve años ingresó a trabajar en la Oficina de Grupos Vulnerables, transformándose en una activista que inició una lucha por defender los derechos de la minoría transexual, abogar por invertir en campañas de prevención del sida y apoyar a quienes padecen la enfermedad.
"Con la campaña de no discriminación que hizo el municipio fue que pude salir del ambiente nocturno, ya que empecé a trabajar en ese programa y hasta el día de hoy creo que lo hecho bien y he mostrado mis capacidades", asegura.
"El municipio ha demostrado apoyo a la comunidad trans, han sido muy solidarios con nosotros en un mundo en que todos nos rechazan; la verdad es: la que no encontró un trabajo fue porque no quiso", añade.
Hoy Karla es parte del equipo de la Oficina de Asistencialidad, donde plasma su carisma en la relación con vecinos y dirigentes de distintos sectores de la comuna, que reconocen en ella una persona comprometida con el servicio público.
Hubo un período aún más gris en su vida. Una expareja, con la que tuvo una larga y tortuosa relación, la golpeaba. Víctima de la violencia al interior de la pareja, pasaron varios años hasta que pudo escapar de ese flagelo, tristemente muy propio de una cultura chilena aún frágil a su existencia.
Mateo
La vida de Karla, como la de todos, ha sido un proceso con distintas etapas. La primera fase fue salir a la calle libremente vestida de mujer, la segunda es su lucha exitosa por salir de la prostitución e integrarse al mundo del trabajo y la tercera cumplir sus sueños como la mujer que siempre se sintió.
En ese sentido, en 2015, gracias al apoyo de abogados, logró que el Registro Civil le entregara la cédula de identidad con su nombre de mujer, pese a que aún ese carnet señala que su sexo es masculino. Aclara que no ha usado los implantes de silicona y solo con hormonas ha eliminado el vello facial y aumentar su busto.
"Yo necesitaba llamarme Karla porque la sociedad me discriminaba mucho con un nombre de hombre. No había una ley de identidad de género y cada una de nosotras debía buscar su manera de luchar por eso. Me la jugué, fui a la Corporación de Asistencia Judicial, presentamos el caso y después nos hicieron exámenes sicológicos y siquiátricos y así nos cambiaron el nombre a mí y a otra compañera, aunque el carnet dice que mi sexo es masculino", comparte.
"Estamos dando una nueva pelea para corregir eso. Cuando me entregaron la cédula sentí una gran alegría, es maravilloso que te llamen en una consulta médica por tu nombre de mujer", añade.
Luego vino la fase en que inició las gestiones para conseguir la eliminación de sus órganos masculinos y avanzar hacia la "feminización genital", lo que se llevó a cabo en una clínica piloto con el respaldo de médicos voluntarios en Valparaíso que consideran justo apoyar a las mujeres trans de escasos recursos. Pero antes de eso, Karla dio el más importante paso en su vida.
"Pensé que una vez pasando al sexo femenino, no había vuelta atrás para tener hijos. Tenía claro que nuestro Gobierno no nos va a permitir tener una adopción homoparental, para que eso pase falta mucho. Había que hacer algo y hablé con una amiga, a la que conocía desde hace algún tiempo. Llegamos a un acuerdo con ella y nos juntamos una noche y procreamos al Mateo, acá no hubo inseminación artificial. Fue una decisión que yo tomé y una ayuda de parte de ella. Algunos creen que mi hijo es adoptado, pero no es así".
Mateo nació hace un año y cuatro meses. Apenas abrió sus ojos, Karla se estremeció al ver a ese pequeñito que hoy vive con ella en la casa que preparó para recibirlo en este mundo.
"A los dos días de nacido Mateo, fuimos al Registro Civil, con Pilar, su mamá, y lo inscribimos como nuestro hijo. Mateo tiene más hermanos, tíos y tías que son parte de su vida también", detalla.
El hecho de que apareciera en la cédula de Karla su sexo como masculino ayudó a que no tuvieran problemas para realizar ese trámite. Así, aunque biológicamente es el padre del niño, ella es quien le entrega el amor de madre que a diario necesita un pequeño.
"Yo soy la mamá de Mateo y cumplo con todos mis deberes. Mi historia es como un caso nacional porque fui una de las primeras trans en obtener la identidad de género, me hice la feminización de mis genitales y pude tener un hijo", afirma mientras Mateo, al oír hablar a Karla, corre hacia sus brazos.
Duermen juntos, despiertan felices. Ella lo lleva al Jardín Infantil Bello Horizonte. "Con Mateo ya pasé un año de maternidad. Al nacer presentó un problema de salud y estuvo enfermito e internado en el Hospital Carlos van Buren de Valparaíso. Sufrí mucho al verlo así y tenía que viajar todos los días para estar con él. Hoy está tan lindo, ya camina y corre como un loco. Me siento feliz y completa, y no me hace falta un hombre para mantener a mi hijo", confirma.
Las educadoras de párvulos y las tías del jardín han colaborado mucho con la crianza de Mateo. "Ellas son un amor", confirma Karla.
Mateo dice "mamá, Karla, mamá".
Los vemos felices, ambos se abrazan, se besan. Las educadoras de párvulos reconocen que ella es una "súper mamá" y que siempre está 100% comprometida con las necesidades de su hijo.
Del amor, Karla suma que no es una prioridad y por eso mantiene una relación puertas afuera. "Lo más importante es mi hijo, por quien daría la vida", remata sin pensarlo.