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Penquistas recuerdan la caótica noche vivida una década atrás

Habitantes del Gran Concepción relatan sus historias y anécdotas en la madrugada del 27 de febrero de 2010. Algunos aún recuerdan el terror, mientras otros lo cuentan como una comedia trágica.
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Era 26 de febrero de 2010. En Chile y en el Gran Concepción, como todos los años, muchos comenzaban a prepararse para un nuevo año escolar. Algunos disfrutaban por televisión de las últimas jornadas del Festival de Viña del Mar, que aquella noche tenía al cantante guatemalteco Ricardo Arjona, quien mantuvo a varios desvelados. Otros, en cambio, pasaban las vacaciones fuera de la capital de la Región del Biobío, festejaban o descansaban. Llegada la madrugada varios ya dormían. Hasta que, a las 3.34 de la mañana, cambió toda la historia. A esa hora, comenzó el movimiento telúrico de mayor envergadura de los últimos años en el país, con una magnitud de 8,8 en la escala de Richter.

A diez años de aquello, todos recuerdan exactamente lo que estaban haciendo en aquel momento.

Rossana Aravena, quien aún vive con sus padres y su hija a mitad de un cerro en Penco, veía el Festival de Viña por la tele. Esa noche dormía junto a su pequeña de 10 años. Todo estaba tranquilo, hasta que comenzaron a caerse las enciclopedias que tenía en una repisa justo arriba de la cama. Lo primero que hizo fue proteger a su niña.

"Me abalancé encima de ella con miedo de que pudiera caerle un libro pesado en su cara, por lo que aguanté todo ese peso encima mío", cuenta. "Lo bueno es que quedé más letrada de lo que era", añade entre risas.

"Gracias a Dios mi padre siempre ha sido muy precavido en ese sentido. Hace dos días había cambiado el agua de dos baldes grandes, teníamos linternas y comida guardada para casi una semana. Yo vivo en altura, por lo que mi familia venía a refugiarse aquí por miedo al tsunami. Era un real caos", comenta.

Juan Pablo Rebolledo es penquista y vivió una odisea para volver a su hogar, pues se encontraba de vacaciones fuera de Concepción. "Estábamos en la casa de la abuela de un amigo en Quillón (Ñuble). Yo me encontraba en una de las piezas y empiezo a sentir un ruido fuerte, el que lo asocié con un camión. Recuerdo que hubo un segundo de silencio y todo comienza a caerse y a convertirse en una película de terror. Lo bueno es que para ese tipo de situaciones mantengo la calma, por lo que traté de calmar a la gente que estaba conmigo. La angustia era terrible porque no sabíamos nada de mis familiares y solo escuchábamos la radio sobre un tsunami", rememora.

"Al otro día regresamos a Concepción y no podíamos creer lo que veíamos. Todas las infraestructuras caídas y destruidas, gente llorando, sin saber qué hacer. Al menos pude contactarme con mis seres queridos y quedarme tranquilo de que estaban bien", acota.

Cerca de las dos de la madrugada, Soledad Odette se había ido a acostar junto a su pareja. Habían estado realizando los preparativos para la pequeña ceremonia nupcial que vivirían al día siguiente.

"Iba a ser algo íntimo, con la familia. Estaban mis papás en la casa, que habían viajado, mi hermano que venía de Santiago, viendo los detalles de la comida, la decoración, y nos acostamos tarde ese día", relata. "Cuando empezó a moverse todo, yo me había quedado dormida poco antes, cansada, y mi pareja trató de despertarme y yo no entendía nada", añade.

Al levantarse, platos, comida, vasos, estaban en el suelo. "Salimos de la casa y nos quedamos en la camioneta de mi papá, hasta que amaneció. Lo bueno es que estábamos todos ahí, porque era difícil intentar llamar por teléfono a alguien", expone.

Pablo Reyes, tatuador penquista, recuerda que ese día había estado celebrando la inauguración de un gimnasio. "Entre fiesta y baile, empezamos a ver que las cosas se caían y no entendíamos qué pasaba. Salimos y la calle era una verdadera locura, pero quisimos seguir carreteando y bajarle el perfil a lo que estaba pasando... cosa que no duró mucho porque nos dimos cuenta que se estaba cayendo el hogar de lactancia, en donde tuvimos que ir a ayudar. De repente veo una explosión en el cielo y era la Facultad de Química de la UdeC", cuenta.

"Cuando quise volver a mi casa en Talcahuano, me topé con el tsunami, por lo que tuve que correr. En el camino y desesperación vi a una pareja de ancianos en un auto quienes estaban esperando a su hija, lo único que hice fue subirme al auto, salvarlos a ellos y a mí. En el momento era un total desastre, pero hoy lo puedo contar como una historia tragicómica", apunta.

desconectados

En San Pedro de la Paz sufrieron por varias semanas el temor de verse aislados debido a la caída del puente Juan Pablo II. La noche del terremoto, Álex Valencia sólo pensó en salvar a su familia. Según relata, tuvo la suerte de tener listo el auto para cualquier eventualidad, por lo que decidió partir en busca de un lugar seguro.

"Llegamos hasta los Batros, pero no se podía avanzar, ya que se había levantado casi un metro. Fue un momento caótico, porque todos lloraban y no teníamos dónde ir. Intentamos por el otro puente (Juan Pablo II) pero estaba cortado e inutilizable. Hasta que por fin logramos llegar por otro camino hasta el Parque Ecuador y de ahí hasta Chaimávida. El panorama de vuelta fue lo peor, ya que parecía el fin del mundo. Cuando volví a mi hogar me eché a llorar como un niño", confiesa.

Dichato fue una de las localidades más golpeadas tras el terremoto y posterior tsunami, especialmente en el sector plano de la zona, pues todo quedó destruido.

Allí se encontraba junto a su familia el exseremi de Educación Sergio Camus en su casa de veraneo. "Estábamos terminando las vacaciones y disfrutando con la familia como todos los años. A la hora ya conocida por todos sentimos el fuerte remezón, por lo que decidimos salir de la casa. Asustados por la situación y debido a la altura en la que estábamos y la luz de la Luna llena, pudimos presenciar entre 15 y 20 minutos cómo las aguas de la bahía de Dichato comenzaban a retirarse, dejando expuesto el lecho marino hasta la altura de Los Morros de Coliumo, esto quiere decir que el mar se recogió casi 5 kilómetros".

"A eso de las 4 de la mañana pudimos presenciar la primera ola que azotó con furia a la bahía. Intranquilos y desesperados decidimos subir más arriba de lo que ya nos encontrábamos para sentirnos un poco más seguros. Por supuesto, no dormimos y a la mañana siguiente vimos la destrucción, todo lleno de barros, barcos en las casas, hogares flotando a lo lejos, la gente desolada", evoca con amargura.

"Hoy uno ve esa situación con bastante relajo, pero en el momento fue realmente horrible. Fue una experiencia muy dura pues no pudimos salir de Dichato hasta el domingo, ya que era imposible pasar. Logramos hacerlo, volvimos a Concepción y el panorama era el mismo", suma.

"Finalmente logramos llegar hasta nuestro hogar cerca del centro. Fue dramático, ya que nos tocó presenciar varios saqueos, como el de Kamadi. Fue tenso y dramático, pero sin grandes novedades", concluye el exsecretario regional.