columna
Las desigualdades perpetuadas en la Prueba de Transición
La primera semana del 2021 comenzó con un gran número de jóvenes rindiendo la Prueba de Transición para el ingreso al sistema de universidades de Chile, después de un año especialmente complejo para las generaciones que finalizaban estudios secundarios. Tal como fue expuesto por el Ministerio de Educación y el DEMRE, este instrumento de admisión corresponde a una etapa de transición hacia la futura Prueba de Acceso disponible a partir del 2023. Se habló de que la Prueba de Transición consideraría una menor cantidad de contenidos y procuraría medir las competencias esenciales para un correcto desempeño de los estudiantes en la educación superior, velando por eliminación de contenidos que propiciaban inequidades e importantes barreras de acceso para los jóvenes. Paralelo a ello, con la irrupción de la pandemia se propusieron nuevos ajustes a los temarios, entendiendo que el mecanismo de aprendizaje sería distinto al de las clases presenciales en todos los casos.
Ahora bien, rendida la Prueba de Transición ¿es posible hablar de un ajuste efectivo al instrumento de admisión universitaria? Personalmente me queda la duda respecto a las adecuaciones de los contenidos, sobre todo si para su elaboración fueron considerados los factores excluyentes de la crisis sanitaria como las clases online o la posibilidad de profesores y alumnos de generar y traspasar conocimiento mediante una herramienta digital que es discriminadora en su origen, porque supone -entre otros varios factores- disponer de conexión a internet - que es un servicio pagado-, al menos un computador, y condiciones de habitabilidad que favorezcan el estudio. Situación que sabemos no es la realidad de muchos hogares chilenos, menos de aquellos que viven en zonas alejadas de los centros urbanos. Entonces volvemos al problema central que llevó a cambiar la antigua PSU. Quizás en un contexto diferente y sin una pandemia asechándonos, la Prueba de Transición hubiese sido un mecanismo real de integración social, pero con un año escolar remoto no podemos hablar de eliminación de desigualdades, cuando la evidencia nos indica que durante el 2020 las brechas sociales, educativas y económicas no hicieron más que acentuarse y mantenerse en el cómodo sitio desde donde todos las hemos observado durante años. Espero estar equivocado y que los resultados que conoceremos en febrero indiquen un notorio incremento de jóvenes provenientes de la educación pública ingresando a la educación superior, en caso contrario las autoridades correspondientes tendrán que seguir ajustando criterios.
Carlos Gómez,, alcalde de Ancud