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Isabel Allende, escritora: "¿Vas a suprimir el conocimiento porque lo impulsó gente fallada?"

La chilena viva más conocida en el mundo vuelve a las librerías con "Violeta", una carta de una abuela a su nieto sacerdote contando qué pasó entre las pandemias de la gripe española y el coronavirus.
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Valeria Barahona - Medios Regionales

La flamante nueva novela de Isabel Allende "Violeta" muestra a la abuela Violeta del Valle contando a Camilo, su nieto sacerdote, cómo fue nacer en medio de la gripe española y como la tercera ola del feminismo reventó en días del coronavirus.

La anciana le narra a su nieto, además, el significado de ser mujer y ganar dinero a mediados del siglo XX. Lo visto y lo no visto son claves para entender esta historia que sucede en lugares que podrían identificarse como San Fernando, Chimbarongo o Providencia, aunque la autora nunca menciona a Chile en el texto. Acá Isabel Allende retoma su crítica a la cultura de la cancelación y exige juzgar el pasado con los ojos de ese tiempo.

-En las primeras páginas de tu nueva novela, Violeta dice "mi vida es digna de ser contada, no tanto por mis virtudes como por mis pecados".

-Si quieres tener una vida virtuosa, sin pecados, es una lata. ¿Qué vas a contar? (…) Estar expuesta (a través de los textos) no me hace sentir vulnerable, me hace sentir más fuerte, porque pienso que todo lo que he hecho lo han hecho otros también, no tengo ningún pecado tan grave ni tan original que nadie más lo haya cometido. Nunca me van a poder chantajear con algo que escondí.

-Hace unos días te preguntaron por el abuso que Pablo Neruda confesó en uno de sus libros, y respondiste que "una cosa es el hombre fallado, que todos somos fallados, y otra la obra".

-Sin duda. Porque si vamos a eliminar la obra por la vida del autor, habría que eliminar la obra de todo el mundo. Si vamos a revisar la vida de todos los artistas, los científicos, profesores, físicos, matemáticos, astrónomos, todo el mundo tiene tejado de vidrio, entonces ¿vas a suprimir el conocimiento humano porque quienes lo impulsaron fueron gente fallada? No se puede hacer eso.

-¿Siempre el genio tiene algo de oscuridad?

-Todos tenemos lados oscuros, no solo el genio. Además, hay que pensar que no se puede juzgar a alguien fuera de su contexto, de la época en que vivió. Hoy parece muy machista cualquier cosa de Neruda, pero hay que ver cuándo nació (1904), en qué años escribió, cuándo murió. O si voy a juzgar a Inés de Suárez (que inspiró su libro "Inés del alma mía" y la serie del mismo nombre), que la conocimos de 1541, ¿la voy a juzgar con los parámetros de ahora? Tiene que ser con los de entonces.

Isabel y los espítitus

-¿Cuáles son tus claves para conectar con los espíritus?

-Es un ejercicio de amor y memoria. Yo no veo fantasmas ni creo en ellos. No creo que si me siento en una mesa de tres patas e invoco a los espíritus, van a llegar. Pero al recordar y amar se vive con esa presencia subliminal. Ahora siento que estoy viviendo la vida que Paula (su hija) no alcanzó a vivir. También siento que llevo a mi mamá adentro, vengo de ella, no solo de su vientre, su sangre, sus genes, sino también de su pasado, de toda la cadena de mis antepasados: eso lo siento muy divinamente y trato de visualizarlo. Así vivo en una espiritualidad no religiosa.

-En Chile toda la gente que fue criada en casas de adobe ha visto o escuchado presencias…

-Mucho es imaginación también. Mi amiga más querida, mi hermana verdaderamente, Pía Leiva, se crió en casa de adobe, en San Fernando (Región de O'Higgins) y ella no solo oye voces, sino que sabe cuándo alguien se va a morir y ve fantasmas. Yo no tengo ese don, pero con ella he tenido experiencias espeluznantes. Ella se crió con unas tías porque la mamá murió cuando estaba embarazada, unas viejas solteras que, por alguna razón, se fueron como especializando en recibir moribundos: un primo, un tío, algún personaje que se estaba muriendo, se los dejaban en la casa que tenía esa arquitectura cuadrada, con un patio central. Ahí los cuidaban, entonces en la casa siempre había alguien que se estaba muriendo, así la Pía pasó su infancia. Cuando ya se caía a pedazos y desocuparon el lugar, en los cajones de los muebles había dentaduras postizas, anteojos, cosas que iban dejando los moribundos ¿cómo no voy a amar a mi Pía? Nos conocimos cuando trabajábamos en revista Paula.

-Todos los escritores tienen una relación singular con la muerte. ¿Con qué fantasmas hablaste para armar esta novela?

-Con mi mamá (Francisca Llona). Ella nació, como Violeta, en 1920, en una familia como la de ella en ese tiempo, en esa clase social. Le tocó una vida llena de altibajos, con éxitos y tragedias también, vivió ese siglo tan interesante y murió de 98 años, poco antes del covid-19. Su espíritu, su vida, sus recuerdos, porque tengo tantas cartas de mi mamá que la conozco como la palma de la mano, eso fue la inspiración.

-¿Esas cartas piensas transformarlas en una antología?

-Esa es mi vida privada. Las tengo clasificadas por año, en cajas y en un lugar con la humedad y la temperatura exacta para que no se deterioren. Mi mamá me hizo prometer que cuando muriera, yo las iba a quemar, pero primero necesitaría una hoguera bastante grande porque son como 24 mil cartas, ¡un incendio! (Ríe). No pude: son tan preciosas para mí, ya mi hijo verá qué hace con ellas.

El marido y las perras

Con más de 70 millones de libros vendidos alrededor del globo, Isabel Allende decidió en 2022, a sus 80 años, realizar la gira promocional de "Violeta" de forma virtual, "en el ático de la casa, donde me encierro a trabajar y feliz, veo a mi marido a las seis de la tarde y a los perros y eso es todo, mis dos perras ordinarias", ríe mientras muestra su escritorio con ramo de flores y una foto con el expresidente de Estados Unidos Barack Obama, poco antes de recibir la Medalla de la Libertad, uno de los máximos honores del país.

-El año pasado estrenaste la tecnología del futuro en tu ático, con el brazo robótico en Sant Jordi, Barcelona, con el que firmabas libros a distancia con gran precisión gráfica.

-Fue una cosa increíble. Llegó una señora con una torta de chocolate, que no podía entender por qué no me la podía pasar, trataban de explicarle que era un robot, que yo estaba en California con una tablet mientras el robot calculaba el tamaño de la página. Ahí se ajustaba en mi pantalla, yo escribía la dedicatoria, mi hijo la enviaba por correo y el robot la replicaba. Por el momento es un sistema muy lento, son cuatro dispositivos conectados, pero con el tiempo no vas a necesitar moverte de tu casa.

"Violeta"

"Isabel Allende Sudamericana 400 páginas $17 mil