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Profesionales realizan atenciones oftalmológicas a vecinos de Quielen

Cumpliendo con todas las medidas de seguridad, los funcionarios del Servicio de Salud Chiloé realizaron las prestaciones médicas a sus pacientes.
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Redacción

Por segunda semana consecutiva la Unidad de Atención Primaria Oftalmológica del Servicio de Salud Chiloé se encuentra realizando un amplio operativo de atención a los pacientes en la comuna de Queilen.

En torno a las atenciones realizadas en esa comuna isleña, la tecnóloga médica referente de la unidad, Lorena Yáñez, llamó a la comunidad a asistir a sus controles asegurando que se han tomado todas las medidas para evitar contagios en medio de la pandemia: "Hemos sido muy estrictos con las medidas de autocuidado y podemos brindar una atención segura. Para ello realizamos una completa desinfección entre cada paciente que atendemos".

Detalle

En promedio la unidad atiende 10 pacientes diarios, lo que permite brindar los controles a pacientes de glaucoma disminuyendo además la lista de espera de pacientes que requieren lentes.

Junto con destacar las atenciones, el director (s) del Servicio de Salud Chiloé, José Cárdenas, reiteró el llamado al autocuidado y motivó a la comunidad a no perder sus horas de atención, asegurando que existe gran responsabilidad de parte de los equipos que atienden en la unidad que cuenta con equipos de última generación dispuestos en un camión habilitado para brindar las prestaciones oftalmológicas en terreno, encargados de realizar los informes de fondo de ojo, entregar lentes y fármacos para tratamiento de glaucoma, en las distintas comunas de la provincia.

Este camión recorrerá de forma itinerante los dispositivos de salud para ir resolviendo las listas de espera oftalmológica cuya inversión alcanzó los $124 millones, a lo que se suma el equipo y equipamiento por un monto de $70 millones, con lo que se adquirió un campimetro Humphrey, una lámpara de hendidura, una cámara retinal no midriática y un autorrefractómetro, un lensómetro y una pantalla de optotipos, entre otros.

Durante la semana del 22 hasta el 26 de febrero el dispositivo móvil se trasladará a la comuna de Quemchi a brindar las atenciones a los usuarios del sector.

columna de opinión

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Políticas públicas en educación superior en el contexto del covid-19

En 1918, Chile vive sus primeros brotes de la letal "Gripe española" y, en paralelo, las universidades nacionales comienzan un complejo proceso de cambio y reestructuración iniciado a fines del siglo XIX, concluido en un espinoso ciclo político nacional que culminó en una nueva constitución para 1925 y cuyo encadenamiento se sumó a un fenómeno global que terminó consolidando la unión entre universidad y ciencia, de forma institucional, para la sociedad civil en general.

Lo anterior, parece ser muy similar a nuestro presente, sin embargo, para el caso de las actuales universidades, al menos, hay dos problemas de difícil pronta solución debido al diseño que ha experimentado la política pública en educación superior y que se ha agudizado con la actual pandemia.

Tras la frustrada reforma a las universidades 1981, durante la dictadura cívico-militar, la arquitectura del sector ha vivido diversos problemas que parecían solucionarse con la agenda de modernización de la educación superior iniciada en 1997, en la que destaca el Programa de Mejoramiento de la Calidad y Equidad de la Educación (Programa MECESUP) y las agencias de acreditación nacional. Esa agenda reventó, por diversos motivos, tras las masivas movilizaciones estudiantiles del año 2011 y ha tenido al sector, desde ese momento, en diversos ensayos de regulación, financiamiento y propósitos. Esa trayectoria de agotamiento sectorial, la pandemia ha venido a acelerarla.

El primer problema es el rol de las universidades. Durante los últimos 30 años, las universidades fueron parte de las agendas de un nuevo rol en las economías como productoras de nuevas tecnologías e innovaciones en todas las disciplinas centradas en las ciencias aplicadas. La relación universidad-empresa, clusters, patentes y un largo etcétera, forman parte de una serie de experiencias y financiamiento estatal que ha dado pocos resultados por sus diseños y las condiciones estructurales de la economía chilena.

El segundo problema abarca los supuestos, teorías y diseños de las políticas públicas. Por un lado, mientras la teoría económica del agente-principal asume la existencia de un bajo nivel de confianza (por eso la política pública se concentra en diseñar incentivos y sanciones y la medición del desempeño), las teorías gerenciales se concentran en el liderazgo y la innovación (que demandan confiar en la creatividad y emprendimiento de los equipos de gestión, enfatizando la satisfacción de los clientes y la calidad), generando un crecimiento de funciones y programas con baja sostenibilidad que ha ido minando, con absoluta claridad desde el movimiento estudiantil del 2011, la legitimidad social del sector para la sociedad.

En este contexto, la arquitectura del sector se encuentra en una situación de alta complejidad en que las políticas públicas continúan abordando de forma parcial o bajo esquemas que han presentado problemas a la hora de valorar y evaluar resultados. Tal situación lleva a las universidades, en medio de una pandemia, al mismo tiempo, a tratar de mantener a flote su solvencia financiera, aportar de forma relevante a la situación sanitaria con investigación e infraestructura y transformar sus procesos formativos.

En este sentido, la pandemia y las agendas de los últimos 30 años en educación superior, deberían constituir un escenario para abordar, por una parte, la forma en que se ha diseñado y financiado la investigación científica de las últimas décadas en el país.

Hoy, se escucha mucho en los gestores/as de políticas la frase: "la tecnología ha llegado para quedarse", qué duda cabe, y el Mineduc ha redirigido su Fondo de Áreas Estratégicas (de casi $10.500 millones) a la formación virtual. Pero tal vez, se debería escuchar más cuántas universidades podrán quedarse para utilizar la tecnología y jugar un rol significativo para una sociedad que demanda seguridades.

"En este sentido, la pandemia y las agendas de los últimos 30 años en educación superior, deberían constituir un escenario para abordar, por una parte, la forma en que se ha diseñado y financiado la investigación científica de las últimas décadas en el país".

Mauricio Riffo, profesional del Centro de Enseñanza y Aprendizaje (CEA) UTEM