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Caguachana no vidente comparte su lucha para transformarse en abogada

Con ganas de romper los paradigmas que invisibilizan la discapacidad, Mariela Peranchiguay acaba de jurar como profesional superando las adversidades socioeducativas de Chiloé y Chile para personas como ella.
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Julián Gesell Viveros

El alcalde de la comuna de Quinchao, René Garcés (indep.), no podía dejar de expresar su alegría sobre que una joven de su comuna, quien pese a las adversidades que enfrentó en los estudios por vivir en una localidad tan apartada, con tan pocos accesos, además de su discapacidad visual de nacimiento, logró jurar recientemente como abogada de una universidad tradicional.

"Nosotros sentimos que lo que ha hecho ella demuestra que es posible que los jóvenes de las islas y de los sectores rurales pueden tener una oportunidad de estudios y demuestra que los jóvenes de las islas tienen tremendas capacidades como lo tiene ella", dice el edil.

Así también lo destaca uno de sus primos, el músico Enrique Millán, quien compartió junto con ella lo que era una verdadera aventura vivir en ceguera en estos territorios.

"Mariela fue para mí la persona que fue marcando el camino. Ella fue la primera en llegar a la Escuela de Caguach y la primera en llegar a la enseñanza media, transmitiéndome sus métodos de estudio para la enseñanza media. Entonces, este logro es como si fuera mío también, porque la verdad yo sé cómo se siente cuando no se logran las cosas. Es un tremendo orgullo para la isla, para la comuna y también por la inclusión, tan importante", aporta el famoso acordeonista.

Fue en el salón de honor de la Corte Suprema, en Santiago, donde Mariela Peranchiguay Leviñanco juró el pasado 22 de abril como abogada de Chile. Junto con ello, abre un nuevo ciclo en su vida que no estuvo ajeno a las dificultades.

Nacida en Caguach, se convirtió en la primera niña con discapacidad de origen visual en la isla en optar por el sistema educativo. Aprendió a leer braille a los 10 años; ya su enseñanza media la realizó en el Liceo Insular de Achao. En ambos ciclos educativos el apoyo de sus docentes fue clave.

"Los profesores nunca tuvieron inconvenientes en aceptarnos en la educación formal, sin conocimientos previos de ceguera. Pero fueron muy creativos para buscar cómo enseñar a leer y escribir. Y eso es interesante, porque ellas perfectamente pudieron haber dicho que no, principalmente la directora (Q. E. P. D.) en la enseñanza básica, y mis papás no hubieran dicho nada porque hubieran pensado que es parte de la realidad. Pero eso no sucedió", comparte por estos días Mariela.

Tomando en cuenta que no existían libros en braille para enseñanza media en sus tiempos, y menos en básica, también en el Liceo Insular el apoyo de la profesora de integración y de algunos compañeros fue importante para el desarrollo de Mariela. Según relata, "entonces lo que hacíamos era grabar los textos y libros, y después utilizarlos cuando los necesitaba. Pero fue principalmente mi profesora de integración que ocupaba muchas horas en esa tarea".

"Yo creo que la principal carencia, si así se puede decir, que viví en la educación básica y media es la falta de conocimiento sobre la discapacidad. Y al tener ese desconocimiento, genera temor. El temor a lo desconocido, y que la mejor solución era irme de ahí cuando tenía por ejemplo 6 años; a esa disyuntiva tuve que enfrentarme, buscar en otro lado a que trabajen contigo. Pero al final eso no sucedió y eso fue bueno", señala 'Mally', como le apodan familiares y amigos.

"Porque el entorno, la sociedad no es constantemente vivir en un lugar todo preparado, todo perfecto, porque eso no es el mundo en el fondo. Yo siempre he creído que los colegios especiales deben trabajar en paralelo con un colegio común y corriente, porque eso entrega las herramientas que el colegio común no te va a entregar porque no las conoce; pero el colegio te entrega las otras herramientas que son la socialización, el vivir en comunidad, ese tipo de elementos y en una comunidad más amplia que tener todos la misma discapacidad".

viaje transformador

Algo que le hizo clic a Mariela para buscar nuevos horizontes fue en un viaje a Los Ángeles, Región del Biobío, en un concurso de canto para ciegos. Fue en ese lugar, invitada por su profesora de integración, donde pudo darse cuenta que había muchas más personas no videntes en Chile y que estas no tenían ningún inconveniente en desenvolverse en sus vidas. "Lo importante fue descubrir que había más ciegos que mi primo y yo. Y que había muchas más cosas que estaban más allá del canal de Chacao", rememora la chilota de 31 años.

Desde ese momento decide entrar por dos años en el Colegio para Ciegos Santa Lucía de la comuna metropolitana de La Cisterna. Un gran salto que encontraba necesario en realizar para tener habilidades y más que nada, como ella tilda, "para poder desenvolverse en la capital o en la vida cotidiana, y continuar los estudios".

"Eran necesario conocerlas, antes de enfrentarme al mundo de la universidad. Porque habría sido algo muy terrible, no saberme mover bien por las calles y tener que estudiar y aprenderme los caminos, más todo lo que significaba entrar en la universidad", confiesa.

A Mariela le apasiona la historia; esa era su primera opción para estudiar en la universidad, convertirse en historiadora, cuestión que no se pudo concretar. "Los ciegos tienen dos opciones: o ser músicos o ser abogados, y quizás masajistas", ironiza ante las escasas oportunidades en la educación superior.

"Entre las carreras que sí tenían acceso estaba derecho, porque historia no tenía, en muchas universidades no se permitía estudiar a ciegos historia y geografía. Y sigo pensando que eso es un error. Y en vista de eso, entré por ingreso especial a Derecho (en la Universidad de Chile), porque la PSU en ese entonces no estaba habilitada para ciegos, y al no ingresar con esa prueba te pierdes todo beneficio, como por ejemplo becas y créditos", acusa. "Pero ahora soy abogada y estoy muy orgullosa de ello", subraya.

"La discapacidad sigue siendo un tema que no se habla -acota-. Y eso es curioso porque las personas con discapacidad representan un gran porcentaje de la población, que supera el 16%; es de los grupos vulnerables más grandes que tiene el país; no obstante, es uno de los grupos más invisibilizados. Entonces, es necesario romper ese tipo de paradigmas. Es necesario que comencemos a hacernos partícipes de la vida en comunidad. Y yo no he podido hacer nada de lo que estoy haciendo por una familia que me apoyó siempre y una comunidad que me hizo parte de su comunidad", concluye la chilota.

"Siempre he creído que los colegios especiales deben trabajar en paralelo con un colegio común y corriente".

Mariela Peranchiguay,, abogada chilota.