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Matrimonio de chilote y ucraniana se reúne con familiar que huyó de la guerra

Isleño reside con su pareja y el hijo de ella en Santiago, donde esta semana volvieron a ver a la joven Olga, quien dejó atrás a su país afectado por la invasión rusa. "Ella nunca había viajado en avión y nunca había salido de su país", dicen.
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Julián Gesell Viveros

La mañana del martes arribó hasta el Aeropuerto Internacional Arturo Merino Benítez de Santiago una ucraniana escapando de la guerra que se libra en ese país. Se trata de Olga, de 22 años, la hija menor de una familia prácticamente diseminada por el conflicto bélico que llegó a Chile tras el apoyo de su hermana Hanna Lantushenko y su esposo, el castreño Manuel Valenzuela.

Dos días no durmió en el largo viaje de la joven tras su escape de Ucrania. Así que lo primero que hizo al pisar suelo chileno, fue descansar largas horas en casa de su hermana que comparte con Manuel y Dmitró, el hijo de once años de Hanna, en la capital.

-Manuel, ¿cómo fue que lograron que Olga saliera de Ucrania?

-Pudimos hacer los esfuerzos para sacarla de allá y lograrla traer a Chile. Fue muy difícil. Resulta que no funcionan los bancos, no funciona nada. No hay cajero, no hay dinero en Ucrania. Empiezan las típicas trabas de gente que está desesperada por poder salir y aparecen estos "amigos" que cobran un ojo de la cara para poder transportarte sin ningún seguro, muy parecido a lo que hacen los coyotes que llevan a extranjeros a Chile a escondidas, pero eso dentro del mismo país.

Pero ella logró salir en trenes. De la nada avisaban que va a salir un tren para arrancar a la frontera con Polonia, y ahí la gente se subía, el que estaba estaba, obviamente sin comodidades, todo el trayecto en pie, apretada y viajando 17 horas. Y luego de Polonia pudo tomar vuelo con escala a República Checa, luego a Francia y a Chile.

-Hay miles de personas tratando de poder salir de Ucrania…

-Tiene la suerte que nosotros pudimos económicamente apoyarla con los pasajes, con todo lo que necesitaba para salir, a diferencia de la mayoría. Lo más difícil fue la decisión de soportar los bombazos, tomar la decisión de salir, dejar todo y tomar rumbo a tierras lejanas y extrañas. Pero va a llegar a su familia a fin de cuenta. Nosotros vivimos junto con el hijo de Hanna; por fortuna, en la casa tenemos una pieza dormitorio independiente, así que está un lugar agradable. Ella nunca había viajado en avión y nunca había salido de su país tampoco.

Manuel Valenzuela Barrientos es oriundo de Castro y tiene familia en la isla Mechuque, Quemchi; estudió en ese entonces en la Escuela D-75 del sector alto de la capital provincial, actual Liceo Aytué, realizando la enseñanza secundaria en el Politécnico de la misma ciudad. Se trasladó a Santiago por sus estudios superiores; siempre interesado en la historia de ciudades al oriente de Europa, decide estudiar ruso y fue en esas clases cuando Hanna terminó siendo su profesora y a la larga se transformó en su esposa.

-¿Cuál es la relación que tiene con Ucrania?

-Mi pareja es ucraniana y junto fuimos a Ucrania antes de la guerra. Incluso estuve cosechando papas allá; les hice milcaos, les encantó porque el ucraniano come mucha carne de cerdo y mucha papa, entonces fue como "¡vaya! Esto no lo conocimos y es maravilloso", me decían.

Preparé los milcaos en un lugar que se llama Lebiaye, que está como a 100 kilómetros de Járkov que es una de las zonas más atacadas de Ucrania actualmente. Mi mujer es de allí; estudió en la Universidad de Járkov y luego se vino a Chile, porque los problemas que había el 2014 cuando empezó la guerra en lo que se denomina el Dombás, en la zona óblast de Donetsk y Lugansk, y se vino a Chile. Ella llegó arrancando porque pensó que la guerra iba a escalar más cuando ejercía como profesora en un pueblo chico, estaba a 30 kilómetros de la frontera rusa, entonces corría peligro y optó por buscar la vida fuera de su país.

