Hasta 1.000 barcos viajan por donde se alimentan las ballenas azules cada día
Datos de tráfico de embarcaciones y monitoreo satelital permiten dimensionar la amenaza a su conservación en Chile.
Natividad Espinoza R. - Medios Regionales
Todos los veranos y otoños las ballenas azules van a alimentarse y a cuidar de sus crías recién nacidas al mar interior de Chiloé y al archipiélago de los Chonos.
Este fue uno de los primeros descubrimientos que hicieron científicos del Centro Ballena Azul y de la U. Austral de Chile, quienes estudiaron a estos animales durante casi 20 años en el mar de la Patagonia Norte.
Con mayor conocimiento sobre los desplazamientos de la especie más grande del mundo, el equipo pudo desarrollar un sistema de monitoreo pionero en esta parte. Se trata de la aplicación de instrumentos de posicionamiento satelital a más de 20 ejemplares, lo que abrió un mundo de información sobre el comportamiento, desplazamiento, rutas y destinos migratorios de estos mamíferos.
A su vez, el sistema de monitoreo ha ayudado a la comunidad científica a entender el tipo y la magnitud de las amenazas a la conservación de estos ejemplares.
De ello trata un trabajo recién publicado en la revista Scientific Reports. El documento, titulado "Definiendo áreas prioritarias para la conservación de la ballena azul e investigando la superposición con el tráfico de embarcaciones en la Patagonia chilena, utilizando un modelo de movimiento de ajuste rápido", describe un hallazgo preocupante: entre Puerto Montt y Taitao, lugares preferidos por las ballenas azules para alimentarse, se registra un tráfico que puede llegar diariamente a las mil embarcaciones de todo tipo, y de ellas, hasta 700 corresponden a embarcaciones asociadas a la actividad acuícola, ampliamente diseminada en la zona.
El doctor Luis Bedriñana-Romano, autor principal del trabajo, dijo que estos datos son muy alarmantes. "Sabemos dónde están las ballenas, pero también sabemos que su población total es muy baja en esta zona. De hecho, según nuestras investigaciones, alcanzarían entre 200 y 700 individuos, por lo que cualquier incidente de colisión y muerte de estos animales representa una amenaza real a su conservación".
Sobre esto, el científico manifestó que, según cálculos de su equipo, la situación es tan crítica que "si muriera una ballena azul cada dos años por causas antrópicas, la tasa de recuperación de la población se vería seriamente afectada y amenazaría su recuperación".
Esta investigación consistió en procesar datos históricos de desplazamiento de ballenas con posicionador satelital, a los que se superpuso la capa de datos de movilidad de embarcaciones registradas en Sernapesca.
"Estos datos de tráfico -explicó Bedriñana-Romano- están disponibles desde hace menos de un año gracias a una modificación legal que promueve la transparencia en el uso de datos para el mejor desarrollo de políticas públicas".
mucha energía
La alimentación de la ballena azul requiere destinar grandes cantidades de energía para encontrar y consumir su principal alimento, el kril. El doctor Rodrigo Hucke-Gaete, coautor del trabajo y profesor de la U. Austral, explicó que "observaciones de campo que hemos realizado indican que cuando las ballenas azules comen, prácticamente solo le prestan atención a esta actividad. Esto las hace más proclives a ser chocadas por embarcaciones y particularmente durante la noche, cuando, según otras investigaciones, las ballenas se encuentran en promedio más cerca de la superficie porque su alimento también sube a la superficie".
Hucke-Gaete agregó que para que una ballena se alimente bien deben darse varios factores de gran magnitud y poco frecuentes. "Las ballenas azules comen kril, animales diminutos presentes en gran parte del océano. Pero para que la alimentación sea adecuada debe haber una gran concentración de estos animalitos, lo que ocurre en lugares puntuales donde hay gran productividad primaria y también variaciones de temperatura específicas que ayudan a agruparlos".
Esas condiciones se dan en lugares de la Patagonia como el golfo de Ancud, Reloncaví, en la boca del canal Moraleda, en la parte oeste de Chiloé y, se cree, en bahía Adventure. "En estas zonas hay una gran presencia de industria acuícola, lo que obliga a plantear la alerta respecto de lo que ha pasado y podría seguir pasando con colisiones entre embarcaciones y ballenas", subrayó Hucke-Gaete.
Bedriñana-Romano añadió que la intensidad de tráfico es tal en esta zona que si se comparara con lo que ocurre en tierra, "sería equivalente a la Ruta 5 en sus tramos más congestionados".