columna
El profesor y la pandemia
Enseñar es una actividad desafiante y más aún en medio de esta crisis sanitaria, donde docentes de todos los niveles educativos han tenido que reinventarse para llevar el aula presencial a la modalidad online. Esta tarea tiene especial mérito, pues existen barreras tecnológicas, culturales y económicas que han puesto al límite las capacidades de quienes tienen como misión la generación de aprendizajes, reales y significativos, en los educandos. ¿Se estará logrando? Y si es así, ¿a qué costo?
Actualmente, Chile posee sistemas de conectividad avanzados que permiten la modalidad remota para diversas actividades, lo que nos ha llevado a quebrar varios paradigmas. La educación también cambió, las metodologías de enseñanza centradas en el docente, donde este transmite conocimientos de manera vertical sobre un tema específico, quedaron relegadas, y comenzó una migración progresiva a modalidades mixtas de sincronía y asincronía, elementos que colegios y universidades deben asumir responsablemente.
Pero más allá de estos cambios, situados en el relato del progreso tecnológico, están las y los profesores que han tenido que encantar a sus estudiantes en medio de las limitaciones de un sistema que, a nivel global, no estaba preparado para una pandemia. En este contexto la labor docente ha sido exigida al máximo, lo que ha repercutido en su bienestar psíquico y físico.
Al inicio de la pandemia se cuestionó la forma de hacer docencia, más aún viendo frente a nuestros ojos el desafío de enseñar desde lejos, a través de una pantalla, sin la posibilidad de una interacción cara a cara. Como ergónomo, experto en salud ocupacional y, finalmente, académico, mi llamado es a poner atención a ciertos síntomas y alertas que nos da el cuerpo, como, por ejemplo: trastornos de ansiedad, aparición de molestias musculares, irritabilidad o incluso cansancio. Vivir esta pandemia no ha sido sencillo a nivel laboral. Desde los años '80 que se hablaba del trabajo en función de metas, pero muchas jefaturas a nivel global se negaban a implementarlo, básicamente por temas socioculturales de cada territorio.
Según lo antes expuesto, se transforma en una necesidad imperante sistematizar y regular la labor remota del docente a nivel nacional, pues así se trabaja en su bienestar, generando impacto en sus estudiantes, sus familias y sus proyectos de vida.
Gabriel Araya, experto en Ergonomía y Salud, Ocupacional, académico de la Univ. San Sebastián