Una Constitución escrita por todas y todos
El próximo domingo 25 de octubre, iniciaremos un proceso constituyente sin precedentes en la historia de Chile.
La inmensa mayoría aspiramos a que la próxima Constitución sea el resultado de un proceso inclusivo de discusión y deliberación entre distintas visiones de la sociedad. Que exprese la pluralidad de la sociedad civil del Chile del presente, por lo que no da lo mismo el mecanismo con el que se lleve adelante el proceso de elaboración de la nueva constitución.
En mi opinión, la mejor fórmula o mecanismo, es la Convención Constitucional. Porque consta de un mandato constituyente especial, la que será elegida exclusivamente para decidir sobre una nueva carta fundamental y, una vez cumplido el objetivo, esta se disuelve.
Se elegirá por una sola vez, porque quienes participen de esta Convención Constitucional quedan inhabilitados para presentarse como candidatos en la primera elección parlamentaria posterior.
Como cuerpo colegiado distinto al Congreso Nacional, contribuirá a relegitimar la representación, la que no se consigue si está ligado a un órgano que hoy no cuenta con el respaldo ciudadano.
Será unicameral y las reglas de integración aseguran representación a grupos que tradicionalmente han estado marginados de las decisiones políticas en nuestro país.
Estará compuesto de igual número de mujeres que de hombres; tendrá escaños reservados para representantes de nuestros pueblos indígenas, quienes no existen para la actual Constitución y contempla la participación de los independientes.
Es la mejor garantía que la Constitución será genuinamente de todas y todos, y no de unos sobre otros, como ocurrió con la Constitución de 1980 que hoy nos rige.
Una nueva Constitución no reescribe la historia ni mucho menos, es un ejercicio refundacional. No lo fue en el pasado, mucho menos lo será ahora.
Esta debe recoger la evolución histórica y constitucional de Chile y su hilo conductor debe ser siempre la profundización y perfeccionamiento de las instituciones políticas que dan cuenta de una república que se precie de democrática.
A diferencia de lo que algunos sectores han querido establecer, el mecanismo sometido a plebiscito este 25 de octubre, no tiene nada de revolucionario ni rupturista. Lo que busca es garantizar legítimos intereses de las minorías y evitar decisiones atolondradas, sino, preguntémosle a los habitantes del Reino Unido y el Brexit.
Lo que busca es promover los acuerdos que evitarán que alguien caiga en la tentación de llevarse la pelota para la casa.
Quienes se oponen a una nueva Constitución elaborada por una Convención Constitucional argumentan que cualquier proceso constituyente va a derivar en situaciones como las que viven Venezuela, Bolivia o Ecuador, argumento con el que se busca generar temor, pero que desconoce la realidad de nuestro país.
Chile tiene una tradición republicana mucho más sólida que la de los Estados bolivarianos. Si es por experiencias constitucionales, existen ejemplos de países cuyos procesos constitucionales se parecen más al nuestro, como España, Colombia e Islandia.
Muchas de las instituciones que hoy existen en nuestro país, como el Banco Central y su autonomía, la Contraloría General de la República o el Servicio de Impuestos Internos, fueron creadas en distintas etapas de la historia política nacional y nunca se buscó hacerlas desaparecer. Por el contrario, el régimen democrático las hizo suyas. Una nueva Constitución generará una nueva estructura del proceso político. El pueblo debe dotarse de un sistema institucional que garantice a las y los chilenos, dignidad, democracia y derecho.
"La inmensa mayoría aspiramos a que la próxima Constitución sea el resultado de un proceso inclusivo de discusión y deliberación entre distintas visiones de la sociedad. Que exprese la pluralidad de la sociedad civil del Chile del presente".
Cozut Vásquez González,, expresidente regional de la DC