Diego Gotelli C. - Medios Regionales
Como si de niños se tratasen, el Octavo Juzgado Civil de Santiago ordenó que dos expololos instauren un régimen de tuición compartida de las mascotas que criaron en su relación sentimental, luego de que uno de ellos demandara a su expareja por no permitirle ver a los canes.
"Jamás imaginé que lo lograría. Mi abogado me dijo que era difícil porque no había pasado nunca en Chile. Este fallo lo recibo con mucha sorpresa y alegría. Espero que se pueda sentar un precedente y que ya no se siga considerando a las mascotas como objeto, porque hay gente que genera un vínculo emocional con ellos", dijo a este medio Nicolás Baeza, un piloto comercial que con la sentencia podrá volver a ver a sus mascotas, que hace casi dos años dejó de visitar.
En su fallo la magistrada Sylvia Papa Beletti acogió la demanda de cese gratuito de bien común ingresada por Baeza, quien exigió poder estar con los dos perros de la raza shi tzu que vio crecer y que quedaron bajo el cuidado de su exnovia, luego que ambos se separaron tras una relación que duró cinco años.
Según la sentencia, ambos canes fueron adquiridos mientras el demandante era pareja de la nutricionista. El primero llegó a sus vidas el año 2015, cuando lo compraron en una tienda del Parque Arauco por $450 mil, costeado por el piloto. Fue inscrito en el Registro de Mascotas con el nombre de "Igor", trámite que hizo la demandada.
Tres años después, y aludiendo a cuadros de angustia en el can por falta de compañía, iniciaron una fertilización asistida con otra perra de la misma raza para dar nacimiento a un cachorro, el que fue ins-crito por la nutricionista bajo el nombre de "Bambú". El procedimiento tuvo un coste de $125 mil.
Con los perros creciendo en el hogar en que convivía la pareja en Vitacura, al poco tiempo de nacido "Bambú" se separaron, abriendo el dilema sobre dónde vivirían las mascotas.
Según Baeza, su exnovia sugirió que cada uno se quedara con un perro, lo que el demandante rechazó por lo que podría significarles a los animales vivir separados. Acordaron que ella tuviera a los canes y que él una vez al mes pudiera llevarlos a su casa, lo que hicieron por dos años pero que luego ella rompió -acusó él- prohibiéndole ver a las mascotas y cortando todo contacto mutuo.
"Sentí una angustia e impotencia terrible", señaló el demandante.
Durante la tramitación del caso, la demandada no asistió a las citaciones del tribunal, pero presentó testigos en su defensa. Una veterinaria afirmó que es ella quien se encarga de los controles de salud de las mascotas, y una amiga citó que Igor fue un obsequio entregado por el expololo, según le contó ella.
Con todo, la magistrada determinó que la propiedad de los canes pertenece a ambos, y asemejó la relación entre la expareja y sus perros con la que existe entre padres e hijos.
"No debe ni puede interpretarse únicamente en un sentido económico-patrimonial, sino en la posibilidad de disfrutar y gozar de las mascotas, en su sentido más amplio que incluye su compañía, así como su ámbito afectivo, puesto que (...) los perros son seres que sienten y manifiestan sus emociones", reza el fallo, en el que se ordena a ambos mantener un régimen de cuidado compartido de los canes, alternándose la tenencia cada tres meses.