Separaciones

-¿El conflicto bélico finalmente siempre afecta a las familias?

-Debe ser un factor común para las familias ucranianas que todas las familias están diseminadas. No es solo el caso de ella, que es algo que conozco, lo palpo, me toca vivir. De la familia, la mamá se quedó allá, porque no quiere dejar a su esposo solo, él está llamado a unirse a las fuerzas. El hermano vive en Járkov, también vive oculto abajo en un sótano porque caen las bombas; tenía trabajo hace unos días, pero ya se acabó todo, ya no hay nada. La esposa de él, que es la cuñada de mi mujer, salió hacia Lviv (Leópolis) y después se fue hacia Múnich, en Alemania; había ido con sus tres hijos, uno de 21, otro de 19 y un pequeño de 8 años, pero no pudo cruzar con sus dos hijos mayores porque tenían más de 18, por lo que son reservistas; así que pudo cruzar ella sola con su hijo menor hacia Alemania. La familia quedó absolutamente dispersa. Esta parte no se ha visto en las noticias, que las familias se destruyeron; la familia que era unida está desplazada por todos lados.

-¿Cómo la han tratado acá en Chile a Hanna con todo este conflicto?

-En su trabajo son bien flexibles con ella, en ese sentido ha tenido harto respaldo, pero ha sido duro porque, por ejemplo, a veces no sé qué decirle. Un día le pregunté si hablaste con tus papás: "Si, nos juntamos todos hace un rato a través de Zoom, nos juntamos todos, conversamos y le sacamos una captura de pantalla porque lo más probable sea la última vez que nos veamos". Esa es la esperanza que tienen: no verse más de repente; más de alguno no lo van a ver más.

-¿Cuál es tu visión de este conflicto, que es más cercano para ti que a otros chilenos?

-Allá hay una división de cómo ve el ucraniano el presente. Por ejemplo, la gente joven anhela pertenecer al mundo occidental, pero la gente antigua añora los tiempos de la Unión Soviética. De hecho, los mismos papás de mi mujer anhelaban que las cosas volvieran hacer como antes.

Pasa que ocurrido todo esto, el ucraniano que veía bien a los rusos como su hermano -hay mucho ucraniano en Rusia y mucho ruso en Ucrania-, pero todo cambió con esto. De hecho, la familia de mi pareja tiene familia en Múrmansk que queda por el mar Báltico, parientes en Moscú. Es normal, súper normal, todos tienen parientes por allá, como los chilotes tienen parientes en Ushuaia, en Río Gallegos (Argentina), lo mismo allá.

El ucraniano con esto no quiere hablar ruso tampoco. Yo les digo que no tiene nada que ver porque eso es cultural, lo otro es una locura del ser humano, la necesidad de pelear por todo; y como que da la sensación que tanto tiempo, tanta guerra, tan crueles, y no hemos aprendido nada. La vida vale tanto y de un día para otro un par de personas determinan que la vida no vale nada.

Campaña

Con el fin de entregar ayuda humanitaria a Ucrania, la Cruz Roja Chilena inicio en marzo la campaña solidaria denominada #AyúdanosAAyudar, para la cual se invita a todas las personas, organizaciones públicas y privadas a participar y realizar sus depósitos en el BancoEstado, en la cuenta corriente número 292222, a nombre de esta entidad con RUT 70.512.100-1 y correo electrónico finanzas@cruzroja.cl.

"Allá hay una división de cómo ve el ucraniano el presente. Por ejemplo, la gente joven anhela pertenecer al mundo occidental, pero la gente antigua añora los tiempos de la Unión Soviética. De hecho, los mismos papás de mi mujer anhelaban que las cosas volvieran hacer como antes".

Manuel Valenzuela,, castreño.

"Fuimos a Ucrania antes de la guerra. Incluso estuve cosechando papas allá; les hice milcaos, les encantó porque el ucraniano come mucha carne de cerdo y mucha papa, entonces fue como "¡vaya! Esto no lo conocimos y es maravilloso", me decían".

Manuel Valenzuela, castreño.