columna
A puerta abierta ha de ser
Sí, mejor, mucho mejor. A puerta abierta ha de ser. Parece una expresión más, pero apostemos a que no, que sea más verdad que solo un dicho más. A puerta abierta ha de ser, que ya parece que expiró aquel tiempo de a puertas cerradas, o en una cocina.
A puerta abierta ha de ser, que es como decir que la conversación ha de tenerse o sostenerse de frente, cara a cara, ideas contra ideas, unas experiencias de vida frente a otras experiencias de vida, unos saberes frente a otros saberes, unos valores frente a otros valores. A puerta abierta también ha de entenderse como que conocimientos específicos han de encontrarse con conocimientos genéricos, que el diálogo ha de tenerse, sos-tenerse, man-tenerse hasta que se logre un buen equilibrio, el mejor de los acuerdos. A puerta abierta ha de entenderse cuando se encuentran ideas contra ideas, ideas fuerza contra ideas fuerza, firmeza en las ideas contra igual firmeza en las ideas, y a no confundirse, firmeza, no fuerza. Firmeza, ¡así, sí!
A puerta abierta ha de ser. Y la conversa ha de ser sostenida sin prebendas sin cortapisas sin ventajas sin provechos sin reservas sin escollos sin soberbia, todos los nombrados, y otros más, esta vez, deben ausentarse, han de ser contenidos. Mas, sí, la expresión verbal y la conducta han de ser manejadas con llaneza con moderación con franqueza con comedimiento con humildad con tino, de buena fe. ¿Tantos ingredientes, tanto condimento? Sí, estos y otros han de estar, todos los que sean necesarios, más vale que so-sobre que fa-falte.
A puerta abierta ha de ser. Y sin enojos sin desaires sin gritoneo sin odiosidad sin repulsas sin mofa sin portazos sin expresiones somatolálicas hirientes sin bailes o rondas, todo ello y más, hasta donde más sea posible, ¡evítense! En tanto, sí, el encuentro, el diálogo debe ser con altura de miras con respeto con cortesía con estima con tolerancia con muestras de empatía. Todas estas expresiones han de estar presente en ese espacio para que así honre la dignidad del hombre y de la mujer.
A puerta abierta ha de ser. La conversación, el diálogo, la discusión, el análisis han de ser conducidos con expresiones sencillas sin recovecos sin monsergas sin artimañas sin habladurías sin bellaquerías. ¿Para qué? ¡Para qué! ¿Por qué? Porque si lo que se quiere es entendimiento, acuerdo, trato, buen trato, y mientras antes se impongan y se enseñoreen, ¡mejor!
¡A puerta abierta ha de ser, señoras y señores!
Raúl Caamaño Matamala, profesor de la Universidad Católica de Temuco