Construir la casa de todos…
No es fácil vislumbrar el destino final de la nueva carta magna, es decir, conocer si efectivamente existirá la casa de todos en materia constitucional. Al decir de encuestas, la opción de la desaprobación se empina por sobre la del apruebo. Los análisis y proposiciones para entender este cambio tan radical en las preferencias, desde ese mítico 80% a las cifras que hoy se conocen, hacen pensar que la cuestión comunicacional tiene que ver con el clima emocional, esa sensación que se experimenta en las personas a la hora de decidir.
Como nunca la inmediatez en la comunicación de opiniones, contenidos y noticias falsas, por cierto, influyen directamente en la comunidad y van configurando un escenario determinado, en este caso, hacia una mirada lejana y critica de lo que se propone como pacto político.
El uso intensivo de las redes sociales -canales que no cuentan, la mayor de las veces con medios de comprobación de lo que allí se expresa-, la exposición de fuertes divergencias entre los miembros de la Convención y la sobresaturación de información van configurando un cuadro hostil a lo que la Convención propone. Mediado con la falta de formación robusta y sistemática en cuestiones cívicas, sí en educación cívica, junto a una cierta actitud individualista de los miembros de la Convención, permean a la comunidad y reproducen estados de ansiedad, desasosiego e incertidumbre, configurando un cierto estado de cosas contrario a lo deseado en un necesario proceso de reforma institucional.
Algunos señalan que la reflexión sincera, honesta y respetuosa no ha estado presente en la elaboración del pacto político; al parecer, el ensimismamiento de ciertos sectores de la Convención ha sesgado el debate y la incorporación de visiones distintas de las dominantes, no figura en el catalogo de disposiciones constitucionales que hemos podido apreciar. Urge encontrar espacios colaborativos que fomenten sinceramente la comunicación, interlocución, escucha activa, respeto y ponderación.
No es una cuestión baladí, constituye la esencia de la legitimación de la nueva norma superior el contar con una sólida base de aceptación popular, que permita su proyección en el largo plazo. Entonces, aparece como muy justificado, en la hora presente, abandonar el individualismo y abrazar una forma de entender lo colectivo como una oportunidad de reconocer al otro como un otro en colaboración y no en competencia; este es el desafío inminente que debería iluminar la senda por la que discurre la discusión constitucional. Si es que, de verdad, se pretende construir esa tan necesaria casa de todos.