Denzel se pone en la piel de Macbeth
Dirigida por Joel Coen, "La tragedia de Macbeth" aterrizó en Apple Tv+ para mostrarnos la eterna vigencia de la obra de Shakespeare. El protagonista le da un nuevo vuelo a una trama clásica de todos los tiempos.
Por Andrés Nazarala
Más que cineastas, los hermanos Joel y Ethan Coen son especialistas en géneros cinematográficos. Son, digamos, pedagogos dotados de la capacidad de filmar. Y nos hablan de la historia del séptimo arte a través de sus ejercicios. El thriller ("Blood Simple", "Fargo"), el western ("True Grit") o la comedia de enredos ("Crueldad intolerante") forman parte de su cátedra junto a entregas un poco más inclasificables, pero repletas de guiños cinéfilos, como "El gran Lebowski" o "El hombre que nunca estuvo".
"La tragedia de Macbeth", gran estreno de Apple TV+, marca el camino en solitario de Joel Coen, autor inquieto que, sin su media mitad creativa, no pierde un milímetro de actitud, riesgo y sabiduría cinematográfica. Su aproximación a la obra que William Shakespeare estrenó en 1606 podría parecer, en teoría, una mala idea, tomando en cuenta que ya fue adaptada por gigantes de la talla de Orson Welles y Roman Polanski. Alejarse de ellos es, sin embargo, una forma de homenajearlos tácitamente y no atentar en contra de sus propuestas. Coen busca otro camino. Es fiel a Shakespeare y sus textos, pero entiende que la mayor carta, es decir, donde se juega todo, es en la puesta en escena. Ahí está su marca autoral. Lo que importa es la forma en que envuelve esta lúcida tragedia sobre la ambición política. Lo hace en una escenografía artificial que recuerda los espacios angulosos y amenazantes del expresionismo alemán, en un blanco y negro que resalta las gestualidades faciales e instala un distanciamiento con el espectador. No es, en ningún caso, teatro filmado ni tampoco cine con ambiciones de representación realista. "La tragedia de Macbeth" está en otro lugar.
Tomando en cuenta la fuerte carga autoral del filme, lejos de toda concesión comercial, es curioso que Coen haya elegido para el papel de Macbeth a Denzel Washington, no solo porque es un actor afroamericano (la flexibilidad racial es un asunto que ya está zanjado en las tablas shakespearianas), sino porque se trata de un especialista en cine de acción que, enfrentado al texto original, ofrece un tono distinto a las declamaciones teatrales habituales. A ratos parece murmurar, lejos de las muletillas británicas tan propias de la interpretación del personaje. Frances McDormand, en el rol de Lady Macbeth, es un gran complemento. Juntos lideran una tragedia que, reducida al intimismo artificial que propone el director, funciona como un pequeño ensayo sobre la ambición que sigue teniendo vigencia en el espectro político contemporáneo.
Quienes no estén familiarizados con la pieza teatral, deben saber que Macbeth es un general que, al regreso victorioso de una batalla, se encuentra con tres brujas que le vaticinan que será primer barón de Cawdor y, posteriormente, rey de Escocia. Ese augurio será el comienzo de una escalada de poder y ambición que, junto a Lady Macbeth, lo conducirán a la oscuridad y el crimen. La habilidad de Shakespeare para combinar la tensión con la introspección, en una obra que tiene elementos fantásticos y simbólicos, es trasladada por Coen a la pantalla con maestría narrativa y una apuesta visual de alto nivel. Eso ayuda probablemente a que esté disponible en Apple TV +, plataforma de streaming con pocos títulos y cierta vocación de vanguardia. Hay todo un mundo afuera de Netflix.
En resumen
Es el primer largometraje en que Joel Coen trabaja sin su hermano Ethan.